La enfermera del CEO
Capítulo 103

Capítulo 103:

Madison me sonríe esperando ver alguna reacción, ya sea positiva o negativa. Sin embargo, yo me quedo paralizado.

Debo ser honesto, no es para nada como creí que sería.

No me siento mal.

¡Vamos!, ¿Quién podría tenerle miedo a una cosita tan adorable como esa?

«¿Lo ves? No tienes nada de qué temer», me dice Madison.

«¿De dónde lo sacaste?»

«Me lo prestó Patrick. ¿Sabías que salva perritos de un refugio?»

«No, le prohibí a todo mi círculo cercano hablar de ello, ¿Lo olvidas?»

«Cierto», admite echándose a reír.

Da un par de pasos hacia mí, y es ahí cuando tenso mi cuerpo.

«No te acerques más», advierto.

«Me quedaré hasta donde te sientas cómodo, pero mira, es adorable. Hasta se parece a ti.»

«¿Cómo se va a parecer a mí? Estás loca», bufé girando los ojos.

«Claro que sí, mira. Es todo gruñón, está molesto porque no lo dejo bajarse.»

Madison carga al animalito y comienza a hacerle caritas graciosas. El perrito mueve la cola y le lame la nariz.

Inevitablemente sonrío.

«Si hubieses tenido un perro de niño, ¿Qué nombre le habrías puesto?»

«No lo sé, nunca he pensado en eso.»

Mientras ella me hace conversación y sin que me cuente hasta que es tarde, va acercándose a mí.

«Yo le quiero poner a este ‘hadita'», bromea.

«Madison, no… no te acerques más», le pido.

«Está bien, lo dejaré en el suelo.»

«¡No! Vendrá hacia mí.»

«No te va a hacer nada, confía en mí.»

Solo necesito esas tres palabras para que mi mente vuelva a tranquilizarse.

Madison pone al perrito en el césped, y este comienza a dar brinquitos y olfatear todo.

Por su parte, ella se acerca a mí y me da la mano, la cual sujeto con fuerza, sin medir cuánto la estoy apretando.

«Ahí viene», digo conteniendo la respiración.

El perrito camina hacia mí y me olfatea los pies, luego ladra un poco y se va corriendo cuando pierde el interés.

«Ya puedes dejar de estrangular mi mano», bromea Madison.

Miro a Madison y entonces suelto la respiración y sus dedos. Su mano estaba morada por la falta de sangre.

Le acaricio suavemente y sin pensarlo mucho, le doy un suave beso en el dorso. La jalo hacia mí y la rodeo con mis brazos.

Ella se queda en shock, con el cuerpo inclinado y los brazos inmóviles.

«Gracias», susurro.

Creo que me va a decir algo, pero al final no lo hace.

En cambio, me corresponde el abrazo.

Nos quedamos así un rato, hasta que decido soltarla.

Sus enormes ojos marrones se fijan en los míos.

No puedo dejar de verla y para ser sincero, siento que el momento de aquella vez en el karaoke se vuelve a repetir.

“Alec…»

“¿Sí?»

“Debo recuperar al perrito, si no lo llevo con Patrick, me matará.»

“Ah… sí, claro.»

Volteo hacia otro lado, mientras ella corre a buscarlo.

Se había ido bastante lejos, pero por suerte, logra recuperarlo.

Entramos a la casa, donde ella lo mete en una de esas jaulas especiales y le da comida.

“¿Podemos comer algo? Esto me dejó muy agotado.»

“Sí, claro.»

Vamos hasta la cocina donde ya está hecho el almuerzo. Unos espaguetis con carne, muy al estilo de la dama y el vagabundo.

Nos sentamos a la mesa solo ella y yo, pues Jennifer está hoy en la oficina.

“Madison, ya no puedo ignorar más esto», digo rompiendo el silencio.

Ella levanta la cara con un hilo de espagueti a medio tragar, tiene los ojos muy abiertos y se ha puesto pálida.

Traga con dificultad, se limpia la boca y me mira.

“¿A qué te refieres?”

“Necesitamos hablar de lo que pasó ese día en tu cumpleaños.»

“No te preocupes por eso, ya te dije que te devolvería cada centavo de lo que pagaste por el tratamiento de Caleb.»

“No me refiero a eso, y ya te dije que no tienes que devolverme nada.»

“Mmm, entonces no hay nada más de qué hablar, ese día no pasó nada más.»

“¿Lo vas a negar? ¿De verdad harás como que no sucedió nada entre los dos?»

Ella se queda callada, pero veo cómo su pecho sube y baja acelerado.

“No sucedió nada», repite mis palabras.

En ese momento miro a su cuello y noto que no lleva el collar que le regalé. He sido un completo idiota, ¿a qué estoy jugando?

“Tienes razón, no sucedió nada.»

Dejo el plato a medio comer y me voy del comedor hacia mi habitación, sin importarme que la he dejado sola.

Debo calmar mis pensamientos confundidos, es obvio que esto solo lo siento yo. Madison está comprometida y yo casado.

¿Por qué demonios estoy tan molesto entonces?

Me detengo frente al gran espejo a un lado de mi habitación.

Pocas veces me miro al espejo desde ese día. La barba me ha vuelto a crecer, aunque no tanto como la que tenía antes.

Ella dijo que le gustaba así.

Me encierro en mi cuarto y no salgo hasta que se hace de noche.

Ella tampoco vuelve.

Patrick llega y ya no la vuelvo a ver, sé que se ha encerrado en su habitación. Tenerla a unos cuántos pasos de mí no ayuda en nada a calmar mi ansiedad por tenerla cerca.

‘Debería disculparme, reaccioné como un imbécil’, digo para mis adentros.

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