La enfermera del CEO -
Capítulo 21
Capítulo 21:
Llevamos como la mitad del plato cuando de pronto escucho un par de pasos que vienen desde el pasillo.
¿Acaso hay alguien más aquí?
De la oscuridad, emerge un pequeño niño, tendrá a lo mucho unos cinco o seis años.
Va frotándose los ojos con el puñito cerrado y da un gran bostezo.
En seguida me percato de que la rodilla de su pantalón está rota y tiene sangre seca en ella.
“Mami tengo hambre”, dice con voz somnolienta.
¡¿Mami?!
No puede ser.
Volteo a mirar de frente a Madison, que me mira desconcertada.
“Caleb, creí que seguirías durmiendo un poco más”, dice el padre de Madison.
“¡Oh! ¿Y quién es este pequeño campeón?”, pregunta mi abuelo.
Madison se pone de pie y lo toma en brazos.
“Es mi hijo”, responde con los labios fruncidos.
“No sabía que tenía hijos, señorita Madison”; digo mirándola a los ojos.
Puedo darme cuenta del miedo en su mirada, como si eso fuese a cambiar algo para mí.
Imagino que mi esposa se lo pregunto y ella lo negó, porque de otro modo, no le hubiera dado el trabajo.
La primera condición que puso para contratarme a una enfermera es que fuese soltera y sin hijos, para, según ella, que no interfiriese con mis cuidados.
En cierto modo, tiene razón.
Ahora estoy seguro de que la emergencia se trataba de este niño, y quizá su pierna lastimada tiene algo que ver.
“No creí que fuese necesario comentárselo, lo siento”.
“Por supuesto que no era necesario”, habla mi abuelo.
“Tu vida privada no es de la incumbencia de mi nieto”.
“¿Quieres comer?”, le pregunta al niño.
Él asiente y una sonrisa tierna ilumina su pequeña cara.
Se parece a ella, pero la mayoría de rasgos deben ser de su padre.
Casi de forma inconsciente dirijo mi vista hacia su mano, no hay anillo de bodas, de hecho, nunca le vi algo parecido.
Así que, o el padre de su hijo la abandonó, o quizá es producto de una noche de insensatez y ni siquiera sabe quién es.
De pronto, se pone de pie para servirle algo de comida al niño, entretanto, ella le pone una silla alta en la mesa y lo sienta para que alcance.
Su incomodidad es obvia para mí.
“¿Cómo te llamas, pequeño?”
“Caleb”.
“¿No deberías estar en el colegio?”
“Sí, pero me caí y mi mami vino por mí”.
“Tal vez, exageré un poco con lo de la emergencia, cuando la profesora me dijo por llamada que estaba sangrando, pensé lo peor. Por eso me vine corriendo”, explica Madison.
“No te preocupes, lo entiendo”
Beau le sirve el plato al niño y este empieza a devorarlo como si no hubiese comido en mucho tiempo.
Una vez que hemos terminado la comida, mi abuelo se pone de pie para despedirse.
“Bueno, creo que es hora de irnos, tengo que resolver unos pendientes en la ciudad”
Empujo mi silla fuera de la mesa, y cuando lo hago, el niño se queda maravillado.
“¡Mira mamá, mira! Él tiene su propia silla que lo lleva, ¡yo quiero una!”
“¡Caleb!”, reprende.
Tanto mi abuelo como yo nos echamos a reír de su inocencia.
“Lo siento, él normalmente no dice esas cosas”.
“Está bien”
Tranquilizo a Madison.
“¿Te gustaría pasear en mi silla?”, le pregunto al niño inclinándome un poco a su altura.
“¡Si!”
“Bueno pues, un día de estos tal vez puedas venir a mi casa y te puedo llevar, incluso tengo caballos y carros mucho más geniales que esta simple silla”.
“¿Viste mamá? ¿Puedo ir? Di que sí, di que sí”, le insiste jalándole la ropa.
“No debiste decirle eso, ahora no te dejará en paz”, me reprocha ella en un susurro.
Luego le dice a su hijo:
“Muy bien, solo si te portas superbién, haces los deberes y obedeces al abuelo en todo, entonces te llevaré”
“¡Está bien, mami!”, acepta y se va corriendo hasta el otro lado de la casa.
Su inocencia y vitalidad me hacen sonreír.
Nunca imaginé que ella tuviese un hijo, pero la verdad es que conocerlo es lo mejor que me ha pasado hoy.
Thomas se despide de Beau y los tres nos encaminamos hasta la camioneta para volver a la ciudad.
Sin darme cuenta, ya son casi las cuatro de la tarde.
Pasar el día en casa de Madison no era precisamente lo que planeaba hacer, sin embargo, he de admitir que fue agradable.
Ella me asegura en el asiento delantero y se pone atrás luego de dejar la silla plegada en el maletero.
Conducimos en silencio, a medio camino me percato de que se ha quedado dormida, viéndola por el espejo retrovisor.
Se ve tan apacible y hermosa, parece un ángel.
Desvío mi mirada hacia la carretera que pasa a toda velocidad frente a mis ojos.
Por primera vez desde ese accidente, me siento normal, me siento bien, y eso es gracias a ella.
Al llegar, tomo su mano con suavidad, luego de que mi abuelo se baja del auto.
“Madison, despierta, ya hemos llegado a casa”
POV Madison
Tenía terror de que Alec se enterara que tengo un hijo, pero no reaccionó en lo absoluto como yo esperaba.
De hecho, fue bastante tierno con él.
Jamás imaginé que tuviese un lado amable y bondadoso como ese.
Antes de que su abuelo se fuera, me pidió mi número de celular con la excusa de que iba a enviarme unas terapias que consiguió en sus viajes por Europa.
Está convencido de que puede curar la parálisis de su nieto, siempre y cuando él se deje.
“Te pongo como tarea convencerlo de que busque tratamiento”, fue lo último que me dijo.
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