La enfermera del CEO -
Capítulo 147
Capítulo 147:
Veo al juez dudar un poco, el abogado de la defensa no parece estar de acuerdo, pero no dice nada.
“Bien, dentro de tres días se dará el veredicto final si no aporta nada más», decide el juez.
Se pone de pie y sale de la sala sin darle mucha importancia.
El abuelo de Alec me hace una seña para que me levante de ahí.
A lo lejos, miro a Liam y a mi padre, quienes tienen la misma cara de consternación que yo. Salen primero, así que me quedo un momento con Viktor y Thomas.
“¿Por qué demonios dijiste eso? ¿Y por qué no me lo comentaste antes?», exige saber el abogado.
“No agobies a la muchacha, he sido yo quien le ha dicho que haga eso», interviene el abuelo.
“¡¿Qué?! ¿Te das cuenta de lo que has hecho? Este juicio está perdido, no tenemos absolutamente nada que contradiga esa evidencia, y lo que es peor, ahora parece que quieren conducirla a un intento de homicidio», protesta el abogado.
«Eso era lo que yo quería, Turner. Claro que me doy cuenta», afirma el abuelo.
«¡Increíble! ¿Y entonces para qué estoy yo aquí? ¿Estoy pintado? Debiste decirme lo que pensabas hacer desde un principio», reclama el abogado.
“Esta era la única forma de que Alec se diera cuenta de la verdad. Nunca fue mi intención ganar este juicio, solo quería un precedente para lo del divorcio de mi nieto», explica el abuelo.
El abogado bufa y brama improperios entre murmullos.
Está realmente molesto con Thomas, y con justa razón.
Nos usó, a mí y a él, como piezas de dominó.
Lo miro en silencio, él se da cuenta de ello y fija sus ojos en mí con una actitud más pasiva.
“Lo siento, Madison, tenía que hacerlo», se disculpa.
Y me usó como carne de cañón para esta gente.
Ahora si no me veo involucrada en la acusación, siempre seré la amante que echó al agua a la esposa.
“Tú ya sabías que esto iba a pasar», lo acuso.
Es verdad, no puedo mentir, porque yo sabía lo que iba a suceder si decía lo que sabía, es solo que no me esperé que fuese así.
“Dígame dónde está él», demanda saber el abogado.
«Alec está en Suiza», respondo.
No disimulo mi sorpresa, entonces sí se ha ido, se ha alejado de todos.
El señor Fairchild no parece dispuesto a decirme qué está haciendo allá, así que no pregunto nada más.
Pensar que Alec está tan lejos de mí hace que se me arrugue el corazón.
¿Será que va a volver?
¿Eso no debería importarme, no debería ser una preocupación para mí, sin embargo, ahora mismo me es imposible pensar en algo más que no sea él?
Un nudo intenta formarse en mi garganta, quiero echarme a llorar y ni siquiera sé bien el motivo.
El hombre mira con insistencia su celular, pero no contesta. Puedo imaginar quién es el que lo llama, debe ser Alec.
“Debería contestar», le digo.
En eso, Viktor se acerca a nosotros.
“Vámonos de aquí, ya van a cerrar», advierte.
Salgo de la sala, no sin antes escuchar la voz de Thomas respondiendo esas llamadas que lo tienen loco.
Al abrir las puertas, me encuentro con un centenar de periodistas que me ciegan a flashes.
«Señorita, ¿Podría darnos una declaración?»
“Señorita Jones, ¿entonces confirma que es mentira lo del periódico?»
“Señorita Jones, ¿Quién era el hombre afroamericano que la acompañó al entrar? ¿También lo engañó a él?», preguntó una voz entre la multitud de periodistas.
Personas que ni siquiera logro ver me acosan a preguntas que me desagradan muchísimo. Agacho la cabeza e intento pasar entre ellos para poder largarme y que me dejen en paz.
“¡Mads! ¡Por aquí!”, me llama Liam.
Sigo su voz, atravesando el mar de periodistas, hasta una zona donde no pueden pasar.
Mi padre me rodea con sus brazos en cuanto me ve.
“Hija mía, lamento tanto que estés pasando por esto”, me dice con un sollozo.
“Descuida padre, es mi culpa, yo acepté. Debí haberles hecho caso”.
“No voy a negarte eso, pero no te lo echaré en cara. Espero que no tengas que volver más”, añade.
Lo dudo mucho, después de lo que dije, me he condenado a este juicio hasta que termine.
Y quizá lo que se viene más adelante también.
“Vámonos de este lugar, Mads”
Liam me da su mano para sacarme de allí.
El problema es que afuera también hay un montón de camarógrafos con micrófonos y listos para asediarme de nuevo.
“Tendremos que pasar rápido por ahí”, comenta mi padre.
Cuando llegamos a las puertas, de pronto me quedo en shock. Jamás en mi vida esperé que esa mujer viniese, mucho menos, tenerla frente a frente. Jennifer lleva unos lentes oscuros, pero incluso así, puedo sentir su mirada de odio sobre mí.
Se quita los lentes ante la mirada atónita de todo el mundo que se encuentra allí. Lleva unas grandes ojeras moradas y da la impresión de haber estado llorando.
Obviamente todo es parte de su mentira.
“¡Descarada!”, espeta, y sin que pueda advertirlo, me da una cachetada que me voltea el rostro de lado.
La mejilla me arde y la siento enrojecida y caliente, pero lo que me duele ahora mismo no es eso, sino mi orgullo.
Nunca creí que me sentiría tan humillada en mi vida.
Esta loca me ha golpeado frente a todo el mundo.
Volteo a mirarla de nuevo con la respiración acelerada.
“¿Cómo te atreves a acusarme del intento de homicidio? ¿Ah? ¡P%rra!”
Liam y padre también se han quedado en shock, inmóviles.
Estoy estupefacta, no puedo reaccionar, me tiembla el labio, deseosa de responderle algo, lo que sea, sin embargo…
No puedo hacerlo.
Nada sale de mi boca, aunque quisiera decirle mil cosas.
“No te conformas con quitarme a mi marido, aprovecharte de mi confianza, sino que además quieres verme tras las rejas y acusada de algo que no cometí”.
“Yo… yo no”, titubeo.
“Tú, ¿tú qué?”, se mofa.
“¡Más te vale que te retractes de lo que has dicho!”
Parece dispuesta a levantar su mano una vez más contra mí, en ese momento donde la miro a los ojos, y yergo mi postura ante ella.
No puedo tenerle miedo.
No me puedo dejar intimidar por esta mujer.
Detengo su brazo en el aire y la aprieto con un poco de mi fuerza. Ella se queja e intenta que la suelte. Me doy cuenta de que eso es lo que busca, un enfrentamiento conmigo. Suelto su brazo de mala forma y doy un paso hacia atrás.
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