Capítulo 44:

“Si, si… como tú digas”, dijo Martina escéptica, pero conforme Sarah explicaba el plan de Benjamín, más se convencía.

“¿Hablas en serio?”, preguntó.

“Cien por ciento. Yo misma envié a Frida a la casa de Román y también la atropellé para que Román la recuperara… soy una genio. ¡Pero no le digas a nadie!”.

“Tenlo por seguro, Sarah…”, respondió Martina con media sonrisa mientras le mandaba un mensaje a escondidas a July.

Tenía que verla con urgencia.

Román había salido a la oficina y Frida decidió meterse al cuarto y tocar su violín, perder el tiempo para evitar encontrarse con July en la casa, pero en cuanto iba a abrir el estuche, la puerta se abrió primero.

“¡Frida! ¿Cómo estás? Desde que llegué no te he podido saludar. ¿Me estás evitando?”, preguntó July con una sonrisa soberbia.

“¿Qué quieres?”.

“Supe que el contrato entre Román y tú se acabó, me preguntaba… ¿Por qué sigues aquí?”.

“Porque Román y yo nos amamos y hemos decidido estar juntos pese al contrato”, respondió Frida con orgullo, pero su victoria duró poco.

“Pobre Frida, tan inocente… ¿Logró convencerte de que te ama? ¿Te enamoraste pese a que ibas a hacer lo imposible por evitarlo?”.

“Nos amamos y por eso estamos juntos”.

“Corrección… están juntos porque alguien más quiso que lo estuvieran…”.

Rebuscó en su celular y le mostró una foto de Sarah.

“¿Has visto a esta mujer antes?”.

Frida vio la imagen con atención y de pronto la recordó en los pasillos del hospital.

‘Te ves apenada y he escuchado que buscas empleo. Ve a esta dirección. Es una casa enorme, de seguro tendrán algo para ti. Al ser de gente adinerada, la paga será buena’, la había guiado a la mansión de Román. Si no hubiera sido por ella, jamás se hubiera plantado frente a su puerta.

“Te presento oficialmente a Sarah Gibrand. ¿Te suena el apellido?…”.

Frida frunció el ceño y sintió que algo andaba mal.

“Ese adorable viejecito al que llamas ‘abuelo’, la mandó a manipularte, te envío directo a Román para que este pudiera acercarse a tu padre y chantajearlo con tus heridas…”

“¡¿Quién te dijo?!”.

“Pobre niña maltratada… ahora gracias a eso, Román está manipulando a tu padre para que las empresas se fusionen… por eso no le conviene a Román que te vayas, mientras pueda sacar provecho de tus cicatrices, tendrá a Tiziano comiendo de su mano”.

“¡Mientes!”, exclamó dolida y desilusionada.

“Benjamín te puso de carnada y Román te exprimirá hasta conseguir lo que quiere. ¿Ahora entiendes por qué se aferró a encontrarte y mantenerte a su lado en contra de tu voluntad?”.

“¿Entiendes por qué despreció a una mujer como Casidy en cuanto supo que te podía recuperar? ¡No fue por amor, Frida! ¡Solo eres un negocio!”, explicó.

Frida apretó los dientes y los ojos se le enrojecieron.

“¿Sabes quién te arrolló aquella vez? Fue Sarah… aún debe de tener el auto guardado en su garaje. ¿No te parece curioso que justo el día que Román estaba cerca, tú resultaras lesionada y despertaras aquí?”.

“¡Cállate! Solo me quieres envenenar…”, dijo Frida mientras las lágrimas caían.

“Lo que quiero es que entiendas que nunca serás más que un negocio para Román, no le importas, nunca le has importado… solo eres una oportunidad para quitar a la petrolera Tizo del camino. Así como quitó del camino a Gonzalo”.

Se acercó viéndola con lástima y cuando quiso acomodar un mechón de cabello, Frida la esquivó.

