Capítulo 37:

De inmediato, el par de princesas fueron con su abuelo que las recibió gustoso.

El momento había llegado, Román estaba nervioso y cuando sus ojos depararon en Frida, el corazón le explotó en el pecho. Era la mujer más hermosa que había conocido y deseaba estrecharla entre sus brazos.

Hizo a un lado el velo que cubría su rostro. Parecía tan nerviosa como él y le ofreció una sonrisa tierna.

Se tomaron de las manos mientras la ceremonia comenzaba y todo el tiempo que el padre habló, ellos no dejaron de verse. Sabían que algo había cambiado, pero aún tenían que asimilarlo.

Sus labios se encontraron, dando por finalizada la ceremonia. Frida no pudo evitar abrazarse con fuerza a Román, mientras él se aferraba a su cintura. Los aplausos se elevaron por encima del sonido de las cámaras que no paraban de tomar fotos. Parecían una auténtica pareja enamorada.

El silencio se apoderó del ambiente con excepción de un par de manos que siguieron aplaudiendo, llamando la atención de todos. Román se separó de Frida y al voltear se encontraron con la mirada gélida de un hombre feroz y mal encarado que seguía aplaudiendo con ironía.

Román se puso frente a Frida, como si debiera protegerla del invitado indeseado.

“¿Papá?”, preguntó Frida con un retortijón en el estómago.

“¡Bravo! ¡Qué vivan los novios!”, exclamó lleno de ira.

“Lamento haber llegado tarde”.

“Señor Sorrentino…”.

Román lucía la misma actitud áspera y fría.

“Román Gibrand… ¿Ahora deberé de decirte yerno?”.

Rechinó los dientes con molestia y parecía querer vomitar después de haber preguntado” Frida, ¿no piensas saludar a tu padre?

Román se interpuso, cubriéndola por completo detrás de él mientras lo veía de forma retadora, pensando en cada cicatriz que había besado antes de la ceremonia.

“¿Es… el papá de mi mamá?”, preguntó Emma con curiosidad, asomándose por entre los asientos.

“Amor, regresa con tu abuelo”, dijo Frida preocupada, como si su padre aún cargara el fuete en la mano.

“Déjala…”, agregó Benjamín sin dejar de observar la situación.

“Pero…él también es mi abuelo, ¿no?”, preguntó confundida por la tensión.

“¡¿Otro abuelito?!”, exclamó Carina saliendo por un lado de Emma y corriendo hacia Tiziano.

Ante la sorpresa de todos y sin poder evitarlo, Carina se abrazó a la pierna de Tiziano y frotó su mejilla con afecto. Emma se envalentonó y salió detrás de su hermana, tomando del brazo a su abuelo y dedicándole una sonrisa sincera.

“Yo soy Emma y ella es Carina”, dijo sonriente y pura.

“Hola, abuelito”.

El corazón de Tiziano se retorció dentro de su pecho, el cambio fue tan turbulento que dolía. Vió esos ojos azules, idénticos a los de Frida y ante la sorpresa de todos, acercó su mano con gentileza para acariciar los cabellos de Emma.

“Mucho gusto, Emma y Carina…”.

Cargó a la pequeña Cari y de inmediato esta se abrazó a su cuello.

“¡Es el mejor día de mi vida!”, exclamó brincoteando entre los brazos de Tiziano.

“¡Sí! ¡Tenemos dos abuelitos!”, agregó Emma esperando que Frida estuviera tan emocionada como ellas, pero en realidad estaba aterrada.

Benjamín se mostraba orgulloso. Sabía que las niñas podrían aplacar ese corazón iracundo.

“Esas niñas no temen a la muerte”, dijo Hugo, que había permanecido detrás de su padre. Se quiso acercar a su hermana, pero de nueva cuenta Román se interpuso, protector y autoritario.

“Soy Hugo Sorrentino y te acabas de casar con mi hermana, mucho gusto”.

“¡Hugo!”.

Frida salió de detrás de Román y abrazó a su hermano que la recibió con gusto.

“Después de doce malditos años nos volvemos a ver”, dijo Hugo besando la frente de Frida con ternura.

“Señor Sorrentino, si gusta, me encantaría hablar con usted en mi despacho”, dijo Román sin perder oportunidad.

Frente a frente, a cada lado del escritorio, ambos hombres con carácter arrogante se veían directo a los ojos, como dos contrincantes.

“Señor Gibrand, no espere que mi hija sea la heredera de la empresa o de mi fortuna… porque en ese caso, hubiera sido más inteligente casarse con Hugo”, dijo Tiziano regodeándose y sonriendo con soma.

“Descuide, cuando me interesé en Frida, ni siquiera sabía que era su hija, pero cuando me enteré, no cambió mi sentir”.

“¿Espera que crea que se ha casado por amor? Su boda con Frida no funcionará como puente entre nuestras empresas…tiene razón, será el punto de partida para una fusión”.

“¿Qué intenta decir?”.

Tiziano se levantó de su asiento apretando los dientes y viéndolo con furia.

“La petrolera Tizo y el corporativo Gibrand se unirán, como una única célula y sé que usted estará completamente de acuerdo”.

“¡¿Se está burlando de mí?!”.

“No, le estoy describiendo el futuro. Sería muy triste que todas esas cicatrices en la piel de Frida lleguen a la prensa y su nombre encabece la noticia”.

¿El gran Tiziano Sorrentino, un abusivo y cruel padre? A nadie le sorprenderá, pues su reputación le precede, pero no significa que no vaya a ser justificación para que se le nieguen créditos bancarios y grandes acuerdos con el gobierno y diferentes compañías…

“¿Me piensas chantajear con llevarme a la quiebra?”.

Entrecerró los ojos y rechinó sus dientes

“Así hiciste con Gonzalo, ¿no?”.

“Gonzalo necesitaba aprender la lección…”.

“No solo eso… lo querías lejos de Frida. Tuvo que irse de la ciudad, ya no había forma de que mantuviera su nivel de vida aquí…”.

La sonrisa de Román se hizo aún más grande.

“Me sorprende, Señor Gibrand. No me imaginé que fuera un hombre celoso”.

“No lo era… pero haