La enfermera del CEO -
Capítulo 60
Capítulo 60:
Es hasta ridículo pensarlo, ¿Alec y yo?
Eso nunca podría pasar.
Somos de mundos demasiado diferentes, sin contar el hecho de que está casado, y yo tengo un futuro por delante con Liam.
«¿Entonces por qué lo estás planteando como si fuera una posibilidad?», me pregunto a mí misma en voz alta.
«No estoy haciendo eso, ha sido Liam quien ha sembrado esa idea en mi cabeza,» me respondo en la mente.
…
A la mañana siguiente me levanto muy temprano para preparar la fiesta de Caleb.
Invitaremos a sus compañeritos del colegio, y haremos algo sencillo, nada demasiado ostentoso.
Entre mi padre y yo, decoramos toda la casa con globos y serpentinas.
Decidimos hacerlo de la temática con la que está obsesionado ahora: los superhéroes.
La fiesta comenzará después del mediodía, pero siempre hay mucho que hacer antes de que empiece.
Cuando Caleb se despierta, va dando saltitos de emoción por todos lados.
«¡Feliz cumpleaños mi niño!», le digo con un fuerte abrazo.
«Ya soy un niño grande, ¿Verdad mamá?»
«Claro que sí, tienes siete años ahora, pero para mí siempre vas a hacer mi pequeño bebé.»
Me hace un puchero de disgusto y se va corriendo a jugar a otro lado, donde se encuentra con mi padre que también lo felicita y lo abraza hasta dejarlo sin aire.
«Mady, iré a comprar las cosas que faltan,» avisa.
«Está bien papá, yo terminaré lo último de las decoraciones aquí, ya solo falta una hora para que vengan.»
Mi padre se va y yo me quedo a colgar las guirnaldas en el techo.
No soy muy fan de las alturas, pero tengo que hacerlo.
Coloco la escalera en posición y subo hasta el último peldaño con temor a que en cualquier momento se caiga esta cosa.
Respiro profundo y trato de ignorar el hecho de que estoy como a dos metros de altura.
En eso, Caleb sale corriendo muy cerca de donde estoy.
«¡Caleb, no corras en la casa!», le regaño.
A lo lejos, escucho las ruedas de un auto llegar a la entrada.
No puede ser posible que ya estén viniendo, todavía falta una hora.
Me apresuro a colgar la guirnalda que me queda para poder bajar a recibir a quien sea que haya llegado.
El único problema es que la zona donde quiero ponerla está demasiado lejos.
Cualquier otra persona pensaría en bajarse y reacomodar la escalera, pero la premura de querer hacerlo rápido me hace inclinarme más de medio cuerpo fuera de la escalera.
No es sorpresa que de pronto, pierda el equilibrio.
Al mismo tiempo, alguien abre la puerta, pero no alcanzo a mirar quién es porque mi corazón se ha paralizado.
Pego un grito que me desgarra la garganta, sé que voy a caer directamente contra el suelo, de alguna forma me doy una vuelta para caer de espaldas.
“¡Madison!», gritan mi nombre dos hombres al unísono.
Cierro los ojos esperando el golpe contra la madera del suelo, pero en cambio choco con algo entre duro y blando.
Me aporreo la parte interna de las rodillas y un poco de mi espalda. Quien me sujeta también se queja de dolor.
“¡¿Estás bien?!»
Abro los ojos de golpe porque debo estar alucinando.
O quizá me golpeé tan fuerte la cabeza que morí.
“¡Alec!», exclamo.
Estoy en sus brazos, sobre la silla de ruedas, y detrás de él está Patrick con una expresión de pánico en los ojos.
“¿Estás bien?»
Vuelve a preguntar.
“¿Qué estás haciendo aquí?», pregunto estupefacta.
“Aparentemente, salvo tu vida”, responde con la respiración agitada.
“Mads, ¿te encuentras bien?»
Interroga Patrick también.
Me extiende una mano para que me ponga de pie.
Luego de recuperarme del shock inicial, una nueva sorpresa me deja sin palabras.
¿Qué están haciendo los dos aquí?
Quedo aún más asombrada cuando me doy cuenta de que también ha venido el abuelo de Alec.
Caleb regresa de la parte de atrás y cuando lo ve, sale corriendo con emoción y brinca a sus piernas.
“¡Pudo venir!», le grita dándole un fuerte abrazo.
Alec se echa a reír y lo rodea con sus brazos también.
“¿Lo volviste a llamar?»
Acuso a mi hijo con las manos en la cintura.
“No mami, te prometo que no,» responde.
“No lo ha hecho, yo quise venir por mi propia cuenta,» explica Alec.
“Gracias.»
No sé qué más decir, así que solo me quedo en esa respuesta a secas.
“¿Dónde pongo los regalos?», pregunta el abuelo al entrar por la puerta.
¿Regalos?
Caleb también lo escucha y empieza a pegar brincos de emoción.
Sale sin que le dé permiso a la parte delantera de la casa para ver de qué se trata.
Lo sigo, porque también tengo curiosidad por saber a qué se refiere.
Lo que veo me deja una vez más con los ojos y la boca abiertas.
POV Alec
Me vine a la fiesta de Caleb sin invitación, lo sé, pero no podía quedarme en casa sabiendo que el niño está de cumpleaños.
Es por eso que me tomé el atrevimiento de aparecerme con Patrick.
Mi abuelo, por otro lado, es otra historia.
Él no estaba incluido en mis planes, sin embargo, me descubrió en plena escapada de la casa cuando Patrick y yo intentábamos subir la caja de la piscina a la camioneta.
Insistió en que también debía venir y aportó su granito de arena para los regalos del niño.
¿El resultado?
Lo que Madison está viendo ahora mismo boquiabierta.
Mi abuelo no solo nos trajo hasta acá, también contrató un grupo de animación de fiestas, trajo un colchón inflable, y como se enteró por mi parte de que a Caleb le gustan los superhéroes; contrató al grupo de dobles de héroes de Marvel más famoso de toda Texas.
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