La enfermera del CEO -
Capítulo 53
Capítulo 53:
El aroma es delicioso y me abre el apetito, pero me enoja que nos haya interrumpido justo ahora.
“Antes de eso, debo ir a recoger a Caleb al colegio”, le digo.
“No hija, quédate, yo iré por él, mientras tanto, tú puedes hacerle compañía al señor Fairchild aquí”.
“Me parece bien”, interviene.
Tengo la impresión de que se quiere quedar a solas conmigo.
“Está bien papá. Te esperaremos para comer. Guarda las costillas en el horno apagado y sale a toda prisa. Creo que tiene más ganas de comerse lo que preparó que otra cosa”.
Cuando cierra la puerta y nos quedamos solos, Alec vuelve a retomar lo que estaba diciendo.
“Ok, solo lo diré una vez, después no volverás a escucharlo salir de mi boca. Lamento haber reaccionado como un loco aquel día por lo de mi diagnóstico. Si me prometes que no lo leíste, entonces puedo dejar que te quedes con el empleo. Claro eso si es que no has conseguido algo mejor.»
Suelta todo de golpe y apresuradamente.
Parpadeo un par de veces, sin poder creer lo que me está diciendo.
Es lo que llevo soñando durante estas dos semanas, es lo que más he anhelado y por lo que he perdido el sueño. No puede ser que él de verdad esté pidiéndome eso.
“¿Lo dice en serio?”, cuestiono.
No me lo creo, aunque sé de buena fuente que esto no es un sueño.
“Sí”.
“¡Oh! Alec, ¡gracias, gracias!”
Estoy demasiado contenta como para controlar mis emociones ahora.
Mi corazón brinca de alegría.
Me acerco a él y le doy un abrazo que lo deja paralizado.
“Tomaré eso como que no habías encontrado un trabajo.»
Me echo hacia atrás y entonces su rostro queda frente a frente con el mío.
Demasiado cerca, dado que estoy casi sentada en sus piernas.
Carraspeo mi garganta y busco levantarme de inmediato, cuando lo intento, algo me jala de nuevo hacia él.
“¡Oh no! Me atoré”.
Parte de la tela de mi blusa se enreda en alguna parte de la silla de Alec.
Siento que enseguida mis mejillas se pintan de rojo. La posición en la que estoy me agota, pero no quiero sentarme sobre sus piernas.
“Espera, quédate quieta”, me dice. Intenta desenganchar la tela, sin embargo, parece bien sujeta a donde sea que se atascó.
Volteo la cara hacia otro lado para no rozar su nariz con la mía.
Esto no podría ser más incómodo.
Finalmente escucho como se rasga la tela.
La inercia de liberarme hace que me eche hacia atrás, así que para evitar que me caiga, Alec toma mi mano y me jala hacia él, haciendo que termine por sentarme en su regazo por completo.
Mi cabello cae sobre su cara, lo aparto rápido y por un momento nos quedamos mirando sin decir nada.
“Madison”, susurra.
“¿Ah?
“Levántate de mis piernas.
“Sí, claro”.
Me pongo de pie enseguida, sintiendo la vergüenza más grande del mundo.
“Lo siento”.
Él también carraspea su garganta y mira hacia otro lado con vergüenza.
Mi blusa se ha roto como hasta la mitad de mi abdomen. Me cubro de inmediato con las manos y le hago una seña para que me espere.
Voy corriendo a mi cuarto y me cambio por otra camisa. Cuando regreso, él parece estar ya más tranquilo.
“Gracias de verdad. No se imagina lo mucho que lo necesitaba”, le digo.
“¿Qué cosa?”
“El trabajo, a eso me refiero”.
“¡Oh! Sí, por supuesto, ¿Qué más podría ser?», pregunta retóricamente con una carcajada.
Es una pregunta interesante de todos modos.
Es cierto, ¿Qué más podría ser?
¿Compasión?
Eso es todo lo que él podría sentir por mí.
Es claro que vio mi desesperación, a pesar de que intenté disimularla todo lo posible.
No quiero parecer una necesitada, sin embargo, no puedo dármelas de digna.
“Le juro que no leí ese informe, la hoja se cayó y yo solo buscaba guardarla de nuevo en su sitio”.
“Está bien, te creo.»
El simple hecho de que él me crea me hace sentir bien.
Creo que he vuelto a recuperar su confianza una vez más.
Mi padre y Caleb llegan a los cinco minutos. Los acompaño a servir la comida en la cocina mientras mi hijo entretiene a Alec en la mesa.
“Papá, me devolvió el empleo, ya no me despedirá», le cuento en un susurro.
“¿De verdad?», pregunta en voz baja con entusiasmo.
“¡Sí!», respondo con alegría.
“¡Oh, gracias a Dios!», exclama mi padre elevando las manos al cielo.
«Le serviré más de la mitad de las costillas»
Asegura con una risita.
Volvemos a la mesa para encontrar a Caleb hablando muy animado con Alec.
No sé bien qué es lo que le está contando, hasta que lo escucho mencionar el nombre de Liam.
“¡Ey, Caleb!, ¿Por qué no vas a lavarte las manos antes de comer?»
Este ha sido un día de vergüenza tras vergüenza.
No puedo creer que Caleb le haya dicho a mi jefe la única cosa que no debía saber bajo ningún concepto.
Por suerte, parece que hoy he conocido su lado más benevolente, porque por alguna razón no le importó en lo absoluto.
Y no es que tuviese que importarle, sino que en el contrato que me hizo firmar su esposa, declaraba de forma explícita que no debía tener ninguna pareja o hijos.
“Ok mami», responde Alec con su sonrisa habitual.
“Me estaba contando una interesante historia sobre tu novio. Al parecer le va a traer todas las medallas que gane.»
“Tuve que decirle eso para calmarlo», explico.
Mi padre se queda sorprendido cuando lo escucha hablar del tema, ya imagino el por qué. Afortunadamente lo disimula y no hace ninguno de sus comentarios inoportunos.
“¿En dónde se encuentra exactamente?», interroga.
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