La enfermera del CEO -
Capítulo 13
Capítulo 13:
“Con que una ladrona, ah”, comenta mi esposa.
Su cara de disgusto por la situación me hace pensar que de verdad está preocupada por mí.
“Vamos a necesitar que declare todas sus cosas, en caso de que se haya llevado algo.”
Tanto mi esposa como el detective se quedan esperando a que vuelva a hacerlo.
“Señor Fairchild, si podría volver a hacerlo”, dice el detective, pero antes de que pueda declarar, la enfermera la atajó en seco.
“Lo siento detective, pero yo estaba dormido, así que no servirá de mucho su interrogatorio”, dice la enfermera con nerviosismo.
«Opino lo mismo que mi esposo, licenciada Jennie», interviene la esposa, parándose al lado de la cama.
Pone una mano sobre mi hombro y acaricia mi brazo.
“No será necesario ningún interrogatorio. Creo que la enfermera simplemente se apresuró a llamarlos cuando debió consultarlo primero conmigo”.
“Sí señora, yo creí que era lo correcto, lamentablemente me equivoqué”, responde la enfermera.
“Gracias por tu prontitud, pero creo que no será necesario continuar con esto. Nos retiraremos”, dice el detective Lovato, preparándose para salir.
“Muchas gracias por su servicio detective, lamentamos haberle hecho perder el tiempo”, responde mi esposa con cortesía.
Los hombres salen de la habitación y nos quedamos solo los tres.
Mi esposa me acaricia el cabello con una mirada compungida.
Le tomo la mano con ternura.
“No te preocupes amor, estoy bien”, le digo tratando de calmarla.
“Lo sé”, responde ella con una sonrisa débil.
“¿Dónde estabas?”, pregunto, mirando a la enfermera, que está callada y quieta como una estatua en una esquina.
“Salí a correr. Sabes que lo hago todas las mañanas. Volví cuando vi patrullas de policía en dirección a la casa”, responde ella con tranquilidad.
“Usted, ¿Por qué no le avisó a mi esposa antes?”, cuestiono a la enfermera, notando su silencio incómodo.
“Creí que avisar a la policía era lo correcto. Estaba tan nerviosa que se me pasó, lo siento”, responde la enfermera, visiblemente incómoda.
“Necesito hablar con usted un momento”, dice mi esposa, caminando directo hacia ella y sacándola de la habitación.
Su reacción me parece extraña.
¿Qué tiene que decirle que yo no puedo escucharlo?
No me gusta nada esto, yo también quería hablar con ella a solas, ahora mi esposa podría decirle algo que haga que su versión de los hechos no sea la misma.
Ambas vuelven luego de unos cinco minutos, pero el semblante de mi esposa es totalmente diferente al que tenía cuando salió.
“Bueno, amor, ahora que sé que estás bien, debo irme. Tengo que cambiarme esta ropa sudada e ir a la empresa”, dice ella, dándome un suave beso en la frente antes de salir disparada de la habitación sin dar más explicaciones.
“Señor Fairchild…”, comienza la enfermera.
“Ya te dije que me digas Alec”, la interrumpo antes de que pueda continuar, dejándole en claro mi preferencia.
“Alec, el enfermero de la noche no pudo cambiarle la sonda, así que…”, intenta explicar.
“¡No! No, no. Ni lo pienses”, interrumpo nuevamente, dejándole claro mi negativa.
Ella se sonroja como un tomate y desvía la mirada.
Parece incómoda con mi respuesta, pero no insiste más.
“Pero Alec, si no lo hago podría infectarse”
Insiste ella, tratando de persuadirme.
“Prefiero eso mil veces”
Reitero con firmeza, dejando claro que no cambiaré de opinión.
“Está bien. Como desee”
Cede finalmente ella, comprendiendo mi decisión.
Es la primera vez que no me lo discute más de dos veces, imagino que para ella también debe ser un tema incómodo.
Pero no puedo permitir que me toque, no me importa nada más.
“Ahora, explíqueme qué fue lo que en verdad pasó, ¿mi esposa casi la descubre y se tuvo que inventar esa mentira?”, pregunto con suspicacia, queriendo aclarar la situación.
“No, nada de lo que dije es mentira. Sí había una ladrona en su habitación. Cuando entré se fue corriendo”, responde ella con seguridad, pero su explicación me suena demasiado ensayada.
“Pero, ¿Cómo es posible eso? ¿Y dónde estaba Patrick?”
Inquiero, sin estar del todo convencido.
“Él tuvo que irse por una emergencia, me avisó de eso y que no pudo ponerle la sonda, entonces me acerqué a su habitación para ver que todo estuviera bien y ahí es cuando pasó todo esto”.
Entrecierro los ojos escuchando su versión.
No lo sé, siento que dice todo muy mecánico, como si lo hubiese ensayado antes.
Definitivamente hay algo extraño en este cuento, y como que me llamo Alec Fairchild, descubriré de qué se trata.
“¿Y mi esposa?”, pregunto.
“Salió a correr como le dijo”, responde.
“¿Salió y me dejó solo sabiendo que Patrick no estaba? Además ¿a qué hora llegó?”
“Oh, eso no lo sé señor, yo cuando duermo tengo el sueño muy pesado, así que no escuché en qué momento de la noche lo hizo, pero seguro que fue temprano.”
No se me quita la sensación de pensar que me está mintiendo, pero sé que no lograré sacarle nada más.
“Voy a pretender que te creo, Madison, pero esto no se va a quedar así. Ahora sin Patrick aquí, voy a apestar a loco todo el día, porque tampoco pretendo dejar que esta mujer me bañe. Ya me siento lo suficientemente inútil como para permitir eso también”.
“Al menos le cambiaré la bolsa de la sonda, así no estará llena.”
No dice nada más y se aproxima a mi cama a hacer su trabajo.
Hoy es un día que no deseo estar aquí.
“Dígale a mi esposa que antes de que se vaya necesito que venga.”
“Ik.”
Madison hace lo que tiene que hacer en silencio.
Solo puedo observarla fijo mientras trabaja.
Estoy seguro de que, si presiono lo suficiente, me dirá la verdad.
Tal vez mi esposa se creyó el cuento, aunque es muy extraño que haya coincidido conmigo en cuanto a que no pusiera la denuncia, pero eso no me interesa, la única que tiene toda mi atención ahora mismo es Madison.
Entretanto, estiro mi mano con la intención de tomar un poco de agua de la botella, pero de pronto ella se levanta de sopetón, empuja la mesa y hace caer la jarra, rompiéndola en pedazos.
“¡Qué torpe!”, exclamo.
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