“Frida, Bastian es el hijo de Román y mío… ¿Lo entiendes? Ya éramos una familia antes de que te metieras en nuestras vidas. Yo era con quién se acostaba y teníamos una relación muy estrecha”.

“Román me dijo que Bastian es hijo de su hermano…”, reclamó Frida.

“Te mintió, cómo cuando dijo que te amaba”, respondió July y le entregó el estudio de ADN.

“Es su hijo, por eso estamos aquí, porque esta es nuestra casa por derecho…”.

El corazón de Frida estaba a punto de estallar.

“Si no me crees… aquí te dejo una grabación donde él admite que yo he sido la mujer que más amó en su vida y no solo eso, que esa boda que tuvieron, en realidad tuvo que ser mía…”.

Frida escuchó una y otra vez la grabación mientras veía los resultados de la prueba de ADN. July decía la verdad.

Desde el principio había sido una trampa disfrazada de coincidencia. Román no la amaba, solo la quería mientras conseguía la empresa de su familia y eso la llenaba de dolor. De pronto el celular de Frida comenzó a sonar y dudó un momento en contestar.

“Voy a llegar muy tarde, no quisiera que te desveles esperándome”, dijo Román apenado, su voz sonaba cansada.

“No tardes, no es bueno que trabajes tanto”, respondió Frida con la voz ronca por tanto llorar.

“¿Estás bien?”.

“Te amo mucho, jamás había amado a alguien como te amo a ti. ¿Lo sabías?”.

“Yo también te amo, cariño. Más de lo que imaginas”, respondió Román con incertidumbre y una punzada de desconfianza atenazó su corazón

“¿Todo bien?”.

“Todo bien”, respondió Frida cerrando los ojos por un momento, controlando sus ansias de volver a llorar.

“¿Sabes qué? Puedo dejar los pendientes para mañana… vamos a cenar”.

“Román…”.

“No tardo en llegar”.

Estaba preocupado por ella, sabía que tenía algo y le causaba intriga que no le dijera.

En cuanto colgó, Frida vio su teléfono por un momento y recordó el número de Hugo. No se sentía suficientemente fuerte para hacer las cosas sola. La primera vez que huyó de Román, la necesidad fue lo que la movió.

“¿Hugo?”, preguntó en cuanto su llamada fue contestada.

“¿Frida? ¿Eres tú? ¿Qué ocurre?”.

Ella bajó la mirada y guardó la grabadora y la prueba de ADN en el cajón.

“Necesito tu ayuda, no puedo sola… no tengo la fuerza para hacerlo…”

Cuando llegó Román a casa, se percató de un brillante Lamborghini donde estaban encerradas las niñas, adormiladas y confundidas. Cuando se acercó, vio a Hugo y a Frida entrando a la parte delantera.

“¿Frida?”, preguntó Román al salir de su auto.

Había empezado a dolerle el pecho antes de saber lo que ocurría. Frida, de un brinco, retrocedió y de nuevo lo congeló con su mirada cargada de tristeza.

“¿Qué ocurre? ¿A dónde vas?”, insistió molesto.

“El contrato prenupcial, si se le puede llamar así, ha caducado. Usted ha conseguido lo que quiso, así como Frida, por lo tanto, no hay motivo para que sigan juntos”, dijo Hugo con la boca llena de odio.

Al enterarse de lo ocurrido, tenía ganas de romperle la cara a Román.

“Frida es mi esposa y no puede abandonar la casa, así como así”, dijo Román lleno de ira.

“Se comenzará el proceso de divorcio de inmediato… mis abogados contactarán a los suyos. Todo se resolverá de esa forma”.

“¿Eso quieres, Frida? ¿De pronto decidiste abandonarme?”, preguntó iracundo, buscándola con la mirada.

“Se nota que no pierdes esa mala maña de irte, humillándome en el proceso”.

“¡¿Humillándote?! ¡¿No has pensado que yo soy quien ya se cansó de ser humillada?!”, exclamó furiosa y de pronto recordó que las niñas estaban escuchando todo.

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