La enfermera del CEO -
Capítulo 47
Capítulo 47:
“Sí, pero está enojado otra vez.”
“No se ha olvidado del evento del colegio, ¿Verdad?”
Mi padre niega con la cabeza.
“No, otra vez ha estado renegando contra Liam.”
Suspiro y termino la taza de una sola vez.
No sé qué voy a hacer con eso.
No me quedará más opción que faltar el último día para poder acompañarlo.
Si me va a despedir, qué más da un día menos.
Mi hijo es prioridad.
“No entiendo por qué simplemente no te casaste con él y ya”, suelta mi padre.
“¿Qué?”
“Liam es militar, llevan dos años juntos, nadie pondría en duda su relación, si te hubieras casado con él antes de que se fuera, ahora estarías recibiendo una pensión.”
“No iba a casarme con él solo por el dinero y lo sabes papá. Si me caso con Liam será porque lo quiero, y no condicionado a un dinero.”
“Mady, hoy estás para hacerte la digna, era necesario.”
“No pienso discutir eso contigo, es mi decisión, yo no quiero estar casada con un hombre que no estará presente nunca, es por eso que le puse la condición de ser su prometida hasta que vuelva, y eso es todo”, digo mientras me pongo de pie visiblemente molesta. Él se da cuenta, así que no dice nada más al respecto.
Liam sí que me lo propuso, para él no era indiferente mi situación económica, pero no puedo aceptarlo de esa manera, sentiría que solo me estoy aprovechando de él y no es lo que quiero.
Voy hasta el cuarto de Caleb, quien ya está profundamente dormido.
Sonrío al verlo y decido acostarme a su lado un rato. Le aparto el cabello de la frente sudada y le doy un suave beso.
Este niño es la luz de mis ojos, mi vida entera, por él haría cualquier cosa.
Mi corazón se arruga de solo pensar que tendré que cambiarlo de colegio, uno estatal, más económico.
Le he causado tantos cambios en estos últimos meses que seguro debe odiarme.
“No te preocupes mi amor, mami buscará la forma de enmendar las cosas. A ti nunca te faltará nada”, susurro.
No sé en qué momento de la noche me quedo dormida.
Despierto cuando siento las sacudidas de Caleb en mi hombro.
“¡Mamá! ¡Mamá, despierta!”
“¡¿Qué?!”
Doy un brinco en la cama, me asusto pensando que ha pasado algo grave.
“Es tarde”, avisa.
Miro el reloj de mi celular, y en efecto, llegaré increíblemente tarde a la casa de Alec.
Me levanto corriendo para lavarme la cara y los dientes; al menos, porque no me dará chance de darme una ducha.
“¡Papá! ¡El colegio!”, grito.
Salgo de la casa y ellos todavía no estaban listos, pero no puedo preocuparme por eso ahora, mi prioridad es llegar a la casa de Alec antes de las siete de la mañana.
Subo al primer taxi que encuentro y le indico la dirección.
De alguna forma el hombre parece entender mi premura, pues llega en cuarenta y cinco minutos a Austin.
También me libré de encontrarme con algo de tráfico en el camino.
Toco la puerta justo a tiempo cuando Patrick está por irse.
“Creí que no llegarías. Ya te dejé todo listo”, avisa.
Se despide de mí y cuando entro a la casa, me quedo como una tonta de pie en el camino hacia la sala, mientras miro como la esposa de Alec está sentada sobre su regazo y se besan.
Ella había vuelto hace algunos días y su humor parecía haber mejorado bastante.
Se estaba volviendo más cariñosa con él otra vez, lo cual me parece demasiado raro.
Ahora, él le acaricia el cabello y se ríe con ella a algo que le ha dicho.
No sé por qué sigo de pie mirando la escena, pero es imposible para mí apartar la vista, y tampoco comprendo el motivo por el cual de pronto mi corazón duele como si le hubiesen clavado un gran puñal.
¿Por qué me importa verlo besando a su mujer?
Es lo normal, ¿No?
Alec se percata de mi presencia y su sonrisa se esfuma.
“Señorita Jones, no la vi ahí”.
Ahora resulta que soy la ‘señorita Jones’, cuando siempre me tutea, aunque nunca le haya dado el permiso.
“Bueno, yo tengo que irme, amor. Nos vemos después”, le dice ella guiñando un ojo.
Trato de no mirar eso.
Cuando ella pasa por mi lado, no puedo evitar mirarla con recelo. ¿Cómo puede tener tantas personalidades esta mujer?
“Buenos días, Alec.”
“Buenos días, Madison. ¿Lista para el día de hoy?
POV Alec
“Señor Fairchild, hoy tengo que cambiarle la sonda”, dice Patrick.
Sin embargo, ni siquiera lo estoy escuchando.
Mañana será el último día que tendré a Madison a mi disposición como enfermera, y por loco que parezca, no quiero que se vaya.
Creo que he cometido un terrible error al echarla. Seguramente ella ya ha encontrado otro trabajo, así que no creo que pedirle que se quede sea una buena idea ahora.
Tengo que aceptar que lo arruiné.
“¿Señor?”
“¿Eh? Sí, sí. Hazlo de una vez para no sufrir tanto”, respondo, tratando de apartar mis pensamientos.
Patrick comienza a preparar los materiales, mientras yo trato de distraerme mirando el celular. En eso, una llamada entra, de un número que no conozco.
Le hago una seña para que espere.
“¿Aló?”
“Hola, ¿es usted el señor Farfarchil?”
La voz es inconfundible, además de esa graciosa manera de pronunciar mi apellido. Es, sin duda alguna, el hijo de Madison.
Lo que no entiendo es por qué me está llamando a esta hora.
La última vez que estuvo aquí, le di una de mis tarjetas de presentación, pero para ser sincero, no creí que fuese a usarlas para algo más que jugar al empresario.
“Sí, soy yo», respondo con una sonrisa.
“Mi mami no sabe que lo llamo, por favor no le diga”.
“No te preocupes, no se lo diré. Ella ya no está aquí de todos modos”.
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