La enfermera del CEO -
Capítulo 38
Capítulo 38:
Terminamos el trayecto hasta la casa en completo silencio.
Ella no me volvió a mirar y yo no mencioné nada más al respecto.
Creo que puedo tomar algunas de sus ideas y hacerlas realidad, aunque Jennifer no es de las mujeres a las que le encante la simplicidad.
Tendré que adecuarlo a sus gustos.
Una vez dentro de la casa, me encaminé con la silla hasta la cocina y le pedí a la mucama que preparara una cena especial.
“¿Le hará mi idea después de todo?”
Cuestionó Madison cuando me vio volver de la cocina.
“No tengo más opciones.”
“¿Crees que a ella le gustará que replique la fantasía de otra mujer?”
“No lo haré exacto así, Jen es una mujer sofisticada, me mataría si le pusiera un picnic sobre el césped, dice que es alérgica.”
“¿Entonces?”
“Ven conmigo.”
La hice empujar la silla a través del jardín de la casa, pasando por la piscina hacia el otro lado.
Casi a la cerca de arbustos que colinda con la casa vecina.
Entre más nos acercábamos, más se maravillaba ella.
Se detuvo cuando llegamos a la pequeña gruta que hizo preparar mi padre para mi madre hace muchos años.
Un lugar que ya no frecuentaba desde hace muchos años.
Estar aquí siempre me hace pensar en ellos.
“En este mismo sitio mi padre le pidió a mi madre un futuro juntos.”
“Es bellísimo.”
“¿Crees que le podría gustar cenar aquí?”
“Sin duda, a mí me encantaría.”
Volteé a mirarla, sus ojos resplandecían como dos estrellas en un cielo oscuro. Pareciera que le hubiese mostrado la mayor ilusión de su vida.
“Bueno, espero poder contar contigo para traer todo.”
“Por supuesto, ojalá su esposa lo aprecie.”
Me pareció extraño ese comentario de la nada.
¿Por qué no lo apreciaría?
Evité decirle algo, teníamos poco tiempo antes de que ella llegara.
Mientras pasaban las horas, Madison corría de un lado a otro, junto con los empleados, llevando todo a la gruta para dejarlo listo.
“Solo falta usted”, dijo cuando encendió las últimas velas.
“¿No estoy bien así?”
“Mmm, pues sí, pero tal vez otro traje.”
En eso, el timbre sonó.
Mi corazón dio un vuelco pensando que era Jennifer, pero rápidamente mi cerebro me recordó que ella no tocaría el timbre de su propia casa.
“Yo abro”
Salió corriendo y al poco tiempo volvió con Patrick.
Lo había olvidado por completo.
“Señor Fairchild, buenas noches.”
“Patrick, lo siento, me olvidé decirte que hoy no voy a requerir que estés aquí.”
“¿Qué?”
“Hoy es el aniversario de bodas del señor con la señora”, explicó Madison.
“Oh, me mantendré en la habitación, o si usted quiere, puedo quedarme afuera en la sala. Creo que debería estar aquí en caso de cualquier eventualidad.”
“Patrick tiene razón, señor Fairchild”, secunda ella.
“Mim, bueno, puede ser. Pero por favor, no interfieras”.
“Claro señor, como usted ordene”.
Aprovecho que Patrick está aquí y le pido que me cambie de ropa, así no tendré que volver a pasar pena con Madison.
“Ah, creo que ya no me necesita más, ¿Cierto?”, pregunta con su bolso ya a espaldas.
“¿Puedes quedarte hasta que ella llegue?”, le pido de improvisto.
No estoy muy seguro de por qué le he dicho eso, tal vez son los nervios del momento los que no me permiten quedarme solo, y aunque Patrick esté aquí, no le tengo tanta confianza como para dejarlo ayudarme a calmar mi ansiedad.
“Ah… sí, creo que sí”, dice mirando su reloj.
“Si tiene algo más urgente no se…”
“No”
Interrumpe.
“Puedo esperar, no creo que se demore mucho de todas formas”.
POV Madison
Acompaño a Alec hasta la gruta que preparamos, o más bien, que preparé yo…
Lo noto bastante nervioso, y no es para menos.
Parece que hoy es una noche importante para él.
Es muy extraño para mí haberle ayudado a montar todo esto.
No me siento cómoda con la idea, después de saber que su mujer no lo ama e incluso es capaz de engañarlo y planear una vil bajeza contra él.
Siento que ella no se merece todas estas atenciones. Sin embargo, no pretendo decirle nada a Alec. Me repito una y otra vez que no es mi problema, no debería meterme. El instinto de ayuda que siempre me domina debe ser enterrado en lo profundo de mi ser.
“¿Se encuentra bien?”, me pregunta.
La gruta está cercada por paredes de arbustos, en medio, un hermoso templete con techo convexo de color blanco.
Las cinco columnas que lo sostienen están cubiertas de luces led amarillas que pusimos para asemejar a luciérnagas.
Una mesa en el centro tiene dos bandejas de plata tapadas. Dentro, hay una comida deliciosa que está enfriándose a cada segundo que pasa.
“Sí, todo está bien”
Aseguro, aunque la verdad es que no lo estoy.
Llevamos tres horas esperando a la esposa de Alec y todavía no llega.
Me preocupa que lo vaya a dejar plantado, eso no sería nada bueno para su salud mental.
“¿Segura? Si se tiene que ir, no la retendré más tiempo”, dice Alec.
“No, no se trata de eso. No tengo nada mejor que hacer”.
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