Capítulo 85:

“No quería despertarte…”, dijo Román sin voltear.

No le costaba detectar el aroma de Frida a distancia. Su presencia estaba marcada en su alma. Tanto tiempo la buscó, que ahora la podría encontrar con los ojos cerrados.

Dejó el biberón en la encimera y comenzó a sacarle el aire al pequeño con gentileza.

“Jamás me hubiera imaginado verte de esta forma…”, dijo divertida y aún somnolienta.

“Ni yo me lo imaginé jamás… creí que lo mío sería morir solo y lleno de trabajo”.

“Un triste final para un hombre tan maravilloso…“, agregó Frida acariciando la mejilla de Román.

“¿Maravilloso? ¿Aún no recuerdas quien era antes de que llegaras a mi vida?”, preguntó Román con una sonrisa nostálgica.

“Nadie que me conociera en aquel entonces diría que soy maravilloso”.

“Eso quedó en el pasado… ambos somos diferentes ahora…”.

Román se inclinó ansiando esos labios que lo hacían delirar. Cada beso era una explosión diferente de vida y magia. Frida era aquello que lo hacía sonreír cada día.

“Te amo”.

“Yo también te amo”, contestó Frida con una sonrisa tierna.

“Y ni tu diamante negro de más de dos mil años se compara con el amor que siento por ti”.

“Lo sé…”

Esa noche parecía que Román no podía dejar de sonreír. Quería que ese momento, cargando a su hijo y viendo a su mujer, durara toda la eternidad.

“Anda, vamos a dormir”.

Lo tomó de la mano y juntos regresaron a la habitación.

Esa noche el pequeño Mateo durmió protegido por los cuerpos de sus padres. Frida fue la primera en conciliar el sueño, mientras que Román decidió permanecer más tiempo despierto, admirándola al dormir, acariciando su mejilla con ternura mientras cerraba los ojos.

Eso era lo que quería, que ella fuera lo último que viera en el día y lo primero al despertar, en eso consistía su felicidad.

Frente a la tumba de Sarah, Martina dejaba un enorme ramo de flores. Desde hacía mucho tiempo que había dejado de llorar, pero eso no significaba que no doliera. De pronto su silencio fue interrumpido por un par de pisadas que se acercaban haciendo crujir la grava.

“Fue lamentable lo que le ocurrió…”.

“Tú cállate, ni siquiera estuviste en su funeral”, dijo Martina a Marco.

No le había visto la cara, pero sabía a la perfección que era él.

“¿Crees que me hubieran dejado pasar? Y, en caso de que fuera así, ¿crees que no hubiera acabado a golpes con Román?”.

“Eres un infeliz, cobarde… ¿Crees que no sabemos de tus intenciones para derrocar a Román? ¿Por qué no lo has hecho? ¿Por qué te detienes de pronto?”.

Marco pensó en Frida. En el fondo veía en ella la clase de amor que él quería recibir en algún momento.

No comprendía cómo una mujer así había escogido a un hombre como Román, pero de algo estaba seguro, no quería lastimarla. Había aprendido que mujeres como ella eran únicas y prefería mantener su distancia.

“¿Qué tiene ella que hace estúpidos a los hombres?“, preguntó Martina después de interpretar el silencio de Marco.

“Parece que quien debe de tomar cartas en el asunto, soy yo”.

“Me veo en la penosa necesidad de decirte que no voy a agredir a Román mientras Frida esté a su lado. Odiaré a mi hermano, pero Frida no tiene la culpa, suficiente esfuerzo hace para aguantarlo como para volverse daño colateral…”.

“¿Qué dices sí prometo no hacerle daño?”, preguntó Martina levantando una ceja y cruzándose de brazos.

“Te diría que tengo pruebas contra Román para meterlo a la cárcel por asesinato”, respondió Marco con una sonrisa amplia.

“¿Hablas en serio?”.

