La enfermera del CEO
Capítulo 16

Capítulo 16:

Volteo desde el asiento trasero y miro a través del vidrio de atrás la casa de Alec mientras nos alejamos.

No puedo creer que le provocara un ataque de estrés postraumático y ansiedad.

Fui demasiado descuidada con las cosas que pasan por la televisión, pero ¿Qué iba a pensar que algo así podría gatillarle un ataque?

Cuando la esposa me dijo que no mencionara nada de perros, creí que era porque los odiaba, pero ahora me doy cuenta que lo juzgué mal.

La intriga por saber el motivo por el cual un simple ladrido o la visión de un perro le causa tal angustia, me carcome.

Necesito saber el por qué, sin embargo, sé que él no me lo dirá. Estoy convencida de que tiene que ver con su accidente, de otra forma, no tendría sentido.

¿Será que lo atacó un perro?

No puede ser, por mucho que un animal te muerda, no causaría esas lesiones en la columna. No, a él tuvo que pasarle algo más.

Voy pensando en todas esas cosas mientras el taxista conduce a la velocidad máxima permitida.

De Austin a Blanco se demorará una hora en llegar, y luego al volver, me demoraré otra hora más.

Lo único que ruego al cielo, es que mi hijo esté bien, y que no haya pasado nada malo, de lo contrario, no creo poder cumplir mi promesa de volver antes de que su esposa llegue, y entonces, podré ir despidiéndome del trabajo soñado, al menos por la paga.

Siento que el viaje se demora una eternidad, pero al fin llego hasta mi pequeño pueblo natal.

Blanco es un sitio muy pintoresco y tranquilo. Lleno de áreas verdes y granjas por todos lados, sin mencionar el famoso parque con sus cascadas y riveras.

Estar aquí se siente bien, aunque sea por un par de horas.

Lamentablemente mi visita no es de placer. Le pido al hombre que me deje en la escuela estatal y me bajo de inmediato.

Al bajar, me doy cuenta de que mi padre ya se encuentra ahí.

“¡Papá!”, grito y corro hacia él.

“¡Mady! ¿Qué haces aquí?”

“El colegio me avisó, ¿Dónde está?”

“Justo están por traerlo, pero no ha sido nada grave, has debido dejar que yo lo maneje. No sabía que el colegio te había llamado”.

“Siempre me avisan papá, y por lo que veo, tú no ibas a hacerlo”.

De dentro de la institución, sale una maestra, y a su lado, mi pequeño niño, Caleb, con sus ojos enrojecidos y un poco de sangre seca en la rodilla del pantalón.

“¡Mamá!”, exclama cuando me ve.

Sale corriendo, sin importar la herida en su rodilla. Lo recibo con los brazos extendidos y lo levanto del suelo.

“¿Estás bien? ¿Qué pasó?”

“Solo se cayó y se raspó un poco la rodilla, como le dije por teléfono”, señala la maestra.

Creo que tal vez exageré un poco lo que escuché.

“¿Fue solo eso, mi amor?”, le pregunto a Caleb.

“Sí mamá, la enfermera del colegio me puso una crema y me dio una paletita”, confirma él con una sonrisa.

Lo envuelvo en mis brazos con fuerza y suspiro de alivio.

Realmente había escuchado una catástrofe por el celular, pero supongo que fue debido a los nervios de madre.

“¿Lo ves? Te preocupas por nada, no debiste irte del trabajo”, dice mi padre.

“Gracias maestra, ¿Se tomará el día por hoy?”

“Sí, no se preocupe, mañana podrá ponerse al día con las actividades”.

“Gracias”, repito.

Cargo el pequeño bolso de mi hijo y él lo lleva del otro lado de mi brazo.

Mi padre me mira con la esperanza de que le dé algo para llevar, pero no puedo dejar que cargue peso con su edad.

Niega con la cabeza un par de veces antes de rendirse, sabe que no lo permitiré.

“¿Cómo pudiste salir del trabajo? Creí que estabas cuidando al CEO Fairchild”.

“Él me dio el permiso, padre”.

“¿De verdad? Vaya, es un hombre muy bueno entonces”.

Bufo sin disimulo, Alec puede ser muchas cosas, pero ‘un hombre muy bueno’, no creo que entre dentro de esa lista de cualidades.

“¿No lo es? Te dejó venir apenas teniendo tres días de trabajo con él, otro en su lugar no te hubiera dejado, mucho menos él que necesita de ti para todo”.

Si Alec supiera de lo que lo salvé esta mañana, seguramente estaría muy agradecido.

Rememorarlo me da escalofríos.

Tuve que mentirle a la policía, a la esposa, e incluso a él mismo.

¿Cómo iba a decirle que su mujer intentó tenderle una trampa?

¿Cómo iba a explicarle que contrató a una mujer de la noche para que lo desnudase y le tomara fotos comprometedoras?

No, definitivamente no soy capaz de causarle tanto dolor. No creo que ningún hombre quisiera saber que su esposa es capaz de semejante atrocidad.

Y sé que él la ama, ella en definitiva no se lo merece.

Pensar en eso me hace recordar nuestra conversación en el pasillo.

Se la veía muy nerviosa, estaba convencida de que yo había visto algo, y no se equivocaba, pero no podía dejar que supiera, de lo contrario, tendría que explicar muchas más cosas de las que no quiero hacerme responsable.

Además, debo reconocer que nada de eso es mi problema, por eso le sostuve la misma versión que le dí a la policía.

De lo que sí estoy segura, es que tengo que proteger a Alec, de alguna manera debo hacerle saber lo que su mujer está haciendo, sin que se dé cuenta de mi intervención. No porque se merezca mi ayuda, sino porque como persona, me rehúso a ser cómplice de algo así.

“Tampoco es un completo inválido, papá. Solo está paralizado de las piernas para abajo”.

“Pobre hombre, me imagino el infierno que debe estar sufriendo, al menos tiene a su mujer, me pregunto si se le pa…”

“¡Papá!”

Recrimino antes de que siga hablando.

“¿Qué?”

“No preguntes esas cosas, mucho menos frente a Caleb”.

Mi hijo ya iba medio dormido en mis brazos, aun así, no es un tema apropiado para hablar frente a él.

“Lo siento, es que me dio curiosidad”

Una curiosidad razonable, no es que yo misma no me lo haya preguntado.

Funcionalmente hablando, no debería tener ningún problema, pero estoy segura de que Alec y su esposa sí quieren y se han besado desde que está así.

Esa mujer no lo quiere.

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