La enfermera del CEO
Capítulo 118

Capítulo 118:

Suspiro una vez más. Yo sé bien que ha decidido marcharse por la tremenda estupidez que hice.

¿Cómo le digo que la amo y luego no le creo una palabra?

Me rasco la cabeza sin saber qué hacer.

Yo quiero separarme de Jennifer de todas formas, pero si lo que Madison me ha dicho es cierto, debo investigarlo más a fondo antes de hacer cualquier movimiento.

No puedo arriesgarme a que ella sea de verdad eso de lo que la acusa.

Le he pedido a Patrick que no se vaya hoy, aunque todavía no le he dicho el motivo.

“Madison ya debería haber llegado. Voy a llamarla una vez más”, dice para sí mismo.

“No, no hagas eso”, respondo rápidamente.

“¿Por qué?” pregunta con curiosidad.

“Ella no vendrá.”

“Oh, ¿Qué sucedió? ¿Está bien?”

Le entrego la carta, después de todo, no dice nada ahí que pueda comprometernos a ninguno de los dos.

Patrick la lee detenidamente y luego levanta la mirada con un atisbo de decepción.

“Qué mal, ya me había adaptado a ella. No dice los motivos, ¿Sabes por qué?”

“No, yo tampoco sé. Prefiero no decirle nada sobre lo que pasó, es mejor si eso solo se queda entre ella y yo. La pondría en una gran vergüenza y yo podría terminar por hundirme.”

Patrick y yo no discutimos nada más sobre ese asunto, me mantengo callado todo el rato que él hace las labores que se supone le correspondían a ella, y luego salimos a la estancia de la casa. Jennifer también está por salir y me parece que lleva prisa.

Desde que Madison me dijo eso, ahora no la puedo ver igual.

Evalúo cada paso que da, hasta la forma en la que me mira. Hoy lleva un sobre en las manos, y la mirada seria.

“¿A dónde vas?”, pregunto con interés.

“Tengo que hacer algo importante”, contesta de mala gana.

“Te acompaño”, insisto.

“No, no hace falta, no es un lugar donde te sientas cómodo.”

“¿De qué se trata?”, interrogó con creciente intriga.

“Pronto lo sabrás, no te preocupes, no será ningún secreto por mucho tiempo.”

No sé por qué, pero sus palabras me producen un escalofrío.

Evita que yo le haga más preguntas y sale a toda prisa de la casa.

Patrick me mira con una ceja enarcada, definitivamente eso fue muy extraño.

Las horas pasan, entretanto, Patrick hace toda la rutina de Madison.

Me hace practicar los ejercicios físicos, paseamos por el jardín y comemos algún snack de media mañana.

Sin embargo, yo no puedo sacármela de la cabeza ni un segundo.

Ni siquiera cuando trato de distraer mi mente con el videojuego que propone que juguemos, porque todo me recuerda a ella.

Sé que fui un idiota.

No debí besarla sin su permiso, por mucho que sepa que lo disfrutó igual que yo.

Por un segundo, pude sentir la necesidad aflorando de su piel, esa que deseaba que yo siguiera prolongándolo por más tiempo.

“Game Over”, dice la voz en la consola.

Eso me trae de vuelta a la realidad.

Es la quinta vez que Patrick me gana.

“Señor Fairchild, sé que soy muy bueno, pero tampoco es la idea que me deje ganar todo el tiempo”, bromea.

“Lo siento, no sé dónde tengo la cabeza”, respondo, sintiendo un peso en mi pecho.

“Con Madison, tal vez”, murmura.

Para su mala suerte, yo tengo muy buen oído.

“¿Qué has dicho?”, pregunto, esperando que lo vuelva a decir.

“Nada, nada”, se apresura a corregir.

“Te escuché”, acuso con firmeza.

Él se ríe nervioso.

«Lo siento, no quise decir eso.»

“No, tienes razón. Estoy pensando en ella. Es que no entiendo por qué se fue así sin más”, vuelvo a mentir, tratando de ocultar mis verdaderos sentimientos.

“Tal vez debería llamarla, pedirle una explicación”, sugiere Patrick.

“No creo que ella me responda, ni siquiera creo que te conteste a ti”.

“¿Y si vamos a su casa?”, propone.

En realidad, es lo que quiero hacer desde un principio, pero necesitaba que la idea surgiera de otro y no directamente de mí, de ese modo, puedo culpar a Patrick sin ningún problema.

“Me parece una excelente idea. Quizá podamos convencerla de regresar. Le subiré el sueldo si ese es el problema”, digo, tratando de ocultar mi nerviosismo.

“No me quejo si a mí también me aumenta un poco”, comenta Patrick en tono de gracia.

“Si eso es lo que quieres, también lo haré”, respondo seriamente. Patrick me mira con los ojos desorbitados.

“¿Lo dice en serio?”

«Sí, lo digo en serio», afirmo.

“De todos modos, si ella no acepta volver, tendrás que cuidarme tú las veinticuatro horas hasta que consiga a alguien más”.

“Pero no creo poder hacer eso, el hospital…”

“Ahi te pagan una miseria, yo voy a pagarte un cincuenta por ciento más. Es una oferta que no puedes rechazar”.

“Está bien, señor Fairchild”.

“Creo recordar que una vez te dije que me llamaras Alec. Siento que el señor Fairchild es mi abuelo”.

“Lo siento, Alec”.

“Dile a Harry que prepare el auto, iremos a recuperar a Madison”.

Me alegra que él no entienda el doble sentido en mis palabras.

No me importa lo que tenga que hacer, yo necesito que ella sea parte de mi vida.

Me odio a mí mismo por haberlo arruinado

Rompí mi propia promesa y estas son las consecuencias, pero al menos debo intentarlo, ella me enseñó eso.

Patrick va mucho más animado de camino, estoy seguro de que eso se debe a mi propuesta del aumento de salario.

Mientras, yo voy mirando hacia la ventana, rememorando todas las cosas que he pasado con ella.

De alguna forma se sienten como si hubiesen sido años en lugar de meses, pero nunca he estado tan seguro de mis sentimientos por alguien.

Ni siquiera con Jennifer sentí esa conexión.

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