La enfermera del CEO
Capítulo 7

Capítulo 7:

¿Cuánta mala suerte voy a tener?

“¿Y eso qué significa?”

“Señorita Jones, el departamento estará inundado por un par de días al menos. ¿Tiene otro lugar donde quedarse?”, preguntó el dueño del edificio por teléfono.

“Ah… no se preocupe, ya veré cómo resuelvo”, respondí, conteniendo mis emociones.

Limpio mis lágrimas y decido volver a entrar.

Me parece raro que su esposa no se encuentre por aquí, imagino que ha salido. Cuando entro, él tiene otra cara, y se ha quitado la sábana.

«Ya estoy listo para salir», anunció como si nada.

Los cambios de actitud de este hombre van a volverme loca.

POV Alec:

No es que quiera ser un completo hijo de la mala madre con ella, es que simplemente hay días en los que no me tolero ni a mí mismo.

Esta mañana mi esposa se fue sin despedirse de mí; como se le está haciendo usual en estos últimos meses.

Ni siquiera me ha contado lo que se habló de la reunión con los accionistas de la empresa el día de ayer, y ni hablar del dolor que estoy sintiendo ahora mismo en mis músculos.

La verdad es que no lo entiendo, se supone que no puedo moverme, que no siento nada, ni siquiera el tacto de una pluma, o la caricia de mi mujer, pero a la misma vez, tengo un maldito dolor crónico todo el tiempo.

Uno que empeoró desde ayer, cuando me caí.

He sido tan irritante que la he hecho salir de la habitación y solo tiene un par de minutos aquí. Admito que se me pasó la mano, un poco tal vez.

Dejo mi celular a un lado para tratar de escuchar lo que está diciendo detrás de la puerta. Me pareció haber escuchado que la llamaron por teléfono.

Estoy un poco lejos, pero todo está tan callado que alcanzo a oír algunas cosas:

«Ah sí, ¿ya arregló el problema?»

«¿Y eso qué significa?»

«Ah… no se preocupe, ya veré cómo resuelvo».

Me intriga saber de qué se trata ese problema que, al parecer, nadie puede resolver por ella.

Escucho que está por volver a entrar y creo que debería darle al menos el beneficio de la duda. Me quito la sábana, y cuando me ve, le digo:

«Ya estoy listo para salir.»

Ella gira los ojos con gracia.

Si no voy a tener otro tipo de entretenimiento en esta casa, creo que tan siquiera puedo divertirme o pasar el rato con esta mujer.

Quién sabe, quizá su vida sea mucho más fascinante que la mía.

«¿De verdad?», pregunta con duda.

«Sí, vamos, apresúrese», presiono.

Madison pasa un brazo por debajo de los míos y el otro por debajo de mis rodillas, y me levanta como si yo fuese un bebé.

Pero, ¿Qué cojones?

Esta mujer debe tomar esteroides, o de plano tiene superpoderes secretos, no es posible que tenga tanta fuerza como para levantar a un hombre de al menos unos noventa kilos.

Admito que he perdido mucho peso después del accidente, en especial en mis piernas, pero no tanto como para ser tan liviano.

Ella intenta no mirarme a los ojos en lo que me pone en la silla, noto el esfuerzo que le causa levantarme así.

Una gota de sudor le aparece en la frente.

Al menos es una señal de que sí es humana de verdad. Creí que me había dicho todo eso del becerro para despistarme, pero me parece que no es mentira.

«¿Está cómodo?»

Indaga, terminando de acomodar mis piernas en los reposapiés de la silla.

«Tanto como puede estar un lisiado.»

«No se diga a sí mismo de esa manera», me reprende.

«¿Y cómo quiere que me diga? No tendré condescendencia conmigo mismo solo para aparentar que no siento lástima. Hasta usted la debe sentir, ¿O no? Pensará: ‘pobre hombre, tan rico, tan increíblemente guapo, y limitado a estar en esa silla para siempre hasta morir'», digo, haciendo una mala imitación de su voz.

«Primero que todo, me imita muy mal.»

«¿Y segundo?»

«No pienso eso. No creo que sea increíblemente guapo.»

Abro los ojos con sorpresa, esa respuesta sí que no me la esperaba.

Madison empuja la silla por la salida hacia el jardín.

El aire fresco da en mi rostro y me hace sentir mejor de cierta manera. Esta mujer me parece mucho más interesante de lo que creí en un inicio.

«¿Cómo es posible que usted no crea eso? Tal vez la silla me ha quitado algo, pero no puede ser que todo.»

«Emm, no bueno, no digo que no lo sea, pero, usted no es mi tipo», balbucea nerviosa.

Enarco una ceja.

Lamento no poder verle la cara en este momento, ella va a mis espaldas y solo puedo escuchar su voz.

¿Qué no soy su tipo?

Yo soy el tipo de todas las mujeres de Texas.

«¿A dónde quiere ir?», pregunta antes de que yo diga algo más.

«¿Has tenido tiempo de conocer la casa?»

«Me temo que no mucho.»

«Ve por esa dirección»

Indico señalando el camino de la izquierda.

«Hoy deseo pasar tiempo frente a la piscina.»

«Muy bien.»

Acelera un poco el paso y me lleva por el camino hasta que llegamos a la gran piscina de la mansión. Necesito averiguar de qué se trata ese problema del que hablaba por teléfono, pero no puedo preguntárselo solo así como así.

La enfermera se detiene al lado de una sombrilla y por un momento se queda impresionada mirando todo el lugar.

«¿Le gusta?»

«¿Ah?»

«¿Qué si le gusta la vista? Es una bonita piscina, ¿No cree?»

«Sí, así es. ¿Desea que le traiga algo? Puedo pedirles a los empleados que le preparen un sándwich.»

«¿Te estás burlando de mí, Madison?», cuestiono.

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