La enfermera del CEO -
Capítulo 44
Capítulo 44:
«Básicamente, sí.»
Levanto la mirada solo para ver que mi padre está rascándose la cara de preocupación.
“No te preocupes papá, encontraré otro trabajo y todo saldrá bien».
“¿Ninguno que te pague veinte mil dólares al mes?»
Nos quedamos conversando un poco más después de eso.
En cierto modo, me alivia haberle dicho la verdad.
Espero a que a Caleb se le pase un poco la molestia, toco la puerta de su habitación solo para encontrarlo pintando un dibujo.
“¿Qué haces?», pregunto.
“Estoy escribiéndole una carta a Liam, ya no quiero que sea más mi papá».
“Caleb, no debes molestarte con él. Está de servicio al país, es un gran honor para él. Prometió que te traería todas las medallas de honor que se gane».
“¿De verdad?»
“Por supuesto. Además, mira, quizá no puedas llevar a tu papá al colegio, pero ¿recuerdas al hombre en silla de ruedas que vino aquel día?», le pregunto.
Él asiente.
“Bueno, me ha dicho que mañana podrás ir y jugar en su mansión. Tiene piscina, caballos y muchos autos lujosos. ¿No querías conocer todo eso?»
“¡Sí!», grita con emoción.
“Entonces, mañana iremos, ¿te parece bien?»
“Sí, yo quiero ir».
“Muy bien, entonces vamos a dormir, para que así, tengas mucha energía para jugar».
Acepta con una sonrisa.
Así de fácil fue hacerlo olvidar su disgusto con Liam.
Ojalá fuese así también con Alec Fairchild.
De todos modos, sin importar lo que pase mañana, tengo que admitir que es un hombre de palabra. Mi hijo se acuesta a dormir, lo cubro con la manta y le dejo su luz de noche encendida.
Estoy agotada, y seguramente mi padre también.
Nos dirigimos a nuestra vieja habitación y ya no me siento tan angustiada.
POV Alec
Sé que solo conocí a ese pequeño niño por unas cuantas horas en la casa de Madison, sin embargo, me enterneció el corazón de maneras que no puedo explicar.
De alguna forma me recordó un poco a mi propia infancia, pero, sobre todo, me recordó esa ilusión que siempre tuve con Jennifer de ser padres.
Cuando nos casamos, intentamos por todos los medios tener hijos, sin embargo, después de más de un año intentándolo sin éxito, acudimos a un especialista, solo para confirmar lo que ya sabíamos: ella es estéril.
Al principio quería creer que era yo el del problema, pero todos mis exámenes resultaban bien. Era Jennifer quien no terminaba de dar resultados concluyentes.
Luego de saberlo, se puso triste, pero lo superamos bastante rápido con otras cosas en nuestra vida.
No le insistí más porque sé que es un tema doloroso para ella, no obstante, no puedo pretender haberlo olvidado del todo.
Siempre fue mi ilusión ser padre, y ahora, ese sueño es otra cosa que me fue arrebatada de golpe.
Si bien el accidente no afectó mi funcionalidad allá abajo, y eso lo comprobé la última vez, no creo que ahora sea apto para ejercer la paternidad.
Volvería a ese hipotético hijo un desdichado, al ver a su padre en silla de ruedas.
Cuando envejezca, tendría que ocuparse de mí, no podría ser por completo feliz o libre.
No.
Yo no puedo ser tan egoísta como para hacerle algo así a una persona que es sangre de mi sangre.
Todavía es temprano, Patrick está ultimando los detalles antes de que llegue Madison con su hijo. Ya estoy listo en la silla, así que le pido que me lleve hasta la sala, ahí es donde quiero recibirlo.
El timbre suena.
Patrick sale corriendo a abrir la puerta y enseguida el silencio sepulcral que había en la casa es reemplazado por la pequeña vocecita de ese niño.
“¡Hola!», grita desde la puerta.
Imagino que es para Patrick.
Los tres se acercan a la sala.
Madison me mira con una sonrisa incómoda, en cambio, el niño parece ignorar que su madre está a pocos días de no volver a esta casa nunca más.
“Hola, pequeño Caleb», digo.
“Hola señor en silla de ruedas», saluda.
“¡Caleb! Te dije que se llama señor Fairchild».
“Disculpe, señor ‘Farfarchil'», pronuncia mi apellido con mucha gracia.
Veo a Patrick tratar de contener una carcajada, al igual que a Madison.
“Mejor dime Alec».
“Ok. ¿Dónde están los carros? Mami dijo que tenías una piscina».
Veo que las mejillas de Madison se sonrojan.
“Ay, perdona Alec, este niño no tiene ningún filtro», se disculpa.
“A mí me parece muy adorable», comenta Patrick.
“Yo tengo que irme, ¡que se diviertan!», dice Madison mientras sale de la casa y nos deja a los tres a solas.
“Antes de ir a ver los carros y la piscina, ¿Qué te parece si desayunamos algo?», propongo.
“En la cocina están haciendo una deliciosa comida, con fresas, hotcakes y miel de maple, ¿Quieres?»
“¡Sí!», responde Caleb emocionado.
“Está por allá, puedes ir yendo.»
El niño sale corriendo y se pierde rápidamente en el pasillo. Madison se para detrás de mí y empieza a empujar la silla.
“Imagino que debes estar lamentándote haberlo invitado. Mi hijo es muy tierno, pero también es muy activo», comenta Madison.
“Para nada, me parece adorable», confieso.
“Tenía que cumplir mi promesa.»
“Gracias, Alec. Por todo.»
Mi boca titubea por un momento, el impulso de pedirle que se quede conmigo, que no se vaya nunca, intenta dominarme.
Sin embargo, me aguanto.
No puedo dar marcha atrás en mi decisión, o quedaré como un tipo incapaz de cumplir sus propias palabras.
Madison es muy buena enfermera, pero no es la única, podré conseguir a otra que se encargue de mí.
‘O es lo que te dices para autoconvencerte’, contesta mi conciencia.
Llegamos a la cocina y ya él está sentado comiendo en la isla.
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