La enfermera del CEO
Capítulo 35

Capítulo 35:

Entra a mi oficina y lo primero que hace es sorprenderse al ver bien vestida a Madison.

“Me alegra que hayas venido al final”, comenta.

“Jennifer”.

“Thomas”, responde ella en el mismo tono.

“¿Dónde está Mason? Me dijeron que te estaba ayudando”, pregunta Alec.

“Debe estar ultimando los detalles de la reunión”, explica Jennifer.

“Muy bien, entonces vamos a la sala de conferencias”, dice Alec.

La tensión entre mi abuelo y Jennifer es clara, nunca ha sido santo de su devoción, pero parece que ahora la detesta más que nunca.

Él sale de la oficina, seguido de Jennifer, y luego Madison me empuja con la silla para salir también. La gente se la queda mirando mientras andamos por el pasillo, y no me sorprende, la impresión que causa es imposible de ignorar.

La sala de conferencias ya se encuentra a medio llenar con los ejecutivos a cargo de las diferentes áreas administrativas de la empresa.

Industrias Fairchild, es un conglomerado que agrupa diferentes trabajos en todo Texas.

Un imperio que fundó el padre del padre de mi abuelo hace más de cien años. Empezó con la industria alimenticia, y cuando el petróleo dio su ‘boom’, entonces incursionó en ello también, logrando así construir un imperio del que todavía podemos ostentar hoy en día.

El más importante ahora es el petrolero, pero también implica que es el más difícil de administrar y manejar.

Cuando los ejecutivos me ven, se quedan paralizados.

“Señor Fairchild, cuánto tiempo… creímos por un momento que había muerto y su esposa nos engañaba diciendo que seguía vivo y tomando las decisiones importantes”, dice Hill, uno de los altos cargos del manejo de petróleo.

“Yo les dije que lo había visto y no quisieron creerme”, añade Patterson, otro ejecutivo.

“Bueno, ya estoy aquí para disipar todas las dudas y ver todos los problemas”, respondo.

“Señor Fairchild, yo me retiraré”, dice Madison de repente.

“Eso no será necesario, la necesito aquí para cualquier cosa, puede quedarse”, respondo.

La reunión da inicio, todos nos sentamos a la gran mesa, conmigo a la cabeza, y Madison a mi lado. El último en llegar es Mason, quien me sonríe con esa típica mirada de picardía suya.

Esperaba que durase al menos una hora, pero para mi desgracia, hay mucho de qué hablar. Cuando miro el reloj, han pasado ya más de dos horas.

“Madison, si quiere puede salir a tomarse algo, esto parece que durará más de lo que pensé”, le susurro al oído.

“Gracias, señor Fairchild”, responde ella con alivio.

Me pongo de pie y me estiro con pesadez, aprovecho para salir de ahí sin mirar a nadie.

La cabeza me duele más de lo que imaginaba.

Es casi medio día, así que el sol está en su punto máximo en el cielo. Los rayos atraviesan los cristales del edificio, y su resplandor hace que mis ojos ardan e intensifiquen el dolor.

Decido ir primero al baño, tal vez echarme un poco de agua fresca en el cabello me ayude a aliviar la molestia.

Esta empresa es increíble, creo que los Fairchild son dueños de todo el lugar. No me sorprende que sea de los sitios más lujosos y elegantes en los que he estado jamás.

Luego de ir al baño y echarme un poco de agua, me detengo un momento a mirarme en el espejo.

Realmente me veo como otra persona, al menos en apariencia, porque sé que estas personas saben detectar rápido que no tengo dinero ni nada especial.

El celular que llevo en la cartera comienza a vibrar.

Contesto, aprovechando que me encuentro en un descanso.

“¿Hola? Papá, ¿Pasa algo?”

“No, nada importante hija, solo te llamo para preguntarte sobre el día de ‘llevar a tu papá al colegio’, será en dos semanas y pues, Caleb estaba ilusionado con llevar a Liam, pero…”

Me doy un palmazo en la frente, es cierto, lo había olvidado por completo.

Liam le había prometido a Caleb que iría, pero al final, le adelantaron el viaje a Irak un mes antes, así que eso ya no podrá ser.

“Ay papá, no lo sé, creo que iré yo en su lugar”.

“Mmm, sabes cómo es Caleb, no querrá que tú lo hagas”.

“¿Y qué quieres que haga?”, pregunto exaltándome un poco.

Siempre que una situación así se presenta me siento terriblemente culpable, aunque ni siquiera sea mi culpa en verdad.

Mi hijo quiere un padre, siempre lo ha anhelado.

Cuando entendió que Liam no es su padre biológico, se sintió muy triste durante semanas.

Un par de chicas entran al baño, así que la privacidad que tenía se acabó.

Tomo mis cosas y salgo de allí en dirección a la cafetería, mi estómago ruge, muero de hambre, aunque sea por algo de tomar.

“Lo siento Mady, no quería molestarte en tu trabajo”, dice mi padre.

“No te preocupes, todavía tenemos tiempo para pensar en lo que haremos, ¿te parece? Déjame pensar con qué podría sobornarlo para que se olvide de ir ese día al colegio”.

“Está bien.”

Me cuelga la llamada, sin embargo, me ha dejado más pensativa y con un incremento en la cefalea. Necesito un café.

Hay una máquina que sirve expresos, solo tienes que introducir una moneda y listo.

El problema es que no sé usarla.

Aun así, hago la fila con la esperanza de mirar e imitar a los demás. Me balanceo en el lugar, nerviosa de arruinar la máquina cuando sea mi turno.

Cuando la tengo en frente, todo lo que vi se borra de mi cerebro. No hay ni una indicación más que dibujos en los botones, y el ‘push’ que es lo único que entiendo.

“¿Necesita ayuda?”, pregunta un hombre detrás de mí.

“Ay, qué vergüenza, no sé usar esto.”

El hombre se echa a reír, se para a mi lado y hace todo el proceso, incluso, es él quien paga.

“¿Americano? Tiene cara de que esos son los que le gustan.”

Levanto el rostro a mirarlo, y al hacerlo, siento que de pronto me pongo completamente pálida.

Es uno de los hombres más guapos que he visto, además de Alec, y por supuesto, mi prometido.

El hombre rubio de facciones rectas y finas me sonríe.

“Sí, esos son los que me gustan”, respondo tragando en seco.

Presiona el botón y el café empieza a servirse.

Al llenarse el vaso, le pone la tapa y me lo entrega.

“Gracias.”

Saco el dinero para pagarle a él directamente, pero me empuja la mano hacia mi cuerpo y niega con la cabeza.

“No es necesario, este corre por mi cuenta.”

Estoy segura de que mis mejillas se sonrojan.

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