La enfermera del CEO
Capítulo 76

Capítulo 76:

Un collar, una pulsera y un anillo.

“Cualquiera de estas opciones puede funcionar,” asegura.

Los evalúo todos, pero en realidad no tengo que debatirme demasiado en cuál escogeré. A penas lo veo sé cual es el indicado.

“Quiero este,” señalo la caja del medio.

“Excelente elección. Lo envolveré como regalo. En cuanto al costo…”

“Cárguelo a mi tarjeta, no hay problema,” respondo entregándole el pequeño rectángulo de plástico.

La vendedora sonríe y creo que incluso va dando saltitos de emoción hasta el mostrador. Una vez que termina de facturar el regalo, salgo de la tienda.

Escondo la pequeña cajita en mi bolsillo para que no queden rastros de nada hasta el día de su cumpleaños.

Salgo de la joyería y me encamino de vuelta al auto, seguramente Madison estará preguntándose por qué me demoro tanto.

Voy avanzando con la silla cuando de pronto un gran perro amarillo sale de la nada.

Me detengo en seco, siento que mi corazón se paraliza.

Cierro los ojos y me cubro con los brazos como si esa noche fuese a repetirse una vez más.

Un grito desgarrador sale de mi garganta, siento que quiero correr, pero mis piernas no responden por más que lo intente.

Principio del formulario

«¡Alec!»

A lo lejos, escucho el grito de Madison, sin embargo, no puedo mirar, estoy hiperventilando como un loco y mi corazón late tan rápido que estoy seguro que se saldrá de mi pecho en cualquier momento.

Una vez más revivo el momento aterrador de esa noche en la que mi vida cambió por completo.

Lo siguiente que siento son sus brazos rodeando mi cuerpo.

La calidez de su abrazo hace que vuelva de golpe a la realidad.

«Tranquilo, tranquilo», repite.

«Abre los ojos.»

Obedezco a la dulzura de su voz.

Ella está tan cerca de mí que es todo lo que puedo ver.

Me suelta y sostiene mis mejillas con sus manos.

“Necesito irme”, musito.

“Está bien, nos iremos”, asiente.

Una lágrima escapa de mis ojos sin que lo pueda evitar.

Aprieto los dientes tan fuerte que creo que voy a romperlos.

No me gusta esta sensación de vulnerabilidad, no me gusta sentir que esta maldita condición controla mi vida.

Madison hace el ademán de ponerse de pie, pero yo la tomo del brazo y se lo impido.

“Espera un momento.”

No dice nada, solo vuelve a abrazarme, y ahí entre sus brazos me siento bien.

En definitiva, las palabras que usé para describirla son muy acertadas.

Ella es mi ángel de la guarda.

Cuando me siento más calmado, la dejo ir de mi regazo. Hay gente mirándonos en la calle, así que bajo la mirada, deseoso de salir de ese lugar enseguida.

La vuelta a la casa se siente silenciosa e incómoda.

No quiero decir nada con Harry ahí.

Dentro de la casa y finalmente a solas, llamo la atención de Madison.

“Lo de hace rato…”

Comienzo a decir, pero ella me interrumpe.

“No te preocupes por eso. Siempre que necesites contención, voy a estar ahí para ti”, me asegura.

Estoy harto de que el trastorno post traumático arruine mi vida. Ya tengo suficiente con esta silla como para que eso sea algo más que me detenga.

“Si estás dispuesto a querer superarlo, entonces lo harás. Confío en que eres capaz de hacerlo”, se acerca a mí y toma mi mano con fuerza.

“Quiero hacerlo, quiero superar esto.”

“Ya estás viendo al psicólogo, él te ayudará.”

Niego con la cabeza y me inclino hacia delante todo lo que puedo.

Madison se sorprende, sin embargo, no busca alejarse de mí.

La misma sensación de antes vuelve a llenar mi pecho, mi corazón late como un loco cuando la tengo cerca de mí.

“No, quiero que tú lo hagas, nadie más podría hacerlo si no eres tú.»

POV Madison

Juro que he puesto todo de mi parte para mantener la distancia con Alec Fairchild, pero simplemente cada vez se me está haciendo más difícil.

Él me lo pone más difícil.

Repito en mi mente una y otra vez que estoy comprometida, que mi corazón le pertenece a alguien más, sin embargo, no puedo ignorar cómo me revolotean las mariposas en la barriga y mi pulso se pone frenético cada vez que él me toca o me habla bajito con esa voz gruesa que me eriza los vellos de la piel.

He tratado de mentirme a mí misma, diciendo que esas señales de mi cuerpo no pueden ser más que un cariño de enfermera-paciente y nada más.

Quedarme en su casa solo está trayendo ese sentimiento que estoy intentando enterrar en lo profundo de mi ser, a la superficie.

¿Y es que cómo no sentir algo cuando me dice que yo soy la única que podría hacerlo superar sus temores?

Me encuentro distraída mirando hacia el techo del cuarto donde me estoy quedando.

Se supone que mañana empezaremos con el plan para superar su miedo a los perros.

No soy psicóloga ni mucho menos, estudié un poco sobre ello en tercer semestre de la carrera, pero por supuesto, esa no es el área que me corresponde.

Aun así, dado a que él está renuente a que el doctor lo trate en ese aspecto, no me quedó más remedio que pedirle consejo.

«Lo único que puedo recomendarte es que hables con él y tal vez exponerlo de a poco al miedo para que vea que no hay nada de malo en ello…»

“¡Dios! ¿Y si termino empeorándolo todo?”, me pregunto a mí misma en voz alta.

Él confía en mí, pero yo no creo ser capaz de lograr absolutamente nada.

En eso, mi laptop nueva comienza a sonar.

Alec se había encargado de darme una nueva luego de lo del robo, porque hasta eso lograron llevarse los desgraciados.

Para mi mala suerte, todavía no había rastros de ellos ni de mi dinero.

Me siento enseguida y veo el remitente de Liam en el programa. Ya sabía que me llamaría; lo estaba esperando.

Me retoco la herida del pómulo antes de contestar, aunque ya ha pasado una semana y está casi curada por completo.

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