La enfermera del CEO
Capítulo 69

Capítulo 69:

Además de mi padre y Caleb, en realidad no le había dicho a nadie sobre eso. Alec es la primera persona a quien se lo cuento.

Y por alguna razón, no lo sentí como creí que sería. Debería estar feliz por presumir que me casaré, sin embargo, me siento algo melancólica.

«De verdad espero que seas muy feliz con él. Debe ser un gran sujeto si está contigo”.

«Me encantaría que lo conocieras, pero no volverá sino hasta dentro de diez meses”.

«¿Ya no estarás trabajando conmigo para ese entonces?”

«Ah… no, creo que no”.

«Olvidé por completo que no le había dicho eso. Se supone que cuando Liam vuelva, nos casaremos y él proveerá el mayor aporte económico. De hecho, no quería decirle de mi trabajo aquí, porque creí que se molestaría. No obstante, cuando se lo conté, no le pareció tan malo, aunque sé que no confía en la Familia Fairchild”.

«¿Por qué no?”

«En un año mi padre ya habrá podido recuperar toda la granja, de hecho, ya está sembrando de nuevo, pensábamos expandir un poco el cultivo y así establecernos de eso. Ese era el plan, así yo podía volver a estar en casa con Caleb más tiempo”.

«¿No has pensado nunca mudarte a Austin?”

«¿Vivir aquí? No”

Niego con una risita.

“Mi padre está allá, no podría dejarlo solo”.

«Tu padre no estará para siempre, deberías considerar qué harás después de que él fallezca”.

Sus palabras son duras, pero tiene razón. Nunca me había detenido a pensarlo, en realidad no sé que haría si él muriese.

«Supongo que, en ese caso, podría pensarlo”.

Parece que quiere decirme algo, pero se queda callado, entretanto yo termino de bañarlo sin que siquiera me dé cuenta de ello.

Salgo del baño esperando que él termine de asearse. Le doy su tiempo hasta que me vuelve a llamar para que entre a sacarlo.

Cuando lo levanto para ponerlo en la silla de ruedas, inesperadamente la toalla que cubre sus partes íntimas se cae. Mi primer pensamiento es que la última vez que eso pasó, hice escándalo por nada, él todavía llevaba la ropa interior, así que no me detuve a cerrar los ojos.

«¡Madison!”, me grita con las mejillas rojas.

«¿Qué?”

Bajo la mirada y entonces me doy cuenta de que esta vez no está cubierto.

Frente a mí, en todo su esplendor, tal y como Dios lo trajo al mundo, Alec Fairchild está desnudo.

«¡Oh, no!”

Me tapo los ojos y le arrojo la toalla de nuevo a las piernas, pero es muy tarde.

Lo he visto todo.

POV Madison

No sé ni cómo volver a ver a Alec a la cara después de haberlo visto así.

Ahora mismo vamos en el auto de camino a su empresa.

Harry nos lleva en silencio; ninguno de los dos ha dicho nada sobre el incidente.

Todavía me pregunto cómo pude terminar de cambiarlo.

Mis mejillas se sonrojan sin que lo pueda evitar cuando pienso en lo que vi…

¡Dios!

No había imaginado nunca cómo sería su…

Sacudo la cabeza, no, no.

Yo no debo pensar en eso.

«Madison», me llama.

«¿Ah?»

«Ya llegamos, te estoy avisando hace rato.»

«¡Oh! Lo siento, estoy algo distraída.»

Una vez que bajamos del auto en el estacionamiento, lo conduzco hasta el ascensor.

Está vacío, lo peor que me podría pasar ahora, no quiero quedarme a solas con él.

Entramos al pequeño espacio metálico y este arranca de una vez sin hacer ni un solo ruido.

Siento un cosquilleo en el estómago, que en parte es por el ascensor, pero también tiene que ver con mi creciente nerviosismo.

Alec va callado, pero siento que quiere decirme algo.

«Yo…», decimos al unísono.

Él se echa a reír en cuanto ambos decimos lo mismo.

«Habla tú primero», ofrece.

«Lamento lo que pasó, de verdad. No era mi intención.»

«Descuida, creo que ya pasamos el umbral de lo incómodo entre nosotros desde hace un tiempo.»

«¿No te molesta? Creí que estarías como loco por dentro y por eso no me hablabas.»

«No me enoja si es lo que te preocupa.»

¿Acaso está enviándome una indirecta que no logro detectar del todo?

Si no le molesta entonces, ¿Qué es lo que le causa?

Evito preguntarle sobre ello porque no quiero pensar que él está más cómodo de lo que debería conmigo.

Las puertas se abren y entran más personas, que se sorprenden al ver a Alec de nuevo en el edificio. Lo saludan con un ‘buenos días’, y hacen como si nada.

Cuando llegamos al piso de presidencia, ya toda la empresa está enterada de que el CEO está ahí.

«Vamos a la oficina», me dice.

La última vez que estuve en la empresa, no pude reparar demasiado en el lugar.

Alec entra primero y yo lo sigo, la puerta se cierra sola y eso me hace dar un sobresalto, lo veo reírse con disimulo, mas no menciona nada al respecto.

El lugar es bastante elegante, pero a la vez sencillo.

Puedo ver que tiene cosas personales, pero no demasiadas.

La que más llama mi atención es la pelota de béisbol encerrada en un cubo de cristal, firmada por algún jugador.

Él me pilla mirándola y sonríe.

«Es un recuerdo de mi padre», explica.

«¿Era jugador?», pregunto.

«No, fuimos a ver un juego juntos cuando yo tenía como quince años. Ese fue el último que vimos, curiosamente.»

«¿Por qué?»

«No lo sé, después de eso creo que nos distanciamos. Yo me volví un idiota y pues…»

Se encoge de hombros.

“Ya sabes, cosas de adolescente.»

«Sí, tuve varios de esos momentos también. Tengo un tatuaje que hasta el día de hoy mi padre desea borrar», comento con una risita.

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