La divina obsesión del CEO -
Capítulo 96
Capítulo 96:
“Es una niña muy próxima para volverse mujer, una muy encantadora y que al parecer también sabe cocinar. Muchos hombres estarían encantados de tener una esposa como ella. En este mundo no hay mejor moneda de cambio que una criatura tan hermosa”.
“Explíquese antes de que colme mi paciencia”.
Ahora Frida entendía cuando Marco mencionó que ese hombre era un misógino, parecía que veía a su pequeña Emma como un objeto negociable.
“Grandes empresas se han unido y han crecido de la mano gracias a una unión previa entre los herederos de estas. No tenemos que ir muy lejos, gracias a su unión con el Señor Gibrand, la petrolera Tizo fue absorbida por el corporativo. ¿Me equivoco?”.
“Ajá… ¿y qué más?”
Frida se cruzó de brazos y vio con odio al hombre.
“Tengo un hijo, es un par de años mayor que ella…”.
“¿A qué se refiere con un par de años?”.
“No es mucho, solo diez años. Es un buen hombre, terminó la carrera de leyes y cuando me retire, él se hará cargo de la firma. Si la hermosa Emma se casa con él, tendrá una buena vida, llena de comodidades y lo más importante es que el Señor Gibrand estará libre para poder entregar a su hermosa hija en el altar”.
Frida se quedó pasmada, ¿en verdad le estaba pidiendo a Emma a cambio de liberar a Román? Álvaro tenía razón, invitar a ese hombre fue un grave error.
“No estoy de acuerdo con lo que está diciendo…”, dijo Frida aún sorprendida.
“Creo que el caso de su esposo es bastante fácil de resolver si tuviera toda la información que tenemos, así como las pruebas que la respalden. En un par de días estaría fuera de la cárcel. Si agregamos que mi equipo de abogados se volvería menos tenaz y un poco más descuidado, bueno… incluso podría meter a la cárcel a quien se encargó de arruinar la vida de su familia”.
“Y todo a cambio de…”
Frida no podía terminar su frase.
“De la mano de su hija. Sencillo”
“¿Por qué ella?”.
“Señora Gibrand, tiene razón, el Señor Román es un hombre poderoso que al salir de la cárcel podría ser un gran soporte para la firma, podría volvernos intocables”.
“Eso lo puede hacer mi esposo sin la necesidad de casar a Emma con su hijo…”.
“No, no entiende… no es lo mismo. Una promesa hecha con palabras puede volverse fácil de romper, pero si Emma pertenece a la familia Harper, el Señor Román se comprometerá a siempre salvaguardar nuestro beneficio. Tengo entendido que acabó con la firma de abogados de su exesposo, el Señor Gonzalo Moretti. No quisiera un problema similar”.
“No… no voy a casar a mi hija con un completo desconocido…”
“¿Sacrificará la libertad de su esposo?”.
“Encontraremos otra forma…”, dijo Frida con voz rota y los ojos cargados de furia.
“No tocarán a mi niña”.
“Suerte intentándolo, porque en cuanto encontremos las pruebas de su fuga, juro que no volverá a ver a Román en su vida y si me entero de que ese hombre puso un solo pie dentro de esta propiedad, usted irá a la cárcel de mujeres por cómplice… Su pequeño Mateo y la encantadora Carina terminarán en un orfanato… y tal vez le ofrezca un buen trato a Emma para que viva bajo mi tutela”.
Devoró el resto del panqué con deleite, como si fuera el dulce corazón de Emma, y le guiñó un ojo a Frida antes de dar la media vuelta y salir del despacho, dejándola congelada y más hundida en la desesperación.
“Al final del día… usted siempre ganará…”, dijo Frida en voz baja, arrepentida de haberlo invitado a su casa.
Emma, quién había estado escondida detrás de la puerta escuchando la conversación, vio a Edward salir de la propiedad, acompañado por un par de sirvientes y sin mirar atrás.
