La enfermera del CEO -
Capítulo 105
Capítulo 105:
Es tan falsa que me dan ganas de golpearla con una sartén.
“¿Ya estás listo?”, le pregunto solo a él.
«Sí, pero debemos esperar a Patrick», menciona Alec mientras observa a lo lejos.
«Él me dijo que llegaría por sus propios medios», agrega Jennifer, mostrando una expresión despreocupada.
«Ok, entonces vámonos», responde Jennifer, aunque puedo sentir sus malas vibras hacia ella. No sé cuánto más podré seguir fingiendo que no sé que es una verdadera…
«Madison»
Me llama Alec, cortando el hilo de mis pensamientos.
«¿Ah?»
«Vamos»
Insiste Alec, extendiendo su mano.
Los tres nos dirigimos al estacionamiento, donde Jennifer decide tomar el auto deportivo para ir sola, alegando que no entraríamos todos en el carro donde suelo transportar a Alec.
Al principio, Alec no parece muy convencido, pero termina aceptando la petición.
El viaje hasta San Antonio, donde el abuelo ha programado el cumpleaños y el respectivo paseo, nos toma aproximadamente una hora.
Iremos a un lugar llamado ‘Lone Star Paramotor’ del cual nunca había oído hablar.
Me pone nerviosa pensar cómo será aquella experiencia.
No soy de las que les tiene miedo a las alturas, pero nunca se me ocurriría hacer algo tan osado como eso.
Cuando finalmente llegamos al sitio, me encuentro con un inmenso campo abierto, podrían ser miles de millas de distancia alrededor.
Los árboles parecen pequeños puntitos en lo más lejano del horizonte, y el viento corre fuerte en una dirección, haciendo bailar mi vestido de un lado a otro.
El señor Fairchild, alias Thomas, ya se encuentra ahí y nos saluda animoso al vernos, a todos, excepto a Jennifer, a quien si acaso le estrecha la mano.
En el lugar ya han llegado otras personas, la mayoría desconocidas para mí.
Reconozco algunas caras comunes de la empresa, como ese hombre, Patterson, al cual Alec no le cae muy bien.
También llega Mason Rees, el mejor amigo de Alec. He cruzado algunas palabras con él, y no han sido las más cómodas.
No olvido cómo me halagó aquella vez, lo que pareció no gustarle a Alec.
Luego de poner a Alec en su silla, se acerca a saludar a la gente reunida.
«Estoy muy feliz de que hayas venido», le dice Thomas a su nieto.
«Esto será maravilloso.»
«¿Todavía tienes la loca idea de montarte en uno de esos?», pregunta, señalando los para motores.
«Claro que sí, incluso quería proponerte si lo quieres hacer tú también», comenta Alec, soltando una gran carcajada que llama la atención de algunos.
«¿Estás loco? ¿Cómo podría yo hacer eso? Al aterrizar, ¿Propones que frene con mis piernas inservibles?», ironiza.
«No, sabes que puedes subir con un instructor, ¿Verdad? Así lo haré yo, ya que no tengo idea de cómo se maneja uno de esos.»
«Gracias, pero paso», responde Alec con una sonrisa cínica.
El abuelo se encoge de hombros y se aleja para hablar con otro amigo que ha llegado.
«Ese viejo está loco», comenta Alec en voz alta, aunque creo que lo ha dicho más para sí mismo.
«En realidad no es una mala idea.»
«¡¿Qué?!», exclamo sorprendida.
«Sería divertido, ¿No te lo imaginas? Y es verdad que no necesitas hacerlo solo.»
«No puede ser de verdad que estés proponiendo semejante cosa Madison.»
«No lo estoy proponiendo, solo lo pensaba.»
«¿Quieres hacerlo tú?», pregunta Alec levantando una ceja.
Abro los ojos hasta el límite y retrocedo un par de pasos.
«¿Yo? No, no, ni loca.»
«¡Ah! Entonces tú no te atreverías, pero quieres que yo lo haga, ¡Ja!»
«Pienso que sería una buena terapia para ti, pero yo no tengo por qué hacerlo», refuto.
«Si quieres que yo lo haga, entonces tú tendrás que hacerlo también», reta Alec.
En ese momento llega Mason para interrumpir nuestra conversación, y agradezco eso porque ya empezaba a temer por dónde iría la situación.
Nunca me he planteado hacer un salto en parapente; no está precisamente en mis planes de vida.
Sin embargo, estar aquí me plantó la idea en la cabeza.
Sería interesante.
Sacudo la cabeza.
¿En qué estoy pensando?
No, no haré semejante cosa.
Aprovecho para comer algunos bocaditos que están repartiendo mientras Alec habla con su amigo y algunos empresarios.
Además de él, en realidad no tengo a nadie con quien conversar.
«¡Mads!»
Volteo al escuchar mi nombre, Patrick viene corriendo hacia mí con una sonrisa.
Termino de comerme el bocadito de carne y corro a su encuentro, encontrándonos a medio camino entre los dos.
“Creí que no vendrías», comenta Patrick con una sonrisa.
“No me perdería esto por nada. Es comida gratis», susurro, y ambos reímos antes de dirigirnos al centro de la reunión para coger algunos tentempiés.
“Gracias a Dios estás aquí, porque no tenía con quién hablar», dice Patrick.
“Iré a saludar al abuelo primero», me informa Patrick, sacando una botella de vino añejo bastante caro de su chaqueta.
Thomas lo recibe con un gran abrazo al verlo.
Al poco rato, el cumpleañero se para en medio de sus invitados y los reúne para dar un discurso. Patrick y yo nos quedamos al lado de Alec, junto a su esposa y el mejor amigo.
“Gracias a todos por venir a mi fiesta. Este es un cumpleaños especial. Sé que se estarán preguntando por qué un viejo como yo ha planeado algo así. La respuesta es simple, ¡estoy viviendo la vida!», grita Thomas levantando su copa, seguido por todos los presentes.
“Disfruten, quien quiera volar, es bienvenido a hacerlo, pero yo inauguraré el primer vuelo.»
En eso, los instructores del lugar se acercan y le dicen algo al oído.
El señor asiente y los acompaña.
“Entonces Madison, ¿Lo harás?», interroga Alec.
“Volar en el parapente», repito incrédula.
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