La enfermera del CEO
Capítulo 123

Capítulo 123:

Patrick nos deja a solas.

Jennifer enarca una ceja y se echa a reír.

«¡Ja! ¿De verdad vas a reclamarme?»

«Ya deja tu teatrito Jennifer. ¿Quieres explicarme qué significa esto?»

Le enseño el celular con la noticia.

Ella vuelve a reírse.

«Espera, ¿en qué momento se invirtieron los papeles? Creo que soy yo la que tiene que pedirte explicaciones.»

«¿Qué explicación me vas a pedir? Si has sido tú la que ha tomado la foto», acuso.

«¡¿Cómo te atreves?!» grita.

«Yo me acabo de enterar de tu maldita infidelidad. ¡Eres un desgraciado! Todo este tiempo me engañaste con la enfermera.»

«Sabes perfectamente que eso es mentira. Esa foto es falsa. Yo nunca besé a Madison ese día.»

«¡Ah! Ese día, pero otros sí.»

«Ni ese, ni ninguno.»

«¡Mentiroso!»

Comienza a llorar, pero ya no le creo ni una sola de sus lágrimas de cocodrilo.

«¿Qué es lo que te propones Jennifer? ¿Qué es lo que quieres? ¿Mi dinero? ¿Acaso no te lo he dado todo?»

«Quiero el divorcio Alec Fairchild, quiero estar a mil kilómetros de ti. Pero ni sueñes que me voy a ir con las manos vacías», espeta recomponiéndose de la nada.

Ahora finalmente puedo ver a la verdadera Jennifer Martin.

La que todo el mundo me advirtió que era y yo nunca quise creer.

«No te voy a dar nada, no puedo creer que me hagas esto.»

«¿Yo? Pero si has sido tú el perro infiel. Todo el mundo lo sabe ahora.»

«Sabes que eso es mentira.»

«¿Y quién te va a creer? Anda, ve y dile a todos que es mentira, veamos cuántos te creen», dice con una sonrisa cínica que me hace hervir la sangre.

Lo que más odio es saber que tiene razón.

Sé que llevo las de perder, no tengo pruebas para refutarla.

Mi imagen ha quedado manchada para siempre, y todo por la avaricia de esta mujer que, al parecer, nunca en mi vida he conocido de verdad.

POV Madison

Cuando escucho las ruedas de un auto afuera de la casa, siento que mi corazón se paraliza.

Juraría que estoy sufriendo un paro cardíaco, de no ser porque eso es muy poco probable. No he salido a ver de quién se trata, pero no necesito hacerlo para saber que es él.

«¿Quién será?», se pregunta Liam, que de inmediato se pone de pie para asomarse.

Ya había ido a buscar a Caleb al colegio, así que como es lógico, no pierde la oportunidad para salir también a curiosear.

Mi padre me mira de reojo con el semblante serio.

Él sí que se ha dado cuenta de mi creciente pánico.

«Liam, espera», le digo, pero él ya está abriendo la puerta.

Caleb sale primero, luego él, así que no me queda más remedio que salir detrás de ellos.

Aunque la gran espalda de Liam me cubre un poco, puedo ver parte de la camioneta.

Es él, es Alec Fairchild en persona. Seguramente ha venido a buscarme, a convencerme de que no renuncie.

‘Por favor, por favor, vete’, digo en mi mente.

No sé cómo lo hizo, de alguna forma habrá leído mi mente, porque de pronto, la camioneta da media vuelta y se va de la misma forma que apareció.

Nadie se baja del auto, aunque pude ver a Harry claramente en el asiento del conductor. Imagino que Patrick también está ahí dentro.

«¿Por qué se fueron? Qué extraño», comenta Liam.

«Mami ¿Quién era?», pregunta Caleb.

Agradezco que no haya reconocido el auto, o ya le habría comentado a Liam sobre Alec.

«No lo sé hijo, quizá se equivocaron de camino y entraron a la granja equivocada.»

«Mmm, o eran ladrones», especula mi prometido. Todavía no proceso que hace unas horas me pidió matrimonio y le dije que sí.

El anillo en mi dedo quema, sé bien que se trata de mi propio sentimiento de culpa tratando de hacerme arrepentir de todo lo que he hecho, y de lo que no también.

«No lo creo. Volvamos adentro.»

Tengo que tomar a Liam por el brazo para hacerlo entrar, pues no deja de mirar hacia el camino por donde se desapareció la camioneta.

Estoy segura de que Alec lo vio ahí, debió ser muy chocante para él ver de la nada a mi prometido, cuando se supone que todavía no debía volver.

Una vez dentro de la casa, continuamos como si nada, mi padre no pregunta sobre el auto para no levantar más sospechas, y así rápidamente Liam se olvida del tema. Algunas horas después, ya casi para el anochecer, se acuerda de la cuestión de mi trabajo.

«Bueno, baby, no nos has contado el motivo de tu renuncia. Creí que estabas ganando bien con el señor que cuidabas.»

«Ah, sí, pero era muy demandante. Requería estar mucho tiempo lejos de casa, de Caleb y de mi padre. Preferí dejarlo y conseguir algo más cerca», miento.

La facilidad con la que lo he hecho me deja anonadada incluso a mí misma.

«Mmm, bueno, de todos modos, ya estoy aquí. No tienes que preocuparte por eso.»

«¿Seguirás recibiendo la pensión del gobierno?»

«Ah…no, ya no. Si ya no estoy en la armada pues, ya no. Es como que si yo también hubiera renunciado», dice y se echa a reír.

«¿No dijiste que ellos te dieron el permiso?»

«Sí, sí, claro, es un decir. No se puede renunciar como tal», explica haciendo comillas con las manos en la palabra ‘renunciar’.

«Entonces saldré a buscar trabajo lo más pronto posible, mientras nos dure el sueldo que me quedó.»

«No Mads, no, yo trabajaré, tú puedes quedarte en casa con el niño y tu padre.»

«¿Qué?», pregunto algo confundida.

«¿Qué quieres decir? Sabes que siempre he trabajado, eso no va a cambiar porque nos casemos.»

Sin darme cuenta he levantado un poco el tono de mi voz.

«Tranquila Mady, no creo que Liam haya querido insinuar eso.»

«No, claro que no. Yo solo quería sentirme útil y ayudarte, quiero darte la vida que te mereces.»

«Lo sé, te lo agradezco, pero no me pidas que me quede en casa, yo tengo que trabajar.»

Luego de mi tajante respuesta, no vuelve a insistir más en que no trabaje.

Conversamos durante algunas horas más sobre temas sin mucha importancia.

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