Frida salió buscando a sus abogados con los que tenía que hablar de inmediato, su rostro afligido rompió aún más el corazón de Emma, quien salió de la oscuridad que el ángulo de la puerta abierta le ofreció.
“¿Mami?”, preguntó como si fuera una niña pequeña y perdida.
De inmediato Frida la estrechó con cariño y besó su frente. Había adoptado una actitud protectora como cuando cuidaba de ella en el hospital. Nadie le arrancaría a su pequeña de los brazos.
“¿Dónde están esos panqués? Creo que necesito uno…”, dijo Frida con ternura mientras acariciaba el cabello de Emma.
La jovencita solo asintió y la llevó de la mano a la cocina. Ambas tenían la mente centrada en la oferta de ese abogado.
Frida no mencionó nada a sus abogados, pues para ella no era una opción. Cuando llegó el primer encuentro en la corte para la apelación, Edward no dudó en acercarse a ella antes de entrar a la sala.
“¿Lo ha pensado?”, preguntó con lascivia.
“¿Pensar qué?”.
“Mi oferta”.
“Dije que no y no voy a cambiar de opinión…”.
“Ya veremos al final del día. Le prometo que me buscará de rodillas, suplicándome porque acepte a su hija como pago”.
“Es un…”.
Antes de terminar su blasfemia llegaron sus abogados, molestos por ver a Edward cerca de ella y con la mirada lo fulminaron, haciendo que este se alejara sin borrar su sonrisa torcida.
“¿Te dijo algo?”, preguntó Álvaro preocupado.
“Podemos acusarlo de hostigamiento”, agregó Jimena frotando los brazos de Frida.
“No… no me dijo nada”, respondió Frida y entró cabizbaja a la sala.
El juicio parecía eterno para Frida, cada argumento de Jimena era invalidado por los abogados de Edward. Román no había sido un buen hombre en muchos años y ahora era difícil poder defenderlo de su pasado.
Cuando la sesión de ese día terminó, Frida corrió hacia Román, deseosa de consolarlo y al mismo tiempo ser consolada. Lo abrazó con fuerza y escondió su rostro en el pecho de su esposo, aguantando las ganas de llorar mientras este la reconfortaba con palabras dulces.
“Tranquila… todo estará bien…”, dijo con ternura mientras besaba su frente.
“Ya me cansé de que digas eso… nada está bien ni lo estará si ese maldito sigue atacando de esa forma”, respondió Frida desesperada.
“Es difícil cuando el hombre al que defiendes tiene un pasado lleno de ilegalidades”, dijo Jimena viendo con recelo a Román.
“Señorita Rangel, comprendo que solo le guste defender gente inocente… ahora entiendo por qué el negocio no rinde frutos”, contestó Román con soberbia.
“Si tan solo fuera sincero con sus propios abogados, no estaríamos en tantos problemas”, respondió Jimena entre dientes, Álvaro tuvo que detener su avance hacia Román pues temía que el pleito creciera.
Al salir de la sala, Frida se quedó por un momento sola y pensativa. Se le había ocurrido hablar con Emma y que ella decidiera su destino.
‘No, ella se vendería por salvar a Román, eso es injusto, pero… ¿no lo quiero de vuelta?’, pensó y se arrepintió.
Debía de encontrar otra forma.
“Mañana llamaremos al director del reclusorio como testigo…”, Edward dijo cerca de ella en un susurro
“Con la presión suficiente, hablará…”
Frida volteó horrorizada por sus palabras.
“¿Cuánto cree que aumente la sentencia de Román? ¿Diez años? ¿Veinte? De seguro lo mandarán a una prisión de alta seguridad para evitar que vuelva a escapar”, agregó pensativo.
“¿Le regocija venir a amenazarme?”, preguntó Frida llena de odio.
“No, solo la estoy motivando a que cambie de opinión… Aún puede salvar a su esposo y darle una vida de reina a su hija. Piénselo, no es tan malo, ganar –ganar”.
Con media sonrisa y la frente en alto, Edward se alejó, satisfecho de lo que había dicho.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar