La enfermera del CEO
Capítulo 27

Capítulo 27:

Me dice con una sonrisa traviesa que me hace arquear una ceja en curiosidad.

Cuando me baja del auto, comprendo a qué se refiere con ello.

No es un restaurante como tal, es un bar, de esos donde venden una gran jarra de cerveza fresca y barbacoa.

“No puedes estar hablando en serio”, protesto, pero su expresión determinada me hace saber que lo está.

“Últimamente ha dicho mucho esa frase, señor Fairchild”, bromea Madison, haciéndome sonreír.

“No me digas señor Fairchild, me haces sentir como un viejo de setenta años”, replico en tono juguetón.

“Yo diría que de ochenta”, responde ella burlonamente.

“No voy a bares”, afirmo, recordando los tiempos en que solía frecuentar lugares así.

“En este lugar, lo van a tratar como a cualquier otro cliente. Y creo que una cerveza no le caería nada mal”

Insiste Madison.

“¿No se supone que deberías decirme que beber alcohol es malo y que no lo haga? Eres la enfermera aquí”, le recuerdo, aunque su propuesta me resulta tentadora.

“Sí, beber alcohol es malo, en exceso. Un poco, por unas horas, no te matará”, asegura con una sonrisa pícara.

“No lo sé”

Dudo, consciente de que Jennifer probablemente no aprobaría esta salida.

“Vamos, te prometo que cuando lo vea un poco tomado, nos iremos”, me persuade Madison.

“No creo que llegue a ese punto”, murmuro, aunque una parte de mí está ansiosa por probar algo de esa libertad que ella parece encarnar.

Ella sonríe victoriosa y comienza a empujar la silla hasta la entrada del bar.

“Identificación”

Nos exige un hombre robusto que custodia la entrada.

“¿Es en serio?”

Cuestiono, sorprendido por la solicitud.

“Sin excepciones”, insiste el guardia.

Madison saca la suya del bolsillo, y tras un breve vistazo, el hombre se la devuelve. Luego, me mira expectante, esperando que le entregue la mía.

“Vamos, amigo, es obvio que ya está mayorcito”,

“Mmm, está bien”

Acepta el sujeto, no sin antes mirarme con detenimiento, imagino que en busca de adivinar si mi discapacidad se limita solo a mis piernas.

Pasamos el primer filtro del bar y nos adentramos en una ligera penumbra.

El lugar huele a cebada fermentada por todos lados.

Al fondo hay una leve música de tex-mex con buen ritmo.

La gente está esparcida por el lugar.

Algunos tomando en mesas, otros juegan al billar y otros más están en la barra.

Madison me empuja hacia una de las mesas libres y en seguida viene una muchacha a pedirnos la orden.

“Dos cervezas por favor”

Cuando la camarera se va, nos quedamos a solas, solo escuchando la música y el bullicio normal del ambiente.

Nadie repara en mí, a nadie le importa que un hombre en silla de ruedas haya entrado al bar.

“¿Por qué haces todo esto? ¿Mi esposa te lo ordenó?”, cuestiono.

“¿Qué? No”

Niega meneando la cabeza.

“Dime algo, ¿Sí no te estuviera pagando, lo harías igual?”

Ella se queda callada y evita mi mirada fija.

Sé cuál es la respuesta que no quiere darme.

Por supuesto que Madison no haría nada de esto por mí, de no ser por el dinero, yo no podría importarle menos.

“No puedo negarle que esto es parte de mi trabajo”, comienza a decir.

“Pero no solo lo hago por el dinero. Me gusta ayudar a los demás, esa siempre ha sido mi debilidad”.

“Bueno, en mi caso particular, estoy seguro de que su lado abnegado no tiene nada que ver”.

La chica nos trae las cervezas.

Le doy el primer trago, de repente ya no me siento tan animado como hace un rato.

Los sentimientos de desesperanza son difíciles de alejar cuando estas convencido de que eres inútil para el resto del mundo.

Madison también le da un buen sorbo a su cerveza.

“¿Puedo preguntarle algo personal?”, dice de pronto.

“¿De qué se trata?”

“¿Por qué piensa que todos están con usted por lástima o interés? ¿Acaso ha tenido tantas decepciones en su vida?”

“Para ser honesto, sí. Han sido pocas las personas que me han demostrado su afecto sincero y sin segundas intenciones, como Jen o Mason”.

“Imagino que debe amar mucho a su esposa”

“Por supuesto, con ella fue amor a primera vista. Hemos estado juntos desde entonces”.

“Y ella también lo ama a usted, ¿Verdad?”

La pregunta me toma por sorpresa.

¿Por qué de pronto parece interesada en saber eso?

Espero que no haya confundido el hecho de que he bajado un poco la guardia con algo más.

“Claro que me ama, ¿a qué viene la pregunta?”

“No, a nada en particular”

Desvía la mirada y le da un gran sorbo a su cerveza, dejando la botella por debajo de la mitad.

La imito y tomo también un gran sorbo.

La verdad es que me he hecho esa misma pregunta desde el accidente.

Jennifer ha cambiado tanto que ya no la reconozco.

Quiero creer que sí me ama, he tratado de justificarla de mil maneras posibles, pero ya no sé ni qué pensar.

Madison y yo continuamos tomando.

Cuando se acaba una botella, pedimos otra, y luego otra.

Ella me dijo que haría que parase cuando estuviera medio mareado, confío en ella.

Aquí dentro ni siquiera mido el paso de las horas, el bar tiene una iluminación algo opaca.

Conversamos de muchas cosas triviales, ella no vuelve a mencionar el tema de mi esposa, y yo no vuelvo a hablarle del padre de su hijo.

Pará cuando caigo en cuenta, ya estoy lo suficientemente mareado como para pedir más y no querer irme.

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