La divina obsesión del CEO -
Capítulo 61
Capítulo 61:
“¿Te traen malos recuerdos?”.
“Me las solía regalar mucho mi exesposo…”.
“Creo que no deberías juzgar a la flor, sino a la mano que te la dio. En mi caso… no hay maldad ni malas intenciones de mi parte”.
Antes de poder hablar, él acarició su rostro con dulzura y se sintió sin fuerzas para rechazarlo.
“Pídeme lo que quieras…”.
Gerard se inclinó hacia delante, queriendo alcanzar de nuevo sus labios mientras Frida se debatía en alejarse o quedarse.
“¡Ahhh!”, exclamó Marianne rompiendo con el momento, cosa que agradeció Frida desde el fondo de su corazón.
“¡Miren!”.
Llegó corriendo con un enorme ramo de rosas rojas. Era un arreglo magnífico y elegante. De inmediato lo colocó sobre la mesa de la recepción y olfateó las flores.
“¿Puede haber un hombre más maravilloso?”.
“Vaya… ¿Debería preocuparme?”, preguntó Gerry con desconfianza.
“Solo es un hombre lindo siendo detallista conmigo. Además… será quien ponga el dinero que necesitamos”.
“Esos hombres siempre buscan que se les pague el favor”, añadió Gerry molesto.
“Yo no tengo problemas en pagar el favor las veces que quiera”, dijo Marianne sonriendo feliz.
“¡Mary!”.
“¡Gerry! ¡Es encantador, adinerado y guapo!”.
“¿Qué edad tiene?”, la pregunta incomodó a Marianne.
“¿Para qué quieres saber eso?”, contestó con otra pregunta, recelosa de soltar información.
“¡Mary!”.
“Tiene cuarenta y seis… ¿Feliz?”.
“¡Es muy grande para ti!”.
“¡El amor no tiene edad!”.
“El amor no tiene edad, porque puede llegar en cualquier momento, no porque una niña se vaya a enamorar de un viejo”.
“¡No es viejo! Además, se ve mejor conservado que tú y eres más joven”, debatió Marianne y sonrió victoriosa.
“La edad es solo un número”.
Frida se desconectó de la conversación, veía las flores con curiosidad y pensaba en la edad de ese hombre. ¿No era la misma edad que tendría Román en ese momento? ¿Era una coincidencia?
‘No puedo seguir viéndolo en cada detalle, todo me recuerda a él. Después de tanto tiempo tuvo que haberme olvidado. No estaría aquí y mucho menos cortejando a Marianne, no es su tipo’.
“Solo ten cuidado, ¿quieres?”, dijo Gerry de manera protectora y abrazó a su hermana con cariño.
“¡Ay! ¡¿Quién te dio esa flor?!”, exclamó Mary saliendo del abrazo de su hermano y viendo con emoción la rosa en las manos de Frida.
“Yo se la di…”, respondió Gerry orgulloso.
“¡Creo que deberían tomarse la tarde libre e ir a cenar juntos! Me encantaría recomendarles el restaurante al que fui anoche. Es hermoso y muy romántico”.
“No creo que sea una opción, hay que trabajar, no tienes mucha gente y…”.
Frida buscaba excusas con desesperación.
“Por un día que nos ausentemos no creo que sea problema”, intervino Gerry y le sonrió con ternura.
“¿Cenarías conmigo, Frida?”.
Se quedó sin aliento, vio la mano de Gerry extendida hacia ella y la mirada insistente de Marianne. Se sintió comprometida, no quería romperle el corazón.
“Sí, por qué no… ¿Cómo amigos?”, preguntó aclarando la situación. Marianne refunfuño molesta, pero Gerry lo tomó con calma.
“He esperado años, una noche más siendo tu amigo no me molestará en absoluto”.
Tomó la mano de Frida con cariño y besó su dorso.
Marianne sacaba vestido tras vestido de su clóset, algunos caían en la cama, otros encima de Frida. Eran prendas exquisitas y algunas de la marca GB lo que le revolvía el estómago a Frida con solo verlas.
“¿Cuál quieres?”, preguntó Mary emocionada.
“¿No estás molesta?”.
“¿Por qué debería de estarlo? Gerard es mi hermano y tú mi mejor amiga. Sería un sueño que terminaran juntos”, dijo Marianne emocionada y sacudió un vestido corto con un escote sutil.
“Creo que este es el indicado”.
“Gracias”.
Frida lo tomó y resopló. No tenía muchas ganas de asistir a la cena.
“¿Por qué no tienes tantos vestidos? ¿No te gusta comprarte ropa o es tan poco dinero el que pago que no puedes?”, preguntó Marianne triste y sintiéndose una capataz sin corazón.
“No es eso, pero prefiero guardarlo para Cari. Quiero que cuando crezca estudie lo que a ella le guste, cueste lo que cueste…”, dijo Frida con el corazón lleno de esperanza.
Desde que había dejado a Román, su prioridad se había vuelto Cari, incluso Hugo la apoyaba con donativos a una cuenta bancaria a nombre de la niña.
“¿Qué ocurre con su padre? ¿No mencionaste que es un hombre con una gran fortuna? ¿No te podría ayudar?”.
“Tal vez lo haría… pero preferiría no volverlo a ver. Mi corazón no resistiría”.
“¿Después de un año sigues herida?”.
“La herida se siente como recién hecha…”, contestó Frida poniendo su mano sobre el pecho.
“Eres una buena mamá, espero ser como tú y preocuparme así por mis hijos…”.
“Bueno, si tu familia sigue apoyándote, tendrás dinero suficiente para darles una buena vida, aunque la finca no rinda frutos”.
“Pero si eso pasa, esos frutos los repartiré con ustedes, lo sabes. Entramos juntos en esto, ganaremos todos”, dijo Marianne con una sonrisa Sincera.
“Dame el número de cuenta de Cari, yo también quiero hacer aportaciones y si le dices a Gerry apuesto a que también ayudará. Esa niña tendrá la mejor escuela”.
“Gracias Marianne… eres la mejor”, dijo Frida con lágrimas en los ojos y abrazó a su amiga que se había vuelto su soporte.
“¡Anda! ¡Vamos a arreglarte! ¡Gerry te debe de estar esperando!”, exclamó ansiosa.
Gerard estaba nervioso, caminaba de un lado para otro mientras se acomodaba los puños de la camisa debajo del saco. Hacía mucho que no se vestía tan elegante.
De pronto escuchó el cuchicheo de las chicas y levantó la mirada para ver a Frida con ese vestido entallado que mostraba sus largas y torneadas piernas. Era una criatura encantadora ante sus ojos y su simple presencia detuvo su corazón y ahogó un suspiro.
Frida lo vio con vergüenza, sus mejillas se ruborizaron y le dedicó una sonrisa tímida ante su reacción.
“Estás… preciosa…”, dijo Gerry con una sonrisa tonta y los ojos llenos de brillo.
“¡¿Solo preciosa?! ¡Te estás llevando a una diosa!”, dijo Marianne detrás de Frida.
“Vaya que sí”, agregó Gerard y le ofreció una rosa roja.
“¿Estás lista?”.
Con su fina mano, Frida tomó la flor y su aroma cosquilleo en su nariz.
“Estoy lista”, dijo con una sonrisa tierna y se agarró del brazo de Gerry.
El restaurante era muy ostentoso y quedaba lejos de la finca. A Frida le recordaba el sitio donde alguna vez trabajó con Jake. Ocuparon una mesa con una vista espectacular, Frida dejó sobre el mantel su rosa y tomó el menú. No había nada que le apeteciera, todo sonaba muy rebuscado y caro.
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