La enfermera del CEO -
Capítulo 37
Capítulo 37:
Aun así, Madison no tuvo pelos en la lengua para enfrentarlos y ponerlos en su sitio, y eso me encantó. Sin embargo, no le digo ni una palabra.
“Ya la reunión terminó, vamos a casa”.
“¿No se irá con su esposa?”
“No, ella todavía tiene que quedarse”.
Salí más tranquilo de allí, luego del informe tan detallado y completo que presentó Mason.
Incluso le calló la boca a mi abuelo, quien no pudo refutar nada ante los datos certeros que había preparado.
“Alec”, llama mi abuelo cuando ve que me estoy alejando por el pasillo con Madison.
“¿Qué quieres ahora, abuelo? Ya estuve aquí, y como podrás notar, todo lo que escuchaste no son más que rumores malintencionados hacia Jennifer. Todo está bien, así que mi presencia aquí no es requerida”.
“Si ya has vuelto, ¿Qué te cuesta quedarte?”
Su pregunta casi me hace perder los estribos.
¿Qué me cuesta?
Me cuesta muchísimo.
El dolor insoportable, las burlas disimuladas e incluso abiertas hacia mí. Es demasiado para soportarlo, no estoy listo todavía.
“Quédate tú si es lo que deseas”, espeto.
“Vámonos, Madison”
“Sí, señor Fairchild.
Es extraño que me diga así, sé que se lo ordené cuando enfurecí, pero ahora me siento raro.
No obstante, no puedo retractarme o quedaré como alguien que no es capaz de mantener una palabra.
Lamentablemente, Madison tendrá que irse cuando acabe el mes.
Estoy por subir al ascensor cuando veo a Jennifer correr hacia mí en el pasillo.
“¡Amor! Espera”, grita.
Se agacha a mi altura y me da un suave beso en los labios.
“No olvides qué día es hoy”.
Me guiña un ojo y se aleja extendiendo una mano y arrojándome un beso al aire.
¿Hoy?
¿Qué día es hoy?
Abro los ojos como platos tratando de recordarlo.
Saco mi celular sin mucho preámbulo y al ver la fecha lo comprendo todo.
¡Maldición!
“Madison, necesito pedirte un favor”.
Entramos al elevador y cuando las puertas se cierran volteo a mirarla.
“¿Qué sucede?”
“Hoy es el aniversario de bodas con mi esposa y lo olvidé por completo”.
“¿Qué?! ¿Y no está molesta?”
“Bueno, no hemos tenido demasiado tiempo para hablar sobre eso, así que tal vez cree que he estado enfocado en la reunión y por eso no le he dicho nada”.
“¿Qué necesita que haga?”
“No lo sé, tal vez ¿una idea? Flores, chocolates, una cena…”.
“Tan básico…”, murmura.
“¿Básico?”
Cuando se da cuenta de que la escuché, sus mejillas se ponen coloradas.
Últimamente se ha puesto así muchas veces, desde ese incómodo encuentro en el baño.
Aunque fue muy embarazoso, debo admitir que también fue algo divertido.
Verla toda empapada de agua e intentando secarme a ciegas.
Solo de recordarlo quiero echarme a reír.
“No… no es… lo que quiero decir es que…”
“Está bien, no te alteres. Sé que no soy el más creativo para ese tipo de ideas”.
“No tiene que ser el más creativo, solo haga algo que a ella le guste”.
Llegamos abajo en el elevador y en todo ese tiempo, todavía no se me ocurre ninguna idea decente para sorprender a Jennifer en nuestro aniversario.
En años anteriores, simplemente la llevaba a cenar al mejor restaurante, o planeaba un viaje de último momento a alguna isla, o al final la sorprendía con un anillo costoso o un brazalete.
Este sería el primer aniversario sin que pueda ofrecerle nada de eso.
¿Qué podría darle que le gustase?
¿Algo tranquilo como una cena en casa?
No lo sé.
Madison me sube al auto en silencio.
Es curioso que no tenga ningún comentario que decir al respecto. A lo mejor está pensativa porque sabe que su tiempo conmigo se agota.
“No se me ocurre nada”, confieso al fin.
“¿Qué te gustaría a ti?”, pregunto.
“¿A mí? No veo cómo eso podría ayudarlo, estoy segura de que su esposa y yo tenemos gustos completamente opuestos, como el día y la noche”.
“Lo sé, es solo como una referencia.”
Ella se encoge de hombros, toma aire y dice apresurando todas las palabras:
“Bueno, mi cita ideal de aniversario sería con una cena preparada por él, y luego ir a comerla a la luz de las velas en un picnic nocturno, rodeados de las estrellas y una música suave que nos recuerde a nuestras primeras citas. Luego, bailaríamos y creo que podría terminar en otro lado, si sabe a lo que me refiero”, dijo desviando la mirada a otro lado al mencionar lo último.
Al volver a mirarme, se dio cuenta de que tenía una ceja enarcada.
“¿Es en serio?”
“¿Qué?”
“Primero, creo que olvidas algo muy importante”, señalé mis piernas con énfasis.
“No podría bailar. Y segundo, ¿te atreves a llamarme a mí básico?”
Ella abrió la boca ofendida y giró los ojos hasta ponerlos en blanco.
“Usted me preguntó qué sería mi cita ideal, no qué haría con usted, así que no me acuse de darle malas ideas. Si no se le ocurre nada, no es mi culpa. Y es mejor que solo las típicas flores y chocolates.”
Ahí estaba la Madison que conocí.
La que siempre tiene un comentario para decir y me desafía a cada segundo.
Creo que se estaba conteniendo por mi reacción en la casa.
“Tienes razón”, admití.
“Olvídalo”.
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