La enfermera del CEO
Capítulo 5

Capítulo 5:

Tiene unos ojos marrones que parecen profundos, como si escondiese más de un secreto detrás de esas frondosas pestañas.

De la comisura de su labio se asoma una leve sonrisa.

“¿Se encuentra bien?”, pregunta, rompiendo ese momento de tensión entre los dos.

“Sí”, digo a secas mirando el piso.

“Le prepararé ese sándwich y después me iré”.

“No será necesario”.

“¿Ya no quiere el sándwich?”

Cuestiona poniéndose de pie.

“Eso sí, me refiero a que no será necesario que se vaya”.

POV Madison

Alec Fairchild es la persona más insoportable que he conocido jamás.

Realmente estaba dispuesta a irme cuando me echó, pero mi sentido del deber no me dejó largarme así sin más.

No pude.

Sabía que él podía correr un gran riesgo solo, y no me equivoqué, pues cuando volví, lo escuché gritar y caerse.

Lo que pasó después todavía me ha dejado pensando.

No paré de meter la pata una y otra vez.

¡Por Dios!

¡Lo comparé con un becerro!

¿En qué estaba pensando?

De cualquier forma, parece que algo de lo que le dije lo hizo retractarse de sus palabras, porque me dijo que no sería necesario que me fuese.

Conseguí el trabajo, pero ¿a qué costo? Estoy segura de que el señor Fairchild no me dejará las cosas nada fáciles.

Por fortuna no estuve demasiado tiempo a solas con él. Su esposa volvió bastante pronto porque temía que yo no pudiese controlar a su marido, y el enfermero de la noche, que luego supe que se llama Patrick, me reemplazó enseguida.

Ahora estoy llegando al pequeño apartamento que renté en la zona más económica que pude encontrar en Austin.

Me siento agotada, y eso que ni siquiera puedo contarlo como el verdadero primer día.

Me arrojo al colchón, que rechina debido a lo desgastado del metal que lo sostiene.

El departamento apenas tiene unos cuantos metros cuadrados, suficiente para tener un lugar donde dormir, una pequeña cocina y el baño, todo junto en una sola sección.

Me hubiera gustado traer a mi pequeño hijo a Austin conmigo, pero la precariedad de la situación me lo impide, es imposible que podamos vivir cómodos en este lugar. Tuve que rentar algo modesto para poder costear los gastos hasta que reciba mi primer sueldo.

En eso, mi celular suena y doy un sobresalto.

Es mi padre intentando hacer una videollamada.

“Hola papá”, digo con una sonrisa.

“Estás tapando la cámara con tu dedo, papá”

Me echo a reír.

Él no es nada bueno con la tecnología.

“Hija, ¿Cómo estás? ¿Lo conseguiste esta vez?”, pregunta moviendo el celular a todos lados hasta que por fin destapa la cámara.

“Sí padre, lo logré, ya tengo el trabajo”.

“¡Qué bien! ¿Escuchaste eso, Caleb? Tu mamá lo consiguió”.

Mi padre voltea el celular hacia mi niño, que empieza a gritar y saltar de felicidad.

Sopla uno de esos silbatos de fiesta y arroja serpentinas y brillantina al aire al clamor de un:

“¡Yey!”

Su felicidad me hace sentir bien, me hace sentir que debo soportar todo lo que venga, si es por él.

Mi pequeño ángel.

“¿Ya lo tenían preparado?”

“Teníamos las dos opciones, hay un pastel de ‘lo lograrás la próxima vez’”.

“Lo que daría por comerlo”.

“No te preocupes, igual lo comeremos, no podemos dejar que se desperdicie”

Asegura entrecerrando sus ojos al echarse a reír.

Mi padre es un hombre muy agradable, cualquiera que lo viera se enternecería por su dulce mirada, escondida detrás de unas grandes cejas canosas.

Siempre lleva su sombrero amarillo paja para ocultar su medía calvicie.

De niña siempre decía que todo ese pelo se había ido a su gran bigote.

“Disfrútenlo por mí. Pronto las cosas mejorarán. Esta gente que me contrató paga muy bien. Veinte mil dólares al mes no está nada mal”.

“¡¿Veinte mil?! ¡Wow! ¿Quién es al que tienes que cuidar?”, exclama mi padre con sorpresa.

“Es un magnate creo, se llama Alec Fairchild”.

“¿El de industrias Fairchild? Madison, ese hombre es dueño de casi medio Texas, estoy seguro de que incluso una de sus compañías es de alimentos, nosotros le vendemos a ese hombre”.

“¿Qué? No puede ser”.

“Madison, tienes que tener extremo cuidado con él, si te ganas su favor, tal vez pueda ayudarnos”.

Volteo la mirada cuando dice eso.

No creo que me gane su favor después de haberlo insultado y compararlo con un becerro.

“Bueno, igual no será necesario eso, padre, con lo que ganaré al mes tendremos suficiente para pagar las deudas y volver a sembrar”.

“Nunca menosprecies una oportunidad como la que se te ha presentado, Mady, hazme caso”.

Cuelgo la llamada con mi padre poco después de eso.

La verdad, no sé si aguantaré un día, mucho menos un mes.

La foto de mi hijo sale en el protector de pantalla del celular y vuelvo a suspirar.

“Lo hago por ti, Caleb”.

Si me hubiesen dicho lo igual que sería mi hijo a su padre, no lo hubiese creído en aquel momento. Parece su fotocopia, pero en miniatura.

Pensar en él siempre me trae nostalgia.

Hace cuatro años que murió y me dejó sola con un bebé, pero creo que he logrado salir adelante a pesar de las circunstancias.

Me acomodo para dormir, me hubiese gustado hablar con mi prometido, pero son escasos los días en los que podemos comunicarnos, y solo a ciertas horas.

No podré verlo hasta dentro de tres días más al menos, y será en plena madrugada.

Me echo a dormir y caigo rendida en pocos minutos.

Mis ensoñaciones me llevan a recrear los momentos tormentosos que pasé con Alec ese día, y no me dejan descansar.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar