La enfermera del CEO
Capítulo 50

Capítulo 50:

Voy hasta el baño y me doy una ducha con agua refrescante.

Cuando salgo ya cambiada, mi padre está en lo suyo leyendo el periódico. Hacía tanto tiempo que no estaba sin hacer nada, que las manos me pican por estar inactiva. Camino de un lado a otro, pensando, aunque no sé realmente en qué.

«Mady, ¿Quieres calmarte? Ya Caleb debe estar en la escuela», me dice mi padre al ver mi inquietud.

«Lo sé, pero ¿a quién va a presentar en el colegio? Sus compañeros se burlarán de él cuando no tenga a nadie. Estoy convencida de que dijo eso para no causarme más preocupaciones, pero no es justo que siendo tan pequeño tenga que cargar con mis tormentos», le confieso.

«Creo que te estás ahogando en un vaso de agua», responde mi padre despreocupadamente.

«Bueno, sea como sea, prefiero salir de dudas», decido finalmente.

Tomo las llaves de la casa y salgo por la puerta sin esperar a que me dé algún sermón sobre no ser tan sobreprotectora con él.

Es mi único hijo, lo único que me queda de su padre, no puedo permitir que le pase nada malo, así solo sean un par de niños intentando hacerlo sentir menos.

Ya debió haber entrado a la escuela, así que tendré que anunciarme antes con las profesoras.

No demoro demasiado en llegar a pie. Frente al colegio hay algunos carros estacionados, asumo que de los padres de los otros niños.

Una camioneta negra en particular llama mi atención.

Juraría que la he visto antes.

Me encojo de hombros y no le doy demasiada importancia, tal vez sea de algún papá de los niños del salón de Caleb.

Entro a la institución.

Los pasillos parecen estar desolados, pero eso es debido a que todos ya están en sus salones.

La actividad de los papás es lo primero del día; solo espero llegar a tiempo antes de que le toque su turno.

Recuerdo muy bien cuál es el salón de mi hijo.

Me dirijo directamente a su aula, que ya se encuentra con la puerta cerrada.

Lo primero que miro es a la maestra de pie frente a la clase. Hay algunos padres en la esquina, y supongo que los demás están del otro lado.

Me acerco con sigilo, no quiero espantar a Caleb.

Miro disimulada por la ventana de la puerta y entonces quedo en completo shock.

Estrujo mis ojos para comprobar que no estoy viendo una visión.

¿O es que acaso enloquecí y estoy alucinando?

«No puede ser… ¡¿Qué hace él aquí?!», exclamo en voz alta.

Alec Fairchild está allí en su silla de ruedas con una sonrisa, detrás de él está el traidor de Patrick, y mi hijo está a su lado como si lo conociera de toda la vida.

Nunca imaginé que vería algo así, mucho menos que se tomase el atrevimiento de aparecerse como si fuese el padre de mi hijo.

Me siento furiosa, tanto, que ni siquiera me detengo a pensar cómo se enteró él de este evento en primer lugar.

Al frente de la clase un niño está exponiendo sobre su papá.

Termina y todos le aplauden.

La maestra lo felicita y entonces es el turno de mi hijo.

Principio del formulario

Me debato si entrar de golpe, tengo la mano en el picaporte de la puerta, expectante a lo que sucederá.

No importa lo molesta que esté, no puedo entrar así sin causar un escándalo.

Patrick empuja a Alec al frente del salón, mi pequeño hijo camina a su lado y no se ve preocupado o sorprendido de que esté ahí, en realidad, parece muy encantado con la situación.

“Él es Alec Farfarchil”, anuncia Patrick.

Los niños se echan a reír cuando pronuncia mal el apellido.

“Fairchild”, corrige Alec.

“Eso. Todavía no sé decirlo bien, pero bueno, él es como mi amigo grande. Como saben, mi papá murió cuando yo era un bebé. Así que él vino a representar a mi papá hoy. Es un CFO, ¿Saben qué es eso?”, pregunta Caleb a la clase.

Los otros niños niegan con la cabeza.

“Él es el dueño de un gran edificio, y tiene muchas cosas, caballos, muchos carros y hasta una piscina. Por eso lo escogí para ser mi papá hoy”, explica Caleb.

Las tiernas palabras de mi hijo hacen que un nudo se arremoline en mi pecho. Alec sonríe orgulloso, como si de verdad le importase todo lo que está diciendo sobre él.

“Gracias Caleb, tu papá es impresionante”, le dice la maestra.

En ese momento, Alec voltea en mi dirección.

Quizá mi insistente mirada provocó eso.

Cuando me ve en la ventana de la puerta, se le borra la sonrisa y se pone pálido.

Decido no entrar, creo que es mejor esperarlo afuera y no hacer un escándalo.

Salgo hasta afuera mientras aguardo.

Pasa media hora entera antes de que los padres salgan del salón.

Cuando Patrick me ve, también se pone pálido, parece que no le advirtió de mi presencia aquí.

Estoy cruzada de brazos y los miro con seriedad.

“¡Mads!”, exclama Patrick.

“Nada de ‘Mads’”, le respondo.

“¿Qué haces aquí?”, me interroga Alec.

Suelto un bufido.

¿Es en serio esa pregunta?

“No creo que sea yo quien deba responder eso.”

“¿No deberías estar en Austin? En mi casa”, replica Alec.

“Tú deberías estar en el mismo lugar”, refuto.

“¿Por qué estás jugando a ser el papá de Caleb? ¿Cómo supiste de esto?”

“¿Te parece si vamos a otro lado y hablamos más en privado?”, sugiere Alec.

“Bien.”

Camino a su lado hasta el frente de la escuela, la camioneta negra que me pareció reconocer se acerca a nosotros, y entonces veo a Harry en el puesto del conductor.

¡Por supuesto!

Me pareció familiar porque, en efecto, lo es.

“Harry, lleva a Patrick a Austin, cuando termines, vuelve por mí, por favor”, le pide Alec.

“¿Está seguro señor?”, pregunta Patrick.

“Sí, no te preocupes por mí, te pagaré todo lo extra como acordamos.”

Los dos hombres obedecen, el auto se aleja a toda velocidad, dejando varado a Alec conmigo aquí.

“No debió echar a su único medio de transporte.”

“No lo necesitaré ahora. ¿Hay algún lugar aquí donde podamos tomar un café?”

“Ah, sí, pero ¿Por qué no vamos simplemente a mi casa? No sé si el hecho de que medio pueblo me vea paseando con él sea una buena idea.”

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