La enfermera del CEO
Capítulo 64

Capítulo 64:

“Olvídalo, solo son desvaríos de un viejo soñador. ¿Estás segura de que puedes irte sola en taxi?»

“Sí, no se preocupe»

Aseguro con una sonrisa.

El señor se va y me deja allí frente a la casa de Alec con demasiadas cosas en la cabeza.

Comienzo a caminar para irme cuando escucho su voz llamándome a la distancia.

“¡Madison, espera!”

POV Alec

“¡Madison, espera!», grito desde la puerta.

Creí que me esperaría. La discusión con mi esposa y la repentina intervención de mi abuelo me complicó todas las cosas.

Ella parece no haberme escuchado, porque sigue caminando sin voltear.

Agradezco haber cambiado de silla, de ese modo, puedo darle alcance sin necesidad de estar dependiendo de alguien.

“¡Madison!»

Vuelvo a gritar.

Al fin se detiene, la veo encogerse de hombros, como si hubiera exhalado un gran suspiro.

Se da media vuelta y me sonríe.

“¿Qué sucede?”

“¿Por qué te vas? Creí que hablarías con mi esposa”.

“Te recuerdo que es el cumpleaños de mi hijo, debo volver”.

“Sí, lo sé, pensé que mi abuelo te llevaría”.

“Le dije que yo tomaría un taxi, no te preocupes por mí”.

Hay algo extraño en ella, cambió de pronto como si hubiese algo que me estuviera ocultando.

“¿Todo está bien? ¿Mi abuelo te dijo algo?”

“No, no me ha dicho nada. Es solo que…»

Suspira profundo, no me gusta hacia donde parece ir esto.

“Creo que debería renunciar.»

“¿Qué? ¿Por qué?»

Mi corazón se agita sin que lo pueda controlar.

De pronto la sola idea de que ella se vaya de mi lado me hace sentir una terrible angustia.

“Es lo mejor. Así no habrá más malentendidos con su esposa”.

“No hay ningún malentendido con ella, ya le expliqué las cosas, no va a echarte porque yo no se lo voy a permitir”.

“Alec, créeme por favor, es mejor así. Yo no…»

Me acerco todo lo que puedo a ella y tomo su mano. Sus ojos parecen humedecidos, como si quisiera llorar.

“¿Qué tengo que hacer para convencerte? ¿Te subo el sueldo? ¿Te doy vacaciones si quieres?»

Ella sonríe con amargura y niega repetidamente con la cabeza.

“No quiero nada de eso, ya me pagas más que suficiente, de hecho, me pagas demasiado”.

“¿Ese es el problema? ¿Quieres que te baje el sueldo?”

“No, Alec, no lo entenderías, no puedo, simplemente no puedo seguir trabajando para ti.»

Solo una cosa que ha dicho es cierta, no lo entiendo.

¿He hecho algo mal?

“Madison, no me hagas suplicarte. Voy a perder mi dignidad por ti un momento. Por favor, no me dejes. ¿En dónde voy a encontrar a otra enfermera que sea como tú? Eres la única que me soporta, y la única que ya se ha adaptado a mí”.

“Me la pones difícil si me dices eso»

Admite.

Una lágrima se escapa de sus ojos.

“Si el problema es mi esposa, ella no se va a molestar más. Incluso cree que eres lesbiana, por alguna razón.»

Madison se echa a reír y limpia el llanto de sus mejillas.

“No doy las mejores respuestas cuando entro en pánico y estoy bajo presión”.

“Entonces no te precipites, al menos piénsalo bien antes de decidir renunciar. Por favor.»

Me suelta la mano y pone un poco más de distancia entre los dos, es como si estuviera incómoda incluso de esa cercanía.

“Está bien, lo pensaré”.

No sé por qué, pero presiento que ella ya ha tomado la decisión y no hay vuelta atrás.

“¿Vendrás mañana? No puedes dejarme plantado, Madison”.

“Aquí estaré, no te preocupes,» asegura.

Se despide apresurada, toma el primer taxi que pasa y se va sin mirar atrás, dejándome con la incertidumbre y una incomodidad en la boca del estómago.

No quiero que se vaya, sin ella, mi vida volverá a la monotonía del aburrimiento, creo que podría volverme loco.

Vuelvo a mi casa y justo antes de cerrar la puerta, Mason Rees se aparece de la nada.

“¡Alec!»

“Mason, ¿Qué estás haciendo aquí?”

“Ah…»

Se queda en blanco.

Abre la boca para continuar cuando Jennifer sale de la cocina y lo saluda animada.

“¡Mason! ¡Qué bueno que pudiste venir!”

“Sí, aquí estoy como me pediste,» contesta él.

“Amor, ¿Puedes entretenerlo mientras busco unos documentos de la empresa en el despacho? Era muy urgente, no podía esperar hasta mañana”.

“¿De qué se trata?», pregunto.

Lo dejo pasar, él cierra la puerta y ambos avanzamos hasta la sala, mientras Jen se va a la oficina.

“Nada de qué preocuparse, solo unos documentos contables para poder extender el presupuesto de la sucursal que vamos a abrir en Nueva York,» explica.

“¿La del supermercado?»

“Sí, esa. La entrevista con el señor King salió muy bien, incluso su esposa estuvo de acuerdo”.

“Me parece excelente, sigo pensando que ya debería volver a la empresa. Jen insiste en que me quede en casa a recuperarme, pero ambos sabemos que no pasaré de aquí”.

“Yo opino que deberías hacerle caso a tu esposa, mi amigo,» dice echándose a reír.

“Por cierto, ¿No debería estar esa enfermera guapa cuidándote? La vi irse cuando venía.»

“Hoy era su día libre,» respondo con seriedad.

“¿Pasó algo?»

Su mirada se pasea por la casa, y se detiene donde Jennifer dejó las maletas.

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