La enfermera del CEO
Capítulo 39

Capítulo 39:

“Seguramente se ha retrasado en la empresa, hoy fue un día ajetreado”, asegura Alec, aunque creo que quiere mentirse a sí mismo.

“¿Por qué no la llama una vez más?”, sugiero.

Ya lo había hecho al principio, pero ella no le contestó. Intenta darse la vuelta en la silla, sin embargo, me doy cuenta de que se le dificulta salir de allí, así que le doy la espalda para darle más privacidad. Eso no impide que escuche los repiqueteos del teléfono hasta que lo manda a buzón.

“No responde”.

Parece no querer sonar preocupado.

Para mí, es obvio que se siente mal porque ella no está aquí.

“No se preocupe, ella vendrá”, miento.

Daría uno de mis riñones si con eso puedo confirmar que está con el amante.

No entiendo por qué le está haciendo esto, si para ella no es importante el día de su aniversario, entonces ¿Para qué se lo recordó en un principio?

¿Y si en verdad le pasó algo y yo estoy aquí pensando lo peor de ella?

“Abre la botella de vino”

Me pide Alec con seriedad.

“¿No debería esperar a que ella llegue?”

“Ya no voy a esperar más. Me parece una lástima dejar que todo esto se desperdicie”.

Empuja la silla lo más cerca posible de la mesa y destapa la comida.

Han preparado un delicioso filete de carne en salsa con ensalada y papas. El estómago me ruge solo de verlo.

“Debería darle una oportunidad más, tal vez llega en cualquier momento, y se molestaría si lo ve a medio comer”, sugiero.

“¿Crees que me voy a comer todo eso? Por favor, toma lo que quieras”, insiste Alec.

“¿Qué? No, no, no podría hacer eso”, rechazo echándome hacia atrás.

“Por favor, no me dejes comiendo solo, te lo pido.

“Sé que puede ser demasiado para ti, estoy exigiéndote horas extras, te lo pagaré junto con tu liquidación del mes”.

“Liquidación del mes”.

Eso solo puede significar que sigue firme en su decisión de despedirme al finalizar estas dos semanas.

Agacho la cabeza con tristeza.

No puedo disimular que no me pone mal la decisión.

Arruiné una oportunidad perfecta para ganar buen dinero.

‘¿De qué te lamentas? Nunca quisiste cuidarlo en primer lugar. No olvides lo testarudo, terco e insoportable que es»’ dice una voz en mi cabeza.

Eso es verdad, pero por alguna razón, suelo encariñarme rápido con mis pacientes, aunque no debería hacerlo.

Dos semanas para mí son suficientes para sentir al menos algo de empatía por él.

“No tengo hambre, pero gracias. Tal vez Patrick quiera un poco”, respondo después de una pausa de silencio.

“Bueno entonces, al menos acéptame la copa de vino”.

Destapa la botella y sirve dos copas, una para él y otra para mí.

Me veo tentada a rechazarla también, pero su cara de melancolía me impide decirle que no una vez más.

“Está bien”.

Tomo la copa y le doy un sorbo.

El vino blanco es dulce y me provoca un cosquilleo en la lengua debido a las burbujas.

“Madison”, dice mirándome a los ojos.

“No he olvidado que le prometí algo a su hijo. No importa lo que haya pasado, esa promesa se mantiene”.

“Señor Fairchild, de verdad no es necesario”, insisto.

“Para mí lo es. Si llega a ser después de las dos semanas, yo la contactaré», le digo a Alec mientras me levanto de la silla.

No quiero preguntarle nada sobre la decisión de mi despido, es evidente que se mantiene en pie. Juego con el borde de mi camisa llena de nervios, el corazón me late acelerado, realmente quiero pedirle que lo reconsidere, sin embargo, algo me lo impide.

“Ahora sí es tarde, señor Fairchild, tengo que irme a mi casa», añado, tratando de ocultar mi incomodidad.

“Lamento haberte retenido tanto tiempo, no ha sido justo para ti», responde Alec con un tono de disculpa.

“No se preocupe, todo está bien. Lamento que su esposa no haya llegado a tiempo. ¿Quiere que llame a Patrick?»

“Solo avisale en qué parte de la casa estoy, ya iré yo después a la habitación», dice Alec, y asiento antes de retirarme de la habitación, sintiendo un nudo en la garganta y unas ganas de llorar que amenazan con desbordarse en este mismo instante.

Me siento como una fracasada, no soy capaz ni de mantener un empleo por un mes.

Mis ojos arden y se empañan, impidiéndome ver más allá.

Me detengo en medio de la sala y apoyo mi brazo en la pared. Trato de controlarme, pero la verdad es que no puedo aguantarlo más.

Este día ha sido horrible.

“¿Madison? ¿Estás bien?»

Patrick sale de improvisto de la habitación de Alec y me descubre llorando.

Limpio mis lágrimas con el dorso de la mano, aunque sé que es inútil, él ya se ha dado cuenta.

“Sí, no te preocupes», respondo con voz entrecortada.

“¿Te dijo algo? ¿Su esposa no ha llegado aún? Creí que ya te habías ido», Patrick muestra preocupación en su rostro.

“No, su esposa no llegó, y no me ha dicho nada malo, no te preocupes. Está en la gruta detrás de la piscina, me pidió que te avisara. Tengo que irme ya», le digo tratando de disimular mi malestar.

Avanzo para alejarme de ahí, pero Patrick toma mi mano y me lo impide.

“No, espera. Dime qué sucede. Sé que no nos conocemos mucho, pero creo que podríamos llegar a ser amigos. Si Alec te ha dicho o hecho algo, debes decirlo», insiste Patrick con amabilidad.

“No es eso»

Confieso, sintiendo un nuevo torrente de lágrimas amenazando con salir.

“Es que… solo estaré aquí hasta fin de mes.»

“¿Qué? ¿Por qué?», pregunta Patrick con sorpresa.

“Me despidió», respondo con tristeza, sintiendo el peso de la humillación.

Patrick lleva una mano a su boca con sorpresa.

“¿Por qué? Creí que se llevaba bien contigo», dice incrédulo.

“Yo no diría que bien», respondo con sarcasmo.

“Cometí un error, nunca me lo va a perdonar.»

“¿Qué hiciste?», pregunta Patrick con curiosidad.

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