La enfermera del CEO
Capítulo 127

Capítulo 127:

Le estoy mintiendo de la peor manera, no puedo considerarme más horrible persona que ahora, no obstante, tengo demasiado miedo de decirle la verdad.

No quiero lastimarlo, y no quiero arruinar lo que tenemos solo por un desliz sin sentido del cual ya me alejé.

Es mejor que todo se quede así.

Liam me abraza y yo me quedo ahí en su pecho un buen rato, hasta que buscamos conversar de temas más alegres.

Él me promete que intentará sobrellevarlo, todavía se quiere casar conmigo a pesar de todo esto.

Caleb y mi padre vuelven después de las siete de la noche.

El niño está agitado por comer tanto dulce y brincar de un lado para otro. Sus mejillitas están encendidas de lo rojas que se ven.

Lo llevo hasta la ducha para que se dé un baño y por primera vez me sorprende al pedir que lo deje solo.

«No mamá, yo puedo bañarme yo solito, ya soy un niño grande», asegura.

«Está bien, te esperaré afuera entonces. Grita si necesitas ayuda», le digo con una sonrisa.

Aunque por dentro siento una nostalgia abrumadora. Pensé que seguiría siendo mi bebé por mucho más tiempo.

Luego de que se baña nos sentamos a la mesa a cenar.

Todo se mantiene igual que antes de que Liam se fuera.

Es casi como si no hubiese pasado el tiempo. Mi vida era más fácil en ese entonces, cuando no conocía a Alec.

De pronto tocan a la puerta.

«¿Quién podrá ser a esta hora de la noche?», se pregunta mi padre, quien de inmediato se pone de pie para ver de quién se trata.

Nosotros nos quedamos en la mesa y seguimos comiendo, hasta que mi padre me llama con ese tono que usaba cuando era una adolescente.

«¡Madison!»

Siento que me abandona el alma del cuerpo.

Lo primero que pienso es que se trata de Alec, pero no deseo hacer conjeturas, así que me pongo de pie rápidamente y voy a ver qué es lo que pasa.

Mi padre se hace a un lado y entonces veo a una mujer muy bien vestida, demasiado diría yo.

Lleva unos tacones que obviamente no son para andar en este tipo de terreno.

Encima de su blusa color vino, un blazer negro que la hace ver muy estilizada.

Me sonríe y eso hace que dirija mi atención a su rostro. Lleva buen maquillaje y unos labios en el mismo color de la blusa.

En la mano trae una libreta y un boligrafo.

“Hola, ¿tú eres la famosa Madison Jones?», preguntó la reportera del periódico de Texas.

«¿Quién es usted?», repliqué, sintiendo la tensión en el ambiente.

Observé a mi padre, con su semblante serio y arrugado.

Era evidente que estaba molesto por la situación.

Ya le había contado lo que pasó, pero ni él ni yo esperábamos que esto nos alcanzara hasta aquí.

«Yo me encargo, papá», aseguré, recibiendo su asentimiento mientras se alejaba de la puerta.

La reportera me miraba con una sonrisa, creyendo que accedería con gusto.

«Le podemos pagar mucho por su declaración»

Aseguró antes de que pudiera decir algo.

«¿Cómo consiguió mi dirección?», pregunté, interpelándola.

«Eso no puedo revelarlo, lo siento», respondió con una risita nerviosa.

«No pienso darle ninguna entrevista porque no tengo nada que decir. Ya renuncié a ese trabajo y él y yo no tenemos nada que ver. Por favor, no vuelva a molestarme en mi casa y le agradecería que no revele mi ubicación si nadie más la sabe», afirmé con firmeza.

Me disponía a cerrar la puerta cuando ella metió el brazo.

«Espera, por favor. Puedo pagarte mucho por una exclusiva. Solo tienes que conversar conmigo».

«Adiós, señorita. Le diría que ha sido un gusto, pero no. No vuelva», le dije mientras cerraba la puerta en su cara.

La angustia crecía en mi pecho mientras me esforzaba por calmarme.

No quería que Caleb me viera así.

No sabía cuánto tiempo esto me acosaría, aunque me hubiera alejado de Alec, no creía que pudiera distanciarme de todo lo que sucedía por mucho tiempo.

«¿Ya se fue?», preguntó mi padre.

«Sí, papá», respondí, sintiendo su apoyo sin necesidad de palabras.

Esa noche, mientras todos dormían, una vez más, no conseguí pegar un ojo.

Me levanté de la cama con cuidado para no despertar a Liam, quien roncaba tranquilamente después de todo lo vivido en Irak.

Fui a la sala y me serví una taza de café.

Sabía que no era la mejor opción si quería dormir, pero no tenía otra alternativa.

Me senté en el sofá y encendí el celular. Lo primero que vi en las redes sociales fue la misma noticia.

Todo el mundo hablaba de ello y, sin siquiera conocerme, ya me tachaban de lo más infame y lo peor.

Una publicación mostraba la foto de Alec.

Aunque había renunciado hace poco, se sentía como si no lo hubiera visto en una eternidad.

En mi soledad, dejé salir las lágrimas que había estado conteniendo.

Odiaba no poder hacer nada y que esa mujer hubiera ganado.

«Ay, Alec, quizá en otra vida todo sería muy diferente», susurré para mí misma antes de apagar el teléfono para no volverse loca si seguía leyendo esos comentarios.

De repente, escuché pasos detrás de mí y no pude evitar dar un respingo del susto.

«¡Ay, Caleb! ¿Qué haces ahí parado? Me asustaste».

«¿Por qué lloras, mamá?», preguntó con curiosidad.

No quería que me viera así, pero al final ni siquiera eso podía lograr. Suspiré una vez más y limpié mis ojos.

«Por nada, hijo. Son cosas de adultos».

«¿Es porque ya no trabajas más con el señor Fairchild?», indagó.

Me eché a reír cuando pronunció así su nombre, siempre es gracioso.

«Sí, hijo, es por eso. Era un buen trabajo».

«Él me cae bien», comentó Caleb, recordando la amabilidad del señor Fairchild.

«Ha sido muy bueno con nosotros».

Principio del formulario

“Lo sé”.

“Mami, ¿tú lo quieres?”, pregunta de la nada.

Volteo a mirarlo con sorpresa, ¿acaso me habrá escuchado?

“¿Por qué me preguntas eso?”

“Te he notado triste, ni siquiera te pusiste feliz cuando volvió Liam”.

Esa punzada de culpa vuelve a presionarme.

He sido terrible ocultando mis verdaderos sentimientos, si incluso él se da cuenta de todo.

“Yo quiero a Liam, no te preocupes por lo demás, ¿Ok? Ahora ve a dormir, mañana me acompañarás a buscar el vestido de novia”.

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