La enfermera del CEO -
Capítulo 42
Capítulo 42:
Sus manos delicadas pasan por cada parte de mi cuerpo, y de nuevo, esa sensación involuntaria de mi corazón acelerándose como un loco me invade.
¿Por qué su tacto me produce esas cosas?
Ella no debería causar ni siquiera cosquillas en mi piel, sin embargo, el hecho de que me toque me produce un cosquilleo en el estómago difícil de ignorar.
Cuando su mano baja hasta mi abdomen, le tomo la muñeca igual que aquella vez.
“No voy a…”, dice en un murmullo.
“Puedo hacerlo solo desde aquí,” aseguro.
Otra parte de mi cuerpo que creí muerta, comienza a reaccionar. Si ella me ve así, a pesar de la ropa interior, sería demasiado vergonzoso.
“¿Seguro?”
“Sí, por favor retírate.”
“Muy bien.”
Sale del baño y suspiro de alivio. No puede ser, ¿Qué es lo que me está pasando con esta mujer?
POV Madison
“Mads, mi amor, todo estará bien”, me dice Liam a través de la pantalla.
“Liam, no lo entiendes, estoy preocupada por ti, eso allá no se ve nada bien”, respondo con lágrimas en los ojos.
“Te aseguro que está mejor de lo que se ve”, intenta reconfortarme.
Las lágrimas fluyen por mis ojos con intensidad.
Ver su carita llena de tierra y hollín me rompe el corazón en mil pedazos, su mirada ya no es la misma, ha perdido la inocencia que lo caracterizaba.
“Ay, hija, no deberías hablar así de tu jefe, él es quien te paga”, me comenta mi padre, que me ha seguido hasta mi cuarto después de escucharme llorar.
“No, papá, no se trata de eso. Es solo que…”, me interrumpe el sonido del celular.
“Por favor, cuídate, si te pasa algo me muero”, le digo a Liam antes de que cuelgue.
“No digas eso, estaré bien. Dale mis disculpas a Caleb, prometo que le daré la medalla de honor que me gane en este lugar”, responde Liam con una sonrisa a través de la pantalla.
Antes de que pueda decir algo más, veo pasar a otro de los soldados con un gran vendaje en el brazo. Desvío la mirada, no puedo pensar más en que está en peligro constante…
Cuando Liam me dijo que iría al ejército, casi nos separamos.
No podía soportar la idea de perder a otra persona que amo, como pasó con el padre de mi hijo. Pero entonces él me aseguró que volvería, y para probarlo, me pidió matrimonio.
Acepté porque quería sentir que había una promesa por medio entre los dos. Un compromiso que me hiciera sentir la falsa seguridad de que volvería, solo por mí.
Ahora no sé si tomé la mejor decisión, quizás lo hice en la emoción del momento.
La felicidad que me embargaba en ese entonces por pensar que me casaría con él.
Sin embargo, me pone triste pensar que Caleb nunca podrá tener un padre cien por ciento presente…
Estoy sentada en la cama recordando toda esa conversación de hace dos noches atrás, mientras le hago los ejercicios y masajes correspondientes a Alec.
Ya el reloj está por dar las siete, y eso solo significa que Patrick está por llegar.
La señora Jennifer se había ido de viaje de negocios ese mismo día que la vi toda golpeada.
Debo admitir que sí pensé que Alec había sido responsable cuando la vi, no obstante, mis sospechas se borraron enseguida al entender que eso era imposible.
Él nunca la lastimaría así, además, tampoco es que pudiese.
Me siento mal por haber pensado lo peor de ella.
Seguramente yo malinterpreté todo el asunto.
Hasta donde sé, la única prueba que tengo de que tiene un amante, es que la escuché decir ‘mi amor’ al teléfono.
Por lo que sé, incluso podría estarse refiriendo a su madre, o su padre.
“¿Madison? ¿Estás aquí?”, pregunta Alec agitando su mano frente a mí.
Sacudo la cabeza y volteo a mirarlo.
“¿Ah? Sí”, contesto con la voz baja.
“Siento que algo te preocupa, pareces estar muy distraída”, deduce Alec.
“Lo lamento, Alec, la verdad es que sí lo estoy”.
“¿Puedo preguntar a qué se debe?”
“Estrés, supongo”, respondo evasivamente.
No quiero decirle que estoy vuelta loca porque ya no tengo trabajo, y no he sido capaz de encontrar otro que ofrezca los mismos beneficios de este.
“Mmmm, por cierto, ahora que mi esposa no está, puedes traer a tu hijo cuando quieras”, me dice Alec con una sonrisa que me resulta difícil de interpretar.
¿Es que no se da cuenta de lo mucho que me lastima eso?
No ha vuelto a mencionar nada sobre no despedirme, los días avanzan y cada vez me queda menos tiempo con él.
Quiero pretender que me duele el dinero nada más, pero sé que no se trata solo de eso.
“Muy bien, lo traeré mañana entonces”, digo, con la esperanza de que tal vez se retracte.
“¡Fabuloso! Lo esperaré”, asegura.
No sé por qué está tan entusiasmado con la idea de que yo traiga a mi hijo.
Tan solo lo ha visto una vez, y sé que Caleb es un niño encantador, pero no me creo que solo ese momento haya sido suficiente para que se gane su corazón.
Al poco rato, Patrick llega y me reemplaza como todas las noches.
Como no tuve forma de convencerlo de lo contrario, no me queda más remedio que ir por mi hijo, así que esta noche no me quedaré en el departamento.
Últimamente la zona por donde vivo se ha vuelto un poco peligrosa. He escuchado reportes de robos en edificios cercanos, por eso, creo que prefiero quedarme en casa de mi padre, y, además, pasar la noche en familia.
Todavía no le he contado que me despidieron, no sé cómo se va a tomar la noticia.
Luego de una hora de viaje, el taxi me deja justo en la entrada de la granja.
Camino el resto del tramo de tierra a pie.
Todo está en completa oscuridad, lo único que ilumina el lugar son las estrellas en el cielo y un tenue bombillo en la entrada de la casa.
Imagino que Caleb me vio llegar desde la ventana, pues abre la puerta de golpe y sale corriendo a recibirme.
“¡Mami!”
Sus pequeños bracitos rodean mi cuello y se encarama a mí como un oso koala.
Que me reciba así, es como un cálido abrazo al corazón.
Lo estrecho con fuerza entre mis brazos.
“Te extrañé tanto, tanto”, le digo al oído.
“Y yo a ti mami. Tienes que venir a ver, en la escuela me pidieron hacer un proyecto de ciencias y el abuelo Beau me está ayudando.”
Mueve sus piecitos con insistencia para que lo baje, lo dejo ir y camino detrás de él. Mi padre se asoma en la puerta con una gran sonrisa.
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