La enfermera del CEO -
Capítulo 24
Capítulo 24:
“Los dejaré solos”
Avisa mi mujer y sale de la habitación.
“Lo sé, me imagino que tienes una vida ajetreada, pero al menos me hubieses llamado, ¿No crees? Perdiste el contacto conmigo después de lo que pasó.“
“Y lo lamento tanto, no era mi intención. Pero ya estoy aquí, y te prometo que te compensaré por todo”
Toma asiento a un lado de mi cama y me mira serio.
“La verdad es que hacerme cargo de la empresa de mi padre no ha sido nada fácil”
“Entonces ¿Cómo piensas ayudar a Jennifer? Industrias Fairchild requiere de mucho tiempo disponible.“
“No te preocupes por eso, ya salí de lo más complicado. Te prometo que le ayudaré en todo lo que haga falta.“
“Mmm”, murmuro.
Hay algo diferente en él.
En ese instante, la puerta de la habitación vuelve a abrirse, pienso que se trata de Jen, pero esa idea se va tan pronto como aparece Madison en la entrada.
“Buenos días”, saluda.
“Buenos días”, contesta Mason con una cara de picardía.
“¿Y quién es esta belleza?”
Las mejillas de Madison se sonrojan en cuanto escucha el halago.
Por dentro algo en mí arde de rabia.
¿Por qué Mason parece tan interesado en ella?
“Es mi enfermera”, contesto con mala cara.
“Vaya, pero ¿estás seguro de eso? Porque parece una bella modelo.”
“Oh, gracias”, le dice ella agachando la cabeza.
“Soy Mason Rees, a tu servicio.”
Se acerca a ella y le extiende la mano para estrecharla, Madison se la entrega y él le da un beso en el dorso de la mano.
“Solo es una enfermera, Mason, no te desubiques”, espeta.
Veo que mi comentario suena desatinado cuando se le borra la sonrisa del rostro a Madison. No sé por qué he dicho eso, no es lo que quise decir.
“Bueno, yo me retiro, te dejo con tu enfermera. Y no te preocupes por la empresa, estará en buenas manos.”
Sale de la habitación dejándome a solas con ella.
“Lamento el comportamiento de Mason, nunca sabe cuándo quedarse callado.”
“No se preocupe señor Fairchild, yo solo soy una enfermera, usted tiene razón.”
Me quedo callado al no saber cómo reparar mi error. La noto melancólica, como si algo no estuviese bien.
“¿Le pasa algo? ¿Su hijo está bien?”
“Sí, todo está bien. Caleb no ha olvidado la promesa que le hizo de venir a conocer sus coches y caballos. No me dejará en paz hasta que se lo cumpla.”
Suelto una risita al recordarlo. Debí saber que la mente de los niños es mucho más retentiva que la de los adultos.
“Lo siento, no quería causarte problemas, pero la promesa que le hice no es mentira. Puedes traerlo cuando quieras.”
“¡¿Cómo cree?! No, su esposa me mataría si se enterase. Prometió que no se lo diría, espero que haya cumplido su palabra.”
“No se lo he dicho, no te preocupes. Tienes razón, no había pensado en ello.”
Me detengo a analizar la situación un momento antes de contestar.
“Mmm, descuida, ya buscaré la forma de cumplirle.”
“Alec, no tiene que hacerlo, a mi hijo ya se le olvidará.”
“Quiero hacerlo. No soy esa clase de hombres que promete algo y luego no lo cumple.”
Madison se acerca a mí para medir mi presión arterial.
Coloca el tensiómetro en mi brazo y enciende la máquina.
Mientras espera, su mirada cabizbaja vuelve.
Estoy seguro de que algo le pasa.
Me atrevo a tomar su mano, ella me mira directo a los ojos.
“No se mueva, o alterará el resultado.”
“Siento que algo no está bien contigo, te ves diferente.”
“Probablemente es porque no dormí bien anoche”, dice mirando el resultado en el aparato.
Anota los datos en un registro que lleva junto con Patrick, suspira y vuelve con un semblante más animado.
“¿Qué quiere hacer hoy? No pensará quedarse en cama todo el día como ayer.”
“Ahora que Mason estará ayudando a Jen, me siento un poco más tranquilo, pero eso no quiere decir que quiera salir de aquí.”
“Vamos, no puede decirlo en serio.”
“¿Alguna vez has ido a cualquier lugar que te parezca común, con una persona en silla de ruedas? Te aseguro que no es nada agradable. El mundo no está hecho para gente como yo.”
«Bueno, no en primera persona, pero no creo que sea tan drástico como dices», respondí con seguridad.
«Te aseguro que sí. ¿Siempre eres así de testaruda? Nunca había conocido a una mujer que me llevase tanto la contraria como tú», replicó, poniendo los brazos en las caderas.
«Eso no significa que siempre tenga razón», le contradije.
«¿Tal vez te has puesto a pensar que no siempre tienes la razón?», me cuestionó.
«¿Qué quiere apostar?», preguntó, interesada en mi propuesta.
«Lo que quiera», respondí sin dudarlo.
«En ese caso, se someterá al tratamiento de estimulación de la médula espinal», propuso.
«Giro los ojos en cuanto lo menciona. Creí que me pediría dinero, o cualquier otra cosa», narré.
«No se vale que su premio sea algo para mí», protesté.
«Dijo que podía pedir lo que quisiera, ¿Se acobardará ahora?», retó.
Aprieto mi puño con duda.
Era astuto, no podía negarlo.
«Muy bien, acepto el trato, pero no te alegres mucho, te aseguro que no ganarás», le dije con determinación.
«Eso ya lo veremos, Alec Fairchild», respondió.
Sin más condiciones, Alec me cargó y me colocó en la silla de ruedas.
Ya Patrick me había dejado cambiada y lista para salir, así que Alec no tuvo que tocarme en ningún momento.
«¿A dónde me llevarás?», pregunté con curiosidad.
«Ya lo verás. Si te lo digo, te predispondrás y no te dejaré ganar tan fácilmente», respondió Alec, empujándome por el pasillo hasta detenerse de súbito.
«Espera, ¿Cómo te llevaré hasta allá?», preguntó, preocupada por mi comodidad.
Me eché a reír.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar