La enfermera del CEO
Capítulo 31

Capítulo 31:

“No es de tu incumbencia lo que pase con mis empleados”, espeto.

“Ahora por favor déjame solo”

Mi abuelo avanza los pasos que le separan de mi cama y se planta a mi lado.

“¿Quién te crees que eres? ¿Crees que porque tu padre te heredó la empresa ya no me debes respeto? A mí no me va a temblar la mano para ponerte en tu lugar si hace falta”.

Por mucho que quiera, no soy capaz de levantar la mirada y verlo a los ojos.

Tiene razón.

Me estoy comportando como un imbécil con él.

La furia no me está dejando pensar bien.

“Lo siento abuelo”.

“Jum, así me gusta más. Ahora, ¿Qué pasó con Madison?”

“Lo siento, pero no te metas, te lo pido por favor. La señorita Jones ha sido despedida y no daré mi brazo a torcer”.

“¿Despedida? ¿Qué hizo?”

“Incumplió una clausula del contrato. Yo mismo la vi hacerlo, así que no hay marcha atrás. Que recoja sus cosas, se le pagará el poco tiempo que estuvo aquí”.

“¿Qué clausula? Creo que te estás apresurando, Alec”.

Mi abuelo da media vuelta y sale de la habitación, vuelve al poco tiempo con Madison, quien ya se ha limpiado las lágrimas.

“Baje a mi nieto de la cama, por favor”; le pide.

“Lo haría yo, pero estoy viejo”.

Esa es una excusa barata, bien que no le importó hacerlo el otro día, cuando fuimos a su casa.

Madison duda y me mira a mí, esperando que tal vez yo proteste, pero no diré nada.

La verdad es que prefiero poder moverme al menos.

Me carga y me deja sobre la silla con cuidado, luego da un paso atrás con la cabeza gacha.

“¿Qué fue lo que pasó?”

Cuestiona el abuelo.

“La señorita Jones estaba revisando mis diagnósticos, algo que claramente se le pidió no hacer”.

“Ha sido un malentendido, yo solo estaba organizando los papeles y uno de ellos se cayó, lo recogí para guardarlo y fue cuando usted me vio”, explica.

“Es obvio que has tenido tiempo para pensar en la excusa perfecta”, refuto,

“Alec, deja de atacar a esta pobre chica”, defiende mi abuelo.

“¿Has leído el diagnóstico?”, le pregunta.

“No, le juro que no”.

“¿Ya ves? No hay ningún problema entonces”.

Empujo mi silla por la puerta que da hacia el jardín.

No pienso pasar ni un segundo más aquí.

Claro, tenía que venir a salirle un ángel guardián a la enfermera.

Por alguna razón mi abuelo le tomó aprecio, aunque solo la ha visto una vez en su vida, pero él es así.

Cuando decide que le cae bien una persona, es difícil que lo vea de otra manera.

Pasa lo mismo, al contrario.

Ojalá y le tuviera si quiera una mínima parte de ese aprecio a Jen.

Pensar en ella me hace recordar que esta mañana ni siquiera vino a despedirse.

Escucho a lo lejos lo que Madison le dice a mi abuelo:

“Le agradezco que interceda por mí, pero si el señor Fairchild lo ha decidido así, no hay nada que se pueda hacer”

Tal vez exageré mi reacción, pero ahora no puedo estar seguro de que ella no lo haya leído.

“¡Alec! Detente ahí mismo”

Exige mi abuelo.

“¿Por qué te importa ella? Se busca otra y ya está”

“No te das cuenta, ¿Verdad? Desde que ella te está cuidando, has hecho más cosas en estas dos semanas que en seis meses”.

No quiero voltear a mirarla, pero no puedo negar que tiene razón.

Eso me trae de golpe el recuerdo de lo que pasó anoche.

El bar, yo borracho…

Yo vomitándole encima….

¡Dios!

Creí que todo había sido un sueño.

Retazos de imágenes de haber estado en su departamento se agolpan todas en mi cabeza, produciéndome dolor.

Rememoro haberla visto en ropa interior.

Su cuerpo delicado y esbelto…

Ese sostén color fucsia…

Sacudo la cabeza.

No es momento para dejar que esas imágenes se adueñen de mí.

“No, la verdad no veo ninguna diferencia”

Me niego a darle el brazo a torcer a este hombre.

“Bueno, ya estás bien mayorcito, no puedo imponerte las cosas, pero al menos deja que se quede hasta el final del mes. Recuerda que ella es madre soltera, tiene un hijo por el que ver. No puedes ser tan corazón de piedra y echarla así. Dale tiempo de conseguir otro trabajo al menos”.

Sé que trata de hacerme sentir culpable, y lo peor de todo, es que lo ha logrado.

Tiene razón.

No puedo simplemente echarla así.

“Muy bien…”

“Vuelve entonces, tienes que alistarte para ir a la empresa”.

“¿Qué?”

“¿Te olvidaste de la reunión anual? Es hoy. Y no aceptaré que vaya nadie en tu nombre, ni Mason, ni Jennifer. Te esperaré allá, adelantaré el camino”.

Había olvidado por completo esa reunión.

Me doy cuenta que por más que trate de escapar, no puedo evitar la empresa por siempre.

Suspiro profundo y empujo de vuelta la silla hasta mi habitación.

Madison me espera con las manos entrecruzadas en medio de su abdomen, cual niña chiquita a la que han castigado.

“Agradece la benevolencia de mi abuelo. Te quedarás aquí hasta que acabe el mes. Luego de eso, no quiero volver a saber nada más de ti”

“Alec, yo…”

“Dime señor Fairchild”, corrijo.

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