La enfermera del CEO -
Capítulo 15
Capítulo 15:
Madison sale corriendo y vuelve a los pocos minutos.
Me pone una mascarilla de oxígeno en la cara y me hace respirar.
“Vamos, respire”, ordena.
No consigo calmarme, esto es horrible, soy prisionero de mí mismo, en mi propio cuerpo.
Entonces, de la nada, Madison se sienta en mi regazo y me envuelve con sus brazos. Aprieta con fuerza, haciendo que yo mismo me envuelva con las manos.
“Todo estará bien, tranquilo”, susurra.
Por alguna razón, su voz y su abrazo me hacen sentir seguro, causan un efecto en mí que me relaja mucho más que cualquier pastilla que pueda tomarme.
Lentamente vuelvo a recuperarme, hasta que ella me suelta.
Le sostengo la mirada por un rato, cuando está por ponerse de pie, tomo su mano y la detengo.
“No te vayas todavía”, le pido en voz baja, después de haberme quitado la mascarilla de oxígeno.
Madison se queda mirándome fijo, tan cerca de mi rostro, que puedo sentir la calidez de su respiración en mi rostro.
No sé cuánto tiempo nos quedamos así, hasta que ella rompe el silencio:
“¿Se encuentra bien?”
“Sí, gracias.”
Baja la mirada e intenta levantarse de nuevo, esta vez no la detengo.
“Lamento mucho haberle causado…”
Deja la frase al aire, al no saber qué decir.
“No ha sido tu culpa.”
“Alec, ¿tienes estrés postraumático?”, pregunta sin rodeos.
“Su esposa no me habló de eso”.
“Creí que estaba mejor, hacía varias semanas que no tenía un episodio”, contesto a secas.
“¿Está bajo tratamiento psicológico?”
“No, lo suspendí. Y ni se te ocurra decirme que quieres que lo retome, no lo haré.”
“No iba a hacerlo”, comenta.
Estoy por decirle algo cuando su teléfono suena.
“Lo siento, lo apagaré”, dice.
Sin embargo, cuando ve el remitente en la pantalla, parece que es algo importante. Me mira como pidiendo permiso para contestar.
“Adelante.”
Contesta de inmediato y sale corriendo para que yo no escuche.
Cada vez me intriga más esta mujer.
La forma en la que logra que me calme de un ataque de ansiedad es algo que ni siquiera mi esposa ha podido conseguir.
Sacudo la cabeza para no pensar en ello.
Me harté de quedarme aquí a sentir pena por mí mismo, hoy iré a la empresa, a pesar de lo que me dijo mi esposa, no puedo esperar a Mason.
El único problema es que tendré que dejar que ella me bañe.
No puedo ir así a la empresa.
Pasan cinco minutos hasta que ella vuelve, sin embargo, su cara ya no es la misma, la preocupación que surca por su frente es evidente.
Esa llamada, de quien sea que fuese, la afectó.
“¿Todo está bien?”, pregunto.
“La verdad es que no, necesito pedirle permiso para irme, ahora mismo”.
“¿Qué, ahora? No puede irse ahora, señorita Jones”.
“Por favor, se lo suplico, es una emergencia. Le prometo que lo compensaré con más horas, le supliré un turno a Patrick si es posible, lo que sea. Necesito irme”.
“Al menos dígame de qué se trata la urgencia”.
“Es un asunto familiar y personal.”
La detallo de arriba abajo, no parece que me esté engañando como hace un rato con esas excusas baratas de la ladrona.
El único problema es que no quiero dejarla ir.
“¿Volverá? Debe hacerlo antes de que vuelva mi esposa”.
“Le prometo que lo haré lo más pronto posible, en cuanto resuelva el asunto.”
No quiere decirme de qué se trata, y lo peor es que me muero de curiosidad por saber qué es.
“Muy bien, pero no se vaya así, tenga esto“
Empujo la silla hasta el cajón del centro de entretenimiento y saco un poco de dinero que siempre tengo escondido ahí para emergencias.
“Si es algo muy urgente, lo necesitará.”
“Alec, no puedo acepta…”
“No aceptaré yo un no como respuesta, téngalo, por favor.”
Esta mujer tiene un lado vulnerable que no había notado antes, y me hace sentir un poco culpable por haberla juzgado tan duramente antes.
Quizás su vida no sea tan perfecta como aparenta.
Respiro hondo y le entrego el dinero.
No sé qué clase de emergencia tiene, pero claramente es importante para ella. Espero que todo esté bien.
POV Madison
No quería dejar al señor Fairchild solo cuando apenas son las ocho de la mañana, pero la llamada que he recibido requiere que deje todo de urgencia.
Salgo apresurada de la casa y tomo el primer taxi que veo. No pensaba aceptar su dinero, sin embargo, debo reconocer que me viene bien para la situación.
Cuando eres madre, es una de esas llamadas que no quieres recibir.
Del colegio de Caleb me habían marcado para decirme que le ha pasado algo grave.
Sinceramente no pude escuchar más allá de eso; mi mente voló muy lejos creando terribles escenarios en mi cabeza.
Agradezco que Alec fuese comprensivo y me dejase ir, de otro modo, no sé qué hubiera hecho. Sé que él quería que le dijese lo que está pasando, pero cuando entré al trabajo no mencioné que tuviera hijo, y la verdad es que no quiero que eso afecte su decisión de dejarme en el puesto o no.
Antes de subir al taxi, veo aun hombre ya bastante mayor bajarse de una gran camioneta negra. Estaciona justo frente a la casa y me parece que va en dirección a la puerta.
No lo detallo más allá de eso, pero él sí se percata de mi presencia, pues nuestras miradas se cruzan por un breve momento.
“Lléveme a Blanco,“ pido al taxista.
“Eso va a costarle,“ advierte.
“Sí, lo sé, no importa.”
El taxista me da una miradita de precaución antes de decidir si arranca o no. Pone en marcha el vehículo y nos vamos de una vez.
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