“Muy en serio… pero hay dos cuestiones. Él tiene una copia de todas esas pruebas, no estaría ciego durante el juicio y eso complicaría las cosas”.

“No hay problema, encontraré la forma. ¿Cuál es la otra?”, preguntó.

“No metas en problemas a Frida y a sus hijos, a ellos no les quites nada”.

“Frida… Frida… Frida… el abuelo, Román y tú están hechizados por esa idiota, pero acepto, ayúdame a meter a la cárcel a tu hermano y prometo que ella no saldrá afectada”.

Marco no estaba muy seguro de confiar en ella, aun así, extendió su mano sellando el trato.

Después de meses de espera, la boda de Román y Frida era un hecho. Ella lucia un hermoso vestido blanco y él se veía elegante y gallardo con su ‘smoking’ negro, juntos hacían la pareja perfecta y se veían con inmenso amor y dulzura. Era el punto más alto de su relación y Frida consideraba ese día como su ‘felices para siempre’ que tanto había esperado.

Cuando abrían la pista de baile, meciéndose al ritmo de la música lenta, un par de detectives acompañados de policías se acercaron con la mirada fija en Román.

“¿Román Gibrand?”, preguntó uno de los detectives con el ceño fruncido.

“¿Qué ocurre?”.

Automáticamente Román escondió a Frida detrás de él.

“Queda arrestado por el homicidio de Jake Hughes…”, respondió el detective acercándose con las esposas.

“¡¿Qué?! ¡Debe de haber una equivocación! ¡No pueden hacer esto!”, exclamó Frida poniéndose frente a Román.

“No pueden llevárselo…”.

“Señora, no interfiera en el arresto o tendrá que acompañarnos también”, dijo el oficial.

“Frida, tranquila, todo se arreglará”, dijo Román con gentileza en su oído, pero eso no calmó el estrés y desesperación de Frida.

“No, no… Román…”.

Tomó el rostro de su esposo entre sus manos y lo llenó de besos desesperados.

“Cuida de los niños, prometo que saldré rápido de esto”.

“No… por favor, no se lo lleven”, agregó Frida entre lágrimas mientras se abrazaba a Román.

“Mi amor, mi hermosa Frida, todo estará bien, te lo prometo…”.

Román estrechó a Frida con cariño y besó sus labios una última vez antes de alejarla suavemente de él, dispuesto a acompañar a los detectives.

Román salió de los jardines de su propia casa con las manos esposadas mientras los detectives le leían sus derechos.

“¿A dónde llevan a papito?”, preguntó Cari angustiada mientras Emma arrullaba al bebé y buscaba una explicación en la mirada desesperada de su madre.

“No lo sé, Cari… no lo sé…”, respondió víctima de la angustia.

Se volvió noticia el arresto de Román Gibrand y las fotos de la novia destrozada dieron la vuelta al mundo.

“No tenías que ser tan brutal”, dijo Marco viendo los ojos llenos de lágrimas de Frida en las fotografías.

“¿En verdad mandaste a la policía el día de su boda?”.

“¿Vas a llorar?”, preguntó Martina divertida viendo a través de la ventana de la oficina.

“El juicio será pronto, tengo ala más prestigiosa firma de abogados trabajando para mí. Será pan comido”.

“Solo recuerda nuestro trato… no dañes a Frida ni a sus hijos”, agregó Marco viéndola con molestia y arrepintiéndose de lo que hizo, pero era muy tarde para pedir disculpas.

Frida anduvo por los fríos y grises pasillo de la prisión donde tenían detenido a Román. Álvaro y Jimena estaban trabajando a marcha forzada para poder resolver el caso, con el apoyo de Benjamín parecía que las cosas se resolverían pronto, pero eso no evitaba que no estuviera preocupada por su esposo.

Se sentó del otro lado del cristal y vio llegar a Román con un overol naranja y las manos esposadas. El corazón se le rompió, jamás se imaginó verlo de esa forma.

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