La enfermera del CEO
Capítulo 19

Capítulo 19:

“Señor Fairchild, yo…”

“No se preocupe, no estoy aquí para recriminarle su salida del trabajo”, dice apresuradamente.

Eso no es lo que me preocupa. No quiero que él sepa de mi hijo, o de mi situación, no deseo que me tenga lástima, o peor, que quiera tratarme como si necesitara limosnas.

“En efecto, no se alarme señorita… disculpe, ¿Cuál es su nombre? Mi nieto me lo dijo, pero mi memoria es una cosa seria estos días”, comenta echándose a reír.

“Mi nombre es Madison Jones, señor», digo con cortesía mientras observo al anciano que acaba de llegar.

‘Entonces es el abuelo de Alec. Tiene sentido, se parecen mucho’, pienso para mis adentros.

Mi padre se acerca para asegurarse de que todo va bien y también saluda a los dos recién llegados.

Siento que quiero meter la cabeza bajo tierra cuando veo que mi padre mira a Alec con ojos curiosos. Disimuladamente, le doy un codazo para que deje de hacerlo.

«Señor Fairchild, ya estaba por regresar, no hacía falta que viniese», le digo a Alec una vez que está bien sentado en la silla.

Alec se ha cambiado de ropa, y debo reconocer que se ve mucho mejor con ese traje que con el pijama holgado que siempre lleva, aunque ya había visto mucho más de lo que debí esta madrugada.

«Lo siento, mi abuelo insistió en que debía brindarle mi apoyo», responde Alec, disculpándose por la intrusión.

«Pasen adelante, ustedes»

Invita mi padre con amabilidad.

«Por favor, pasen adelante, es modesto, pero es nuestro hogar».

Por dentro estoy gritando un gran:

No.

Jamás pensé que Alec Fairchild, el hombre de negocios más importante de Texas, pondría un pie en mi casa.

«Gracias», le dice el abuelo, de quien hasta el momento desconozco su nombre.

Empujar la silla sobre la grava resulta mucho más complicado de lo que pensé.

Terminé haciendo demasiados movimientos bruscos y, aunque Alec no dice nada, sé que debe estar padeciendo dolor.

«Aprovechen ustedes, Madison y yo tomaremos algo de aire fresco primero», propone Alec.

No sé cómo, pero de alguna forma siento que nos conectamos por un segundo, porque yo tampoco quiero entrar a la casa.

Los dos caballeros asienten y se van caminando hasta dentro de mi modesta casa. Cuando no están a la vista, me vuelvo a poner frente a él.

«Lamento haberme ido así, pero ya resolví la emergencia», le digo, disculpándome por haber salido bruscamente.

«Yo lamento haberla importunado, no era mi intención venir, en realidad mi abuelo quiso hacerlo. La vio salir de la casa. Mi familia tiene una extraña costumbre de ayudar a sus empleados en cualquier situación de emergencia. Es más bien, una vieja costumbre», explica Alec, agachando la cabeza.

«Oh», le sonrío algo nerviosa, sin saber qué decir.

«Este terreno no es muy bueno para la silla».

«Lo sé, por eso no me gusta salir demasiado. De hecho, es la primera vez que lo hago desde…»

De nuevo se queda a medias con la información. Prometí que no ahondaría en lo que le pasó, pero la curiosidad por saberlo me mata.

«Le diré a su abuelo que ya nos vamos de vuelta, no es necesario que pase más tiempo aquí. Imagino que este lugar no es nada a lo que usted está acostumbrado a frecuentar», le digo, ofreciéndome a llevarlo de vuelta.

«No se equivoque, Madison, no me es indiferente la vida del campo», responde Alec con calma.

«Ya que estoy aquí, tal vez pueda decirme de qué se trataba la emergencia. No veo que haya ningún alboroto».

«Ah, sí, fue una falsa alarma», respondo con las mejillas encendidas, negándome a contarle sobre Caleb.

Él me mira con los ojos entrecerrados, es obvio que se muere por saber de qué se trata, pero debo marcar un límite entre los dos, pasar al ámbito personal es demasiado.

«Bueno, de todos modos, parece que mi abuelo ha decidido ponerse cómodo en su casa. Deberíamos entrar, el sol está bastante fuerte».

Tenía la esperanza de que aceptara irse de inmediato, pero si entra, habrá más posibilidades de que Caleb despierte y lo descubra.

No tengo forma de decirle que no, así que acepto con una sonrisa a regañadientes.

Empujo la silla con esfuerzo hasta que logro desatascarla de la grava y llegamos a la entrada. Su abuelo y mi padre están conversando como si fueran amigos de toda la vida.

«Alec, me comenta este gran caballero que sus cultivos alguna vez se vendieron a una de nuestras empresas de alimentos», dice mi padre, compartiendo información personal sin mi consentimiento.

«¿De verdad?», pregunta Alec, interesado en la conversación.

«Sí, pero eso fue hace muchos años ya», responde mi padre.

«Lamentablemente una plaga ha arruinado nuestra cosecha, ¿No es así, Mady?», me pregunta mi padre, volviéndome a meter en la conversación.

Juro que lo mataré.

¿Por qué está contando todas nuestras cosas personales a dos extraños?

«Sí, pero ya lo estamos solventando», respondo incómoda.

«Ya está por ser mediodía, ¿Qué tal si los invito a almorzar?», ofrece mi padre, ignorando mi incomodidad.

«Por cierto, creo que no les he dicho mi nombre. Soy Thomas Fairchild», se presenta el abuelo.

«¡Ay, Dios mío! ¡Qué modales los míos! Creo que tampoco le dije mi nombre. Yo soy Beau Jones», responde mi padre, riendo.

«No disimulo mi risita. Los dos parecen un par de viejos amigos. Sin embargo, esta invitación me va a salir costando más caro de lo que mi padre cree. En mi mente, solo ruego que digan que no».

“No veo por qué no, mi nieto tiene seis meses encerrado en esa casa, así que un paseo no le viene mal. He escuchado que aquí en Blanco hay unas cascadas que son curativas”.

“Abuelo, no creo que debiésemos importunarlos, ni siquiera deberíamos estar aquí “, contradice.

POV Alec.

“No es molestia, se lo aseguro”, insiste mi padre.

“Papá, ¿Puedes venir a la cocina un momento? Debemos ver qué cocinaremos”

Lo tomo del brazo sin darle oportunidad a que siga abriendo la boca, prácticamente lo llevo a rastras a la cocina.

“¿Qué pasa hija?”

“¿Qué estás haciendo? Papá yo no quiero que Alec sepa nada de mí, ¿Olvidas que Caleb está durmiendo en su habitación? Ellos no saben que tengo un hijo“, susurro con los dientes apretados.

“¿No le dijiste eso en la entrevista?”

“No, tampoco le dije sobre Liam, el requisito era ser soltera y estar disponible”.

Mi padre abre los ojos como platos y por primera vez, se saca el sombrero”.

“Mady, creí que estaba ayudándote, tal vez ganarnos su confianza haría que nos apoyasen más”.

“Papá”, digo con voz quejumbrosa.

“Ya no podemos echarlos. Lo siento Mady”.

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