La enfermera del CEO -
Capítulo 78
Capítulo 78:
Vuelvo minutos después ya cambiada y con mejor semblante.
“Bien, ¿Cómo vamos a empezar?”, pregunto, lista para comenzar con el tratamiento.
“Creo que deberíamos iniciar con algo suave. ¿Tal vez una foto de un perro?”
Sugiere Alec.
“No lo sé, ¿No será demasiado pronto?”
Dudo, preocupada por su reacción.
“Es una foto, no saltará de la pantalla a comerte. Vamos, lo haremos afuera,” insiste Alec, conduciéndome hacia la zona más pacífica de la propiedad.
Allí nos detenemos, y por un momento, cierro los ojos y aspiro el aroma del aire libre. Alec parece nervioso, jugueteando con sus dedos y una gota de sudor recorre su frente.
“No sé si estoy listo para esto, creo que me he apresurado, Madison,” confiesa Alec, mostrando su vulnerabilidad.
“Está bien tener miedo, de hecho, yo le tengo terror a las gallinas. Lo cual es curioso siendo que vivo en el campo”
Intento aliviar su ansiedad con un poco de humor.
“No mientas solo para hacerme sentir mejor,” me responde Alec, y entonces decido compartir mi propia experiencia.
“No es mentira, te lo juro. De niña una vez me picoteó y me persiguió por toda la granja, desde entonces no he sido capaz de acercarme a una. Por eso no hay gallinas en la granja de papá,” revelo, buscando crear un vínculo de confianza.
“Tengo que decirte algo antes de hacer esto,” me confiesa Alec, y de pronto, mi corazón se acelera ante la incertidumbre de lo que está por revelar.
“¿De qué se trata?”
Inquiero, preparándome para escucharlo.
“Mi trauma con los perros viene desde mucho antes. De cuando era un niño. ¿Has notado esa cicatriz en mi espalda?», pregunta Alec, señalando las líneas casi imperceptibles a media espalda.
Él asiente y continúa.
“Es la cicatriz de la vez que me atacó un perro, cuando tenía cinco años.»
Mi sorpresa no la puedo ocultar y le pregunto con compasión.
“¿Quieres hablarme de eso?»
“No recuerdo demasiado, fue hace muchos años después de todo. Solo recuerdo que yo estaba jugando en el campo con mi familia, y ese perro salió de la nada y se me vino encima. Me mordió justo ahí, y mi padre tuvo que dispararle con la escopeta para que me soltara.»
Mis manos cubren mi boca mientras procesamos juntos el impactante relato.
Nos quedamos en silencio.
Solo el sonido del viento meciendo el pasto rompe el ambiente.
No puedo imaginar lo que debió ser para un niño tan pequeño sufrir algo así. No solo el trauma de ser atacado, sino también presenciar la muerte por primera vez.
“Lamento mucho que eso te haya pasado,» le digo sinceramente.
“No pude dormir durante semanas después de eso. Y la recuperación fue dolorosa. Aun así, aquello no fue tan terrible como esto. El perro que me quiso atacar aquella noche no me hizo nada, pero por su culpa terminé en medio de la calle con ese auto,» revela Alec, compartiendo una carga más profunda de su pasado.
“Es claro que los perros y tú no han tenido un buen comienzo, pero te aseguro que no todos son peligrosos,» intento reconfortarlo.
“Eso lo sabe mi cerebro, pero cuando veo uno, se le olvida,” bromea Alec, buscando aliviar la tensión.
Agradezco su confianza, “Gracias por contármelo.»
“De hecho, eres la primera a la que se lo digo después de Jennifer,» confiesa Alec, y mi corazón da un vuelco, recordándome las complejidades de su relación matrimonial.
Alec reflexiona sobre el hecho de que hoy ha compartido uno de sus mayores temores de la infancia conmigo y siente un alivio. Hoy, sin fotos de perros, ha dado un paso hacia su recuperación.
POV Alec
Al fin lo dije.
Después de contarle el trauma de mi pasado a Madison, me siento mucho mejor, como si me hubiese quitado un peso de encima.
Al final, no me mostró ninguna fotografía de perros, pero creo que lo que hice hoy fue un avance. Admitirle uno de mis mayores temores de la infancia se siente como dejarme vulnerable y expuesto ante ella, pero confío en que guardará mi secreto.
Hoy, por ser un día especial, le he pedido a Patrick que venga antes para que me ayude a vestirme, así ella podrá arreglarse sin la presión de tener que estar tras de mí todo el rato.
Tocan a la puerta de mi habitación, sé que es él por la manera tan particular que tiene de hacerlo. Le digo que pase y Patrick entra con una sonrisa.
“Hola, señor Fairchild.”
“Dime Alec.”
“Ooh… bueno, Alec,” responde algo incómodo.
“¿Ese es el traje que se pondrá?”
“Así es, por favor, ponme decente.”
Él se echa a reír y comienza a preparar las cosas para vestirme.
Después de ocho, casi nueve meses en esta silla, comienzo a acostumbrarme a que un tercero tenga que hacer todo por mí.
Todavía no estoy del todo cómodo con ello, pero al menos ya no siento ganas de matarlo cada vez que me agarra como si fuera un muñeco.
Patrick termina de dar los últimos detalles y me da espacio para que pueda mirarme en el espejo.
“Se ve muy bien, señor.”
“¿Tú crees?”
“Por supuesto, será el farol que atraiga a todas las chicas esta noche,” asegura.
Solo lo dice porque es su trabajo. Si bien es cierto que nunca tuve problema con las mujeres, el accidente dejó secuelas profundas en mi ser, difíciles de ignorar a veces. No me siento lo suficientemente hombre en ocasiones, en especial cuando no puedo cumplirle a Jennifer, a quien no he visto desde esta mañana.
Le mando un mensaje mientras Patrick sale de la habitación.
“Ya estoy listo para la gala, todavía estás a tiempo de venir.”
El mensaje se marca con doble check, pero no se pinta de azul.
Está ignorándome otra vez.
Es en momentos como estos que las palabras de mi abuelo vuelven a mi mente. Le he porfiado tantas veces que ella me ama, que no está conmigo solo por interés. Sin embargo, a veces temo admitir que quizá él pueda tener razón.
Son cinco años de matrimonio, pero nunca se había portado tan distante conmigo como ahora.
Vuelven a tocar la puerta.
“Entra.»
Estoy de espaldas, así que no veo de quién se trata.
“Patrick, no tienes que tocar cada vez que…»
Mis palabras se pierden en el silencio al dar la vuelta y ver que no se trata de él.
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