La enfermera del CEO
Capítulo 30

Capítulo 30:

“Patrick, despierta”

Lo sacudo leve del hombro, aun así, da un sobresalto.

“Madison, ¡no te respondí el mensaje!”, exclama.

“Lo sé, por eso vine corriendo. Creí que algo malo había pasado”.

“No, todo está bien. Todavía es temprano, ¿Verdad?”

“En realidad, ya son las siete”.

“¿Otra vez me quedé dormido? ¡Voy tarde al hospital!”

Se pone de pie de un salto y busca como loco a todos lados, algo que no logro descifrar qué es.

“¿Te irás?”

“Una vez más que llegue tarde y me echarán. ¿Puedes encargarte tú de él?”

“No lo creo, al menos en cuanto a lo que se refiere limpieza y cambio de ropa”.

“Sabes que no es necesario que lo desnudes, ¿Verdad?”

“Lo sé, pero él no quiere que yo lo toque”.

“Tendrá que aceptarlo, o apestará durante todo el día”, dice encogiéndose de hombros.

Sale apresurado de la habitación, dejando todo desordenado.

Suspiro con pesadez.

Tendré que hacerme cargo.

Creo que se lo debo por todo el desastre que causé anoche.

Lo dejo dormir un poco más antes de que despierte malhumorado, y me pongo a acomodar los documentos que Patrick dejó por ahí.

“¿Para qué sacó todas estas carpetas?”, me pregunto en voz alta.

Acomodo por tamaño y voy golpeándolas contra la mesa para que se organicen las hojas sueltas.

Cuando estoy por devolverlas al estante, una de las hojas se sale de la carpeta y cae al suelo.

Me agacho para recogerla y me es imposible para mí no leer lo que reza en letras negras:

[Diagnóstico Psiquiátrico]

Este debe ser su informa por el trastorno de estrés postraumático.

Lo que me recuerda a una cláusula que decía el contrato que firmé cuando acepté el trabajo.

‘Nunca debía leer el diagnóstico psiquiátrico de Alec’.

La razón era desconocida para mí en ese entonces, ahora, no es difícil para mí deducirla.

Es obvio que no quiere que yo sepa el motivo de su accidente, el por qué de su miedo y reacción visceral a los perros.

Abro la carpeta de donde cayó el documento con la intención de guardarlo sin leerlo, sin embargo, es muy tentador para mí no hacerlo.

Tal vez si le doy una leída rápida no hará daño.

Tomo la hoja en alto, estoy de espaldas a Alec, y me siento como una traidora.

‘No, no debería hacer esto, él confió en mí’

“¡¿Qué estás haciendo?!”

El tono de reclamo en su voz me hace sobresaltar.

Sin querer, dejo caer los documentos al suelo.

“Alec…”

“¿Acaso estabas leyendo mi diagnostico psiquiátrico?”

“No… no, yo… la hoja se cayó…”

“No puedo creer que estuve a punto de confiar en ti”

“Alec te juro que…”

POV Alec

Despertar y ver a Madison a punto de leer ese infame diagnóstico hace que la ira nuble todo mi buen juicio.

“¡¿Qué estás haciendo?!”

Cuestiono con una voz autoritaria.

Ella parece asustarse y deja caer al suelo todos los documentos.

Quién sabe cuánto ha estado leyendo sobre mí.

“Alec…”, balbucea.

“¿Acaso estabas leyendo mi diagnostico psiquiátrico?”

“No… no, yo… la hoja se cayó…”

“No puedo creer que estuve a punto de confiar en ti”

Interrumpo sus excusas baratas, porque sé muy bien que son puras mentiras.

¿Cómo osa intentar engañarme cuando la he agarrado con las manos en la masa?

“Alec te juro que…”

“Largo”.

“No es lo que…”

“¡Largo! ¡Vete de mí vista! ¡Estás despedida!”, bramo con furia.

Sus ojos se llenan de lágrimas, como si eso me fuese a conmover.

“Señor Fairchild, le juro que no leí absolutamente nada”, insiste.

Odio tanto en este momento no poder moverme, si al menos estuviera en mi silla de ruedas, podría alejarme de ella para no tener que escuchar más excusas y mentiras.

“¿Es que acaso no entiendes lo que digo? Ve-te”; digo vocalizando cada sílaba.

Un par de lágrimas cristalinas se escapan de sus ojos.

Se agacha a recoger lo que dejó caer y lo pone en la mesa, luego da media vuelta y se va sin decir una palabra más.

Estoy tan furioso que no sé qué hacer.

Aprieto mis manos en puños y las golpeo contra el colchón.

Es todo lo que puedo hacer en este estado de inutilidad total.

La única maldita cosa que pido que no hagan, y nunca pueden cumplirla.

El único que sabe de ese diagnóstico es Patrick.

Claro, ella dedujo parte de eso cuando vio mi episodio de ansiedad.

Me preguntó por el TEPT y no tuve más que decirle que si, pero eso es todo. Ella no puede saber el motivo de mi trauma, no me interesa si la dejo en la calle o si tiene un hijo que mantener, ha cruzado una línea que no puedo tolerar.

De pronto, la puerta de mi habitación vuelve a abrirse.

Pienso que se trata de ella y estoy por vociferar un gran: ‘largo’, cuando veo que se trata de alguien más.

“¿Qué estás haciendo aquí?”

“Alec, vengo a visitarte ¿y así es como recibes a tu abuelo?”

Mala hora en la que tenía que aparecer este viejo entrometido.

“No estoy de humor, por favor vete”.

“¿Qué le has hecho a Madison? ¿Por qué la encuentro con los ojos rojos y llorando como una magdalena?”

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