La enfermera del CEO -
Capítulo 73
Capítulo 73:
“¿Vas a curarme?”, pregunta incrédula.
“Está super hinchado tu pómulo, no puedes andar así.»
“Alec, yo soy la enfermera,” refuta, como si fuese obvio que yo no sé lo que hago.
“¿Y eso qué? Esta noche no. Deja que alguien cuide de ti por una vez.»
No pone ningún ‘pero’ más.
Saco un algodón en cotonete y lo mojo en alcohol, luego lo paso con delicadeza por su herida, ella trata de no quejarse, pero sé que está doliéndole.
“Perdí todo el dinero, soy una estúpida, debí dejarlo en el banco,” asegura.
“Ey, no, esto no ha sido tu culpa.»
Suelta un suspiro suave y baja la mirada, así que la tomo suavemente de su mentón y hago que me mire a los ojos.
“Puedo adelantarte el sueldo del otro mes si los necesitas con urgencia.»
“¿Qué? No, Alec, no quiero parecer aprovechada, ni mucho menos que sientas lástima por mí.»
“No es lástima Madison, es tu trabajo, solo te estoy pagando lo que te corresponde.»
Termino de limpiar su herida y le coloco una curita de esas que ayudan a cerrar heridas superficiales.
“Ah, y también te quedarás a vivir permanentemente en mi casa. No voy a permitir que pases una noche más en ese lugar.»
“¡¿Qué?!»
La comisaría no es el mejor lugar para estar ahora.
Tengo demasiadas preocupaciones en la cabeza, mi estómago da vueltas y siento que quiero morirme.
¿Cómo es posible que otra vez lo haya perdido todo?
Creo que me persigue la desgracia, no hay otra explicación.
Alec está a mi lado y es el único consuelo que puedo tener.
Lo veo sacar las cosas del botiquín, creo que pretende curarme.
«¿Vas a curarme?», pregunté, sintiendo mi rostro hinchado como una pelota.
«Está super hinchado tu pómulo, no puedes andar así,» aseguró Alec.
«Alec, yo soy la enfermera,» le recordé haciendo un gesto obvio.
«¿Y eso qué? Esta noche no. Deja que alguien cuide de ti por una vez,» respondió, dejándome en shock con sus palabras.
Nunca antes había considerado la idea de que alguien cuide de mí.
Siempre he sido la que cuida de los demás, desde que era una niña y tuve que encargarme del corazón de mi padre después de que mamá muriera.
No dije nada, simplemente permití que me curara la herida.
El alcohol ardió en mi piel, pero traté de ocultar el dolor mientras un nudo en mi garganta amenazaba con hacer que las lágrimas escaparan.
«Perdí todo el dinero, soy una estúpida, debí dejarlo en el banco,» confesé después de un momento de silencio.
«Ey, no, esto no ha sido tu culpa,» contradijo Alec, tomando mi mentón para hacer que lo mirara.
El contacto de sus dedos en mi piel me hizo estremecer. Mi corazón comenzó a palpitar con ansias mientras escuchaba lo que tenía que decir.
«Puedo adelantarte el sueldo del otro mes si los necesitas con urgencia,» añadió.
«¿Qué?»
Abrí los ojos sorprendida.
«No, Alec, no quiero parecer aprovechada, ni mucho menos que sientas lástima por mí»
Negué con la cabeza, sabiendo que él quería ayudarme pero sintiendo que no sería correcto aceptarlo de esa manera.
«No es lástima, Madison. Es tu trabajo, solo te estoy pagando lo que te corresponde,» respondió con seriedad, aunque sabía que esa idea no sería del agrado de su esposa.
«Luego, también te quedarás a vivir permanentemente en mi casa. No voy a permitir que pases una noche más en ese lugar,» decretó Alec, haciendo que levantara la mirada con sorpresa.
«¡¿Qué?!», exclamé, incrédula.
«No pienses ni por un momento en discutirlo, porque no aceptaré un no como respuesta,» advirtió con determinación.
«Alec, ¿estás loco? Con todo respeto, pero tu esposa no lo aceptará,» repliqué, consciente de las posibles implicaciones.
«Lo que diga Jennifer me tiene sin cuidado,» respondió con firmeza, sorprendiéndome con su actitud.
Pensé en lo que eso significaba.
¿De verdad le importo tanto como para no preocuparse por lo que su esposa pudiera decir?
Pero sabía lo que Jennifer estaría buscando.
Quedarme en su casa sería como darle en bandeja de plata una supuesta prueba de infidelidad, aunque entre Alec y yo no pasara nada.
«No, Alec, lo siento, pero no puedo hacer eso»
Rechacé su oferta.
«¿Entonces qué? ¿Te quedarás a dormir en ese lugar tan inseguro? ¡Es una bomba de tiempo, Madison! Podrían volver, y esta vez no solo robar tus cosas sino hacerte algo peor,» argumentó, recordándome el peligro que enfrentaba.
Reconocí que tenía razón.
No deseaba volver a ese lugar.
Tenía miedo.
Los tres hombres me atacaron cuando llegué y los sorprendí in fraganti. Uno de ellos me golpeó después de que tomé la escoba y los enfrenté.
De nada me sirvió porque lograron escapar con mi dinero.
«No, creo que volveré a Blanco,» mencioné.
«¿Y gastar un montón de dinero en taxis para ir y venir? Siempre dices que soy terco y testarudo, pero ahora eres tú quien lo está siendo,» acusó Alec.
¿Por qué me siento tan molesto de repente?
«Muy bien, aceptaré quedarme en tu casa, pero solo hasta que consiga un nuevo lugar para vivir en Austin,» dije, notando su ligero refunfuño, pero no volvió a discutirme.
El oficial de policía volvió para terminar de tomar mi declaración y poner la denuncia formal, así que nos demoramos en la estación de policía un buen rato más.
Cuando salimos, ya eran pasadas las nueve de la noche.
Me subí al auto de Alec después de que él lo pusiera en posición, y nos dirigimos a su casa.
No puedo creer que de verdad vaya a quedarme a dormir ahí luego de casi estar a punto de renunciar por lo que sé de la esposa.
No sé qué me deparará esto, solo espero no arruinar más las cosas con él.
Cuando llegamos, Patrick fue quien nos recibió.
«¿Mads? ¿Qué haces aquí?», preguntó, sorprendido.
«¡¿Y qué te pasó en la cara?!»
«Es una larga, larga historia,» suspiré.
«¿Me ayudas a bajar a Alec del auto?»
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