La enfermera del CEO
Capítulo 121

Capítulo 121:

No puedo decirle el motivo real por el cual renuncié, mucho menos ahora que Liam está aquí.

“¿Empezarás a ocultarle cosas a tu padre? Antes me lo contabas todo.»

“No es eso papá, es que…», suspiro.

«Ya no podía seguir trabajando ahí. Era demasiado complicado. Créeme, esto es lo mejor. Además, ahora que Liam volvió, ya no tenemos que preocuparnos por el dinero, él nos ayudará.»

“¿No trabajarás?»

«Sí, lo haré, pero aquí en el pueblo, aunque sea mucho menos el sueldo.»

“Mmm», murmura.

Sé que no lo he dejado del todo convencido con esa explicación, pero al menos ha servido para calmarlo por ahora.

Si algo tiene Beau Jones, es que no se queda quieto hasta saber todos los detalles, seguirá presionando y preguntándome hasta que le cuente la verdad.

Fue así como descubrió lo de mi tatuaje, o cuando salí embarazada de Caleb.

Nunca he sido capaz de ocultarle cosas por mucho tiempo, sin embargo, esto es algo que no puede saber jamás.

Llevo a Caleb al colegio aprovechando que me encuentro aquí. Vamos caminando alegres y tranquilos, él se ve mucho más emocionado ahora que su padre sustituto ha vuelto.

“Mami, ¿Liam se va a quedar para siempre?”, me pregunta.

“No lo sé hijo, ¿te gustaría que se quedara para siempre?”

“Mmmm, sí, eso creo”, responde de forma casual.

Él adora a Liam, no sé si sería capaz de terminarle, no puedo hacer eso ahora, tampoco sé si es lo que quiero. Los sentimientos que tengo por Alec no desaparecen, tampoco se vuelven más débiles, pero también quiero a Liam, y me gusta la forma en la que cuida a mi hijo. Han formado un lindo vínculo, uno que no quiero destruir por mi egoísmo y estupidez.

Luego de dejarlo en la puerta, vuelvo a casa.

Para entonces, él ya está despierto y conversa con mi padre.

“Liam me cuenta que le dieron un permiso especial para volver”, dice mi padre mientras yo dejo las llaves en un mueble de la entrada.

“¿De verdad? Qué raro, no sabía que hacían esas cosas.”

“A veces hacen excepciones especiales”, explica.

“Bueno, como sea, es genial que estés aquí”, le sonrío.

No quiero que piense que no estoy cómoda con su presencia, porque no es ese el motivo de mi distanciamiento.

“Sí, ahora seremos una gran familia”, asegura mi padre.

Todos aquí aman a Liam, el problema es que creo que yo ya no sé lo que siento.

Nos quedamos conversando un buen rato, poco a poco siento que la familiaridad vuelve a nosotros.

Quizá solo necesito volver a acostumbrarme a su presencia, un par de días más, y lo de Alec solo será un recuerdo agridulce, un desliz, un momento de debilidad que no debo dejar que me vuelva a pasar.

Liam comienza a contarnos sobre lo que vivió allá, las cosas malas y las no tan malas.

Todo aquello suena horrible, no me gusta la guerra.

“Sí bueno, pero a pesar de todo, fue una experiencia más en mi vida. No me arrepiento”

“Estabas sirviendo a tu país, eso es lo importante”, alienta mi padre.

“Lo que sí me quedó muy claro al estar en Irak, es que la vida es muy corta como para desaprovecharla dejando pasar el tiempo, por eso…”

Hace una pausa y se saca algo del bolsillo, luego, se arrodilla ante mí de la nada.

“Madison, la otra vez no tuve un anillo para ponerte, esta vez, quiero hacerlo bien. Lo conseguí allá en Irak, es especial, no te imaginas lo que tuve que hacer para comprarlo. Sé que dijimos que nos casaríamos en un año, cuando yo volviera, pero ahora que vine antes, no quisiera esperar más tiempo. Madison Jones, ¿Quieres casarte conmigo dentro de un mes?”

Me quedo muda ante su propuesta.

Mi corazón va demasiado rápido y no sé qué contestar.

Miro de reojo a mi padre, que parece al borde de las lágrimas, no puedo decirle que no.

¿Cómo negarme cuando ha hecho tal declaración de amor?

Hasta arriesgó su vida por ese anillo.

“Sí, acepto”, respondo con una sonrisa.

Liam pone el anillo en mi dedo anular y me carga en brazos.

Mi abuelo tiene la respiración agitada y los ojos desorbitados. Mientras yo trato de leer el artículo sin que mi pulso se acelere a doscientos.

«La recientemente descubierta infidelidad era un secreto hasta el día de hoy, donde nuestros informantes anónimos nos han traído la primicia en exclusiva para el periódico ‘El Texano’. Se sabe poco sobre este romance prohibido, lo que sí sabemos es que ha sido bajo las narices de la propia esposa de Alec Fairchild, porque no olvidemos, que lleva cinco años casado con la señora Jennifer Martin, una mujer simple, hermosa y dedicada a su esposo”.

“No podemos emitir juicios sobre esto, sin embargo, esto no es algo que se le debería hacer a una mujer respetable como ella.»

“La identidad de la enfermera no es un secreto para nosotros. Se llama Madison Jones, y es una madre soltera del campo, vive en Blanco y tiene un hijo de seis años. Tiene veinticuatro años, y no nos sorprendería que esté tras la jugosa fortuna del CEO Fairchild, la cual ostenta entre los diecisiete mil millones de dólares”.

Aprieto los puños, y tengo que recordarme a mí mismo que no puedo hacer trizas el celular de mi abuelo.

No entiendo qué significa todo esto.

¿De dónde salió esa fotografía?

La vuelvo a mirar.

Recuerdo bien el día que Madison llevaba ese vestido, fue en el cumpleaños del abuelo, poco antes de que nos cayéramos por el barranco.

En ese momento no la besé, ni siquiera estuvimos tan cerca.

Es el ángulo de la foto el que hace parecer algo sacado de contexto.

Por un momento pensé que sería el beso real que le dí.

Me alivia saber que no fue así, o ahí sí que estaría en graves problemas.

“¿Qué significa eso Alec? ¿Estás engañando a Jennifer de verdad?”, me cuestiona.

“¡Por supuesto que no! Tú estabas ahí ese día, esa supuesta foto fue en tu cumpleaños, ¿acaso me viste besar a Madison?”

“No lo sé, yo no estaba ahí en ese preciso momento. Y no me vas a negar que entre ustedes hay algo, ¿Crees que soy ciego? Yo mismo te dije que ella te había cambiado.”

“Oh, entonces es tu culpa, por insinuarme que ella era la mujer con quien te hubiera gustado que me casara.”

“Yo no dije eso.”

“No, pero la ensalzaste un montón. De todos modos, estás equivocado, entre ella y yo no pasó nada ese día.”

“¿Solo ese día?”

Creo que mi abuelo no notará el énfasis que hice, pero es mucho más astuto de lo que imagino.

“Ni uno ni ningún otro, Madison tiene novio, de hecho acaba de volver.”

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