Capítulo 48:

“¿De qué hablas?”, preguntó Marco.

“¡Estaba ebria! ¡Necesitaba ayuda, no que me hundieras más!”.

Los ojos llorosos de Frida dejaron congelado a Marco.

“Te encontré en un bar de mala muerte y rodeada de rufianes. Te saqué de ahí y te puse a salvo. No deberías de ser tan malagradecida”.

“¿Malagradecida? ¿Crees que esto es estar a salvo? ¡Me hiciste lo mismo que ese hijo de p%ta me quería hacer!”, exclamó furiosa y se cubrió con la sábana

“¿Qué te hace diferente de ellos?”.

Marco se quedó sin palabras.

‘¿Me está comparando con uno de esos hombres?’ se preguntó ofendido, pero… ¿No tenía razón?

Él sabía que incluso era peor, pues podía aclarar que no había consumado el acto, pero prefería guardar la verdad como un secreto personal.

Frida tomó una ducha fría, quería arrancarse la esencia de Marco de la piel, pero terminó con ambas manos apoyadas en los mosaicos y lloró desconsolada.

Cuando Marco había terminado de vestirse, fue al carro y subió unas bolsas con ropa para mujer de la marca de su empresa. Eran vestidos casuales, pero refinados, así como unos tacones negros.

Quería llevarla a la residencia Sorrentino y que Tiziano la viera como toda una dama. Quería que se viera tan elegante y refinada como él. Echó un vistazo a la ropa vieja de Frida y le pidió a la mucama que se deshiciera de ella.

El tiempo pasó y Frida no salía del baño, cuando Marco se disponía a entrar, ella abrió la puerta, con la mirada perdida y cubriéndose con una toalla.

“Frida… no fue mi intención aprovecharme de las circunstancias. Te debo una gran disculpa”.

“No pareces muy sincero”.

“No me juzgues tan duro, yo solo te quise proteger”.

Fingía muy bien estar apenado.

“Vi como ese hombre te molestaba y no dudé en acercarme y sacarte de ese problema. Quise traerte a un lugar seguro, pero comenzaste a besarme y abrazarme, y no tuve fuerza de voluntad para detenerte… me gustas demasiado”.

Intentó acercarse, acariciar su piel húmeda y con suerte poder besarla, pero Frida se alejó con el rostro lleno de odio.

“Cuando te conocí en aquel club, supe que eras de esos patanes de una sola noche… ya conseguiste lo que buscabas, ahora déjame sola y ve a presumirle a tus amigos tu hazaña”.

“Frida, me mal entiendes… en verdad deseo hacer las cosas bien contigo…”.

“Pues comenzaste muy mal”, respondió Frida y le dedicó una mirada fría

“Conmigo no necesitas aparentar ser una buena persona o fingir que tienes sentimientos. No me importa”.

Marco perdía la paciencia. Conocía a más de una que estaría encantada de estar en el lugar de Frida, entonces… ¿por qué ella lo rechazaba con tanta frialdad?

“¿Dónde está mi ropa?”, preguntó angustiada removiendo las sábanas.

“Aquí está”, contestó Marco mostrando el vestido.

“Esa no es mi ropa…”.

“Ahora lo es… lo que traías se lo llevó la mucama, parecía demasiado viejo. Si me permites puedo obsequiarte más ropa para que cambies todas tus prendas”.

“No tienes derecho a hacer eso, quiero mi ropa de regreso.”

Se acercó retadora y encaró a Marco.

“Es lo que hay, póntelo o regresa a casa desnuda…”.

Acercó el vestido y después de un debate de miradas, Frida se lo arrebató.

“Te llevaré a tu casa”.

“Yo puedo llegar sola. ¿Dónde estamos?”.

“En el hotel imperial…”.

Frida volteó sorprendida.

“¿Alquilaste una habitación en un hotel de lujo?”.

“Solo quería que despertaras en un lugar agradable y cómodo… anda, te llevo a tu casa, no permitiré que vayas sola”.

“Si tanto querías ayudarme, ¿por qué no me llevaste a mi casa desde ayer?”, preguntó molesta.

“Tu padre no te quiso recibir. Hablé con él y me dijo que te lo merecías por salir a escondidas”.

A Frida no le sorprendían las palabras de su padre, aun así, le dolía saber que le había dado la espalda una vez más. Cuando llegaron a la entrada del hotel, Marco la tomó de la cintura, pegándola a su cuerpo.

“Frida… deja de castigarme de esa forma…”, dijo con mirada triste y acarició su suave mejilla.

“Tu desprecio me está matando”.

“¿Qué vas a querer que diga tu lápida?”, respondió llena de odio y lo empujó.

Salió del hotel con Marco pisándole los talones.

“Quiero que diga que morí de amor”, respondió con soberbia.

“¡¿Amor?!”, Frida volteó bruscamente, deteniéndolo en seco.

“¡Esto no es amor!”.

Marco la estrechó entre sus brazos con una ternura que la dejó congelada. Besó su frente con delicadeza y cuando sus ojos negros se posaron en ella, Frida no pudo evitar dejar que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Cada vez que se perdía en esa oscuridad, recordaba a Román.

“Quiero sanar tu corazón… déjame cuidar de ti y de tus hijas. Dame la oportunidad de ser el hombre que el Señor Gibrand no pudo ser…”

Se inclinó lentamente y posó sus labios en los de Frida, saboreándolos con delicadeza, pero la sensación terminó rápido, pues ella había bajado la cabeza.

“Quieres que te premie con mi amor después de lo que hiciste. No tienes vergüenza”.

Empujó a Marco.

Las imágenes no eran nítidas, pero llegaron a cada rincón con encabezados como: ‘El CEO de la empresa GB: ¿en una relación?’, ‘Mujer misteriosa saliendo del hotel con el Señor Marco Gibrand. ¿También se casará?’.

Para suerte de Frida, su rostro no era tan claro, pero Román sabía que era ella, la reconocería donde fuera.

De pronto su teléfono comenzó a vibrar, habían llegado imágenes de un número desconocido. Al abrirlas se quedó sin aliento. Era Frida semidesnuda y con el rostro sonrojado.

‘Frida te manda saludos. Ahora entiendo por qué estás obsesionado con ella’ decía el mensaje.

“¡Hijo de p%ta!”, exclamó furioso y arrojó el teléfono contra la pared, haciéndolo pedazos.

“¡Álvaro!”, gritó y su abogado se asomó presuroso.

“¿Sí, Señor?”.

Después de un silencio que solo avivaba la llama de odio en el pecho de Román, por fin se animó a hablar.

“Llama a Celia… quiero verla”.

“¿Me llamaste?”, preguntó Frida asomándose al despacho de Tiziano.

“¿Dónde estuviste anoche?”.

“Creí que ya sabías”.

“¿No me escuchaste? ¡¿Dónde pasaste la noche?!”.

Los ojos se le llenaron de lágrimas a Frida, no por el regaño, sino por recordar lo ocurrido.

“¿Estás desconectada de la realidad?”.

Tiziano se levantó de su asiento y arrojó el periódico al escritorio.

“Si no has revisado tus redes sociales entonces deja te muestro un método más arcaico; el periódico”.

Frida vio las fotografías. Eran Marco y ella saliendo del lujoso hotel y dándose un beso. La mandíbula se le desencajó.

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