La enfermera del CEO -
Capítulo 101
Capítulo 101:
Sé que tengo que regresar a mi trabajo, pero pensar que debo volver a verlo, luego de ese momento que no concibo cómo describir, hace que se me revuelva el estómago.
Una parte de mí quiere hablar con él, al menos aclarar lo que casi pasa, sin embargo, mi lado racional dice que esa es una pésima idea.
Es mejor dejar las cosas como están, con suerte lograré sobrevivir a estos sentimientos un par de meses hasta que pueda renunciar.
Termino de alistarme esta mañana, antes de irme de mi habitación, le doy una última mirada al collar de alas de ángel que me regaló.
Creo que lo más apropiado es no usarlo. Lo dejo en la cajita que me dio, sobre mi cómoda, y finalmente salgo a la sala, donde mi padre le está dando el desayuno a Caleb. Una rica y ligera sopa de pollo para su estómago.
No pareciera que lo hubiesen operado hace tres días.
Está fresco como una lechuga, queriendo hacer todo lo que se supone que no debe: brincar, correr, cargar cosas pesadas y agitarse.
“Caleb, pórtate bien, ¿Ok? Hazle caso al abuelo y no hagas demasiado alboroto. Debes recuperarte antes de poder jugar de nuevo”.
“Está bien, mami”.
Me despido de él y de mi padre con un beso en la mejilla.
Cuando estoy por salir, mi padre me detiene.
“Mady, había olvidado decirte esto, con todo lo que pasó, no tuve cabeza en ese momento”.
“¿De qué se trata?”
“Agradécele de mi parte a Alec por toda su ayuda”.
“Así lo haré”
Asiento.
“Mady, perdón que te cuestione esto, pero, ¿No pasa nada más entre ustedes, ¿O sí?”
Ladeo la cabeza algo confundida.
“¿A qué viene esa pregunta?”
“Al principio no me pareció tan raro, pero es como curioso que se preocupe tanto por ti. He visto la forma en la que te mira”.
“Papá, ¿Qué dices?”
Me echo a reír, pero sé bien que es mi risa de nervios.
“Él es un hombre casado”.
“Y tú una mujer comprometida”.
Me recuerda.
“Quiero creer que solo es un jefe muy caritativo con sus empleados”.
“No pasa nada entre él y yo, papá”.
Salgo de la casa con un nerviosismo aún más grande que antes.
¿Será posible que estos sentimientos sean tan evidentes que hasta mi propio padre se da cuenta de ello?
No puede ser posible.
Tengo que evitarlos a toda costa.
El camino se me hace demasiado corto, una parte de mí no desea llegar todavía, sin embargo, también me muero por verlo después de todos estos días sin saber nada de él.
Ni siquiera le he respondido los mensajes más allá de cuando pregunta por el estado de salud de Caleb.
Cuando llego, Patrick está realizando las últimas tareas que le corresponden. Le ha cambiado la sonda y lo ha dejado listo y perfumado en su silla eléctrica.
Desde que anda en una de esas, depende mucho menos de que alguien lo esté transportando a algún lado.
“Madison», pronuncia mi nombre con un tono que me hace sentir demasiadas cosas.
‘Contrólate, no pienses en eso’, me digo a mí misma.
“¿Cómo estás?», pregunto.
Es la peor forma de iniciar una conversación casual, porque la incomodidad es evidente.
“Bien, ¿Cómo está Caleb?”
“Está mucho mejor ya. Todavía tiene que recuperarse unas semanas más, pero estará bien.
“Me alegro mucho”, responde con una sonrisa.
Patrick también me pregunta por el estado de salud de mi hijo, y luego se va como es lo usual.
Nos quedamos a solas bastante rápido, y para ser honesta, no sé qué decirle o qué hacer.
“Hoy iremos a la oficina”, comenta luego de un rato de silencio.
“Oh, bien. Al menos en la oficina puedo estar un rato apartada de él sin que parezca que lo evito”.
Nos encaminamos en silencio hasta el gran edificio de Industrias Fairchild.
Una vez que lo dejo en su oficina, me voy un rato a la cafetería, hasta que, pasada media hora, me llama con urgencia.
Subo corriendo, pensando que le ha pasado algo, pero cuando entro, está tan tranquilo como siempre.
“¿Qué sucede? Sonabas urgente”.
“Sí, de hecho, me olvidé de un documento muy importante en la casa”.
“¿Ah?”
“Necesito que vayas por él”.
“¿Por qué no se lo pides a alguno de tus asistentes?”
“Ninguno de ellos tiene la llave de mi casa. Y Jennifer no me contesta el celular, no sé dónde está”.
“Puedo buscarla si quieres”, ofrezco.
“No, vas a perder tiempo, necesito eso con urgencia, es para una reunión con la gente de Italia, por favor, ¿Puedes ir?”, pregunta con un tono más suave.
“Bueno, está bien”
Acepto.
“¿Dónde lo dejaste?”
“En mi habitación, en la parte de debajo de la mesa de noche.”
Asiento y me pongo en camino.
Sería conveniente que le pida a Harry que me lleve, pero en realidad no está tan lejos, bien puedo tomar un taxi y si no tendré que molestarlo en sus horas libres.
El auto amarillo me deja en frente luego de veinte minutos de viaje.
No me molesta hacerle favores a Alec, más bien me parece increíble que ahora esté haciendo esto cuando en el momento que lo conocí, le dejé bien claro cuáles eran mis funciones.
Sin embargo, él ha hecho mucho más por mí de lo que podría haber hecho cualquier jefe, así que en teoría, se lo debo.
Abro la puerta de la casa y entro directamente a buscar los documentos.
A esta hora solo debería estar la servidumbre habitual, pero me encuentro con la sorpresa de que no hay nadie.
Me parece extraño, mas, no le doy demasiada importancia.
Encuentro los documentos en el lugar donde me indica, y estoy por salir cuando escucho un ruido inusual.
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