La enfermera del CEO
Capítulo 67

Capítulo 67:

Siento que este animal ha puesto su objetivo en mí, como si estuviese entrenado para ello.

Doy un paso hacia atrás, finalmente mi cuerpo empieza a responder a los mandatos de mi mente.

Mientras yo retrocedo con la lluvia aún cayendo a cántaros, el perro camina hacia mí gruñendo.

“¡Aléjate de mí!», advierto.

Creo que he cometido un grave error, porque mi grito solo lo ha provocado más.

El perro sale corriendo como desquiciado, dispuesto a despedazarme.

Mi corazón late a mil por hora, doy media vuelta y comienzo a correr para alejarme de él. Hay tanta lluvia que ni siquiera puedo ver lo que tengo delante de mí.

Los ladridos y gruñidos del animal son todo lo que puedo escuchar.

De pronto un par de luces me ciegan de frente. Están demasiado cerca de mí como para que pueda dar marcha atrás.

Todo me pasa en cámara lenta, el momento en que el carro choca contra mi cadera y me manda a volar al otro lado de la calle se siente irreal.

Caigo contra el pavimento golpeando mi espalda de lleno.

Abro los ojos y ya no estoy bajo la lluvia en el piso de aquella calle.

Un montón de personas están sobre mí revisando cada parte de mi cuerpo. No siento nada, ni dolor, ni miedo.

Mis sentidos se apagan una vez más.

Todo es oscuridad.

A lo lejos escucho a un hombre que grita indicaciones. Ponen cosas frías sobre mi pecho. Trato de mover mi cuello y me doy cuenta de que estoy inmovilizado.

“¡Llévenlo a quirófano ya…!»

Todo vuelve a ponerse oscuro. Caigo en un sueño infinito donde solo puedo ver los ojos amarillos acechándome en la lejanía.

“¡No!», grito.

Un *bip* acelerado me deja entrever que estoy en el hospital.

Mi esposa se pone de pie en cuanto me ve despertar.

“Alec, no hagas esfuerzo, quédate quieto», me ordena.

“¡Enfermera! ¡Ha despertado!»

Llama asomándose por la puerta.

“¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?»

“Cálmate, tuviste un accidente, pero ya saliste de peligro.»

“¿Un accidente?», pregunto con desconcierto.

Los recuerdos de esa noche vuelven de golpe a mi mente.

El perro, la lluvia, el carro que no vi.

Respiro aceleradamente, sé que los latidos de mi corazón van a toda velocidad porque el monitor que mide mi corazón está sonando como loco.

El doctor llega a la habitación, no me gusta la cara que trae.

“Has despertado, ¡qué bien!»

“¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?»

“Mmmm, un par de días. Algo normal después de lo que te pasó.»

“ ¿Cómo es que no viste ese auto, mi amor?»

Cuestiona Jennifer.

Tocan la puerta de la habitación, mi abuelo entra con una cara de preocupación, creo que me veo muy mal, para que él tenga que poner esa cara.

“No lo sé, no recuerdo», miento.

¿Cómo podría explicar que un perro rabioso salió de la nada? No me creerían, además, es demasiado vergonzoso.

“Es normal en casos como este», explica el doctor.

“Necesitamos hacerle una evaluación neurológica señor Fairchild. Ha tenido una lesión importante en su columna. Las radiografías que le tomamos nos indican que va desde la Li hasta la Ls.»

“En español, ¿eso qué significa?»

El doctor no responde, levanta la sábana que cubre mis pies y comienza a hacer algo, pero no tengo idea de qué.

No lo veo desde ahí, todavía tengo el cuello inmovilizado.

“¿Sientes eso?», pregunta.

“No, no siento nada, ¿Qué está haciendo?»

El hombre suspira, mi abuelo se echa a llorar como si me hubieran dado una sentencia de muerte.

Es entonces cuando lo comprendo. Intento mover las piernas y me doy cuenta de que no puedo sentirlas, lo que antes estaba ahí, tan básico como respirar, ahora no podía moverlas, no podía sentir nada de nada.

POV Madison

Me quedo en silencio mientras él me cuenta toda la historia. No interrumpo en ningún momento, a pesar de que muchas dudas y preguntas me llegan cada vez que él menciona algo nuevo. Ahora entiendo lo del trauma con los perros.

Si a mí me hubiera atacado uno rabioso, creo que habría reaccionado de la misma manera. ¿Quién no ha visto cujo?

Un perro rabioso no es nada bonito.

Cuando Alec termina de decir todo, se queda en silencio esperando una respuesta de mi parte.

La verdad es que yo no deseo renunciar, no quiero dejarlo solo.

En especial ahora que sé lo de su pasado, su estrés post traumático, y lo de su esposa. Sin embargo, es precisamente por lo de su esposa que también quiero irme.

¿Cómo mirar a esos ojos verdes y mentirle tan cruelmente?

“Gracias por confiar en mí», digo después de un par de segundos de silencio.

“Debes creer que estoy loco, es ridículo todo.»

“No creo que estés loco.»

Él bufa y voltea la mirada hacia otro lado.

Me siento a su lado en la cama y tomo su mano.

“Ey, no creo eso. Y tampoco es ridículo. Tu miedo a los perros es válido, cualquier persona estaría igual.»

“Eso no es verdad. Es absurdo, ¿Quién le tendría miedo a un perro? ¡Vamos! Me atrevería a decir que son los animales más queridos del mundo.»

“Te sorprendería saber cuánta gente les tiene miedo.»

“Aun así, mi accidente fue muy estúpido.»

“Claro que no. Estaba lloviendo, no veías nada y solo querías huir del perro.»

Alec levanta la mirada, puedo ver en sus ojos la tristeza, la vergüenza que siente por todo lo que pasó. Para mí parece una tontería su reacción, pero es normal que él la vea de esa manera.

“Eres la primera persona, además de mi esposa y mi abuelo, que se enteran de esto. Por favor, no se lo digas a nadie.»

“Puedes confiar en mí, no lo haré.»

“Entonces, ¿te quedarás?

Quiero decir que sí de inmediato, pero quizá esta es la oportunidad que he estado esperando, la que me pidió el psicólogo para convencerlo de ir a terapia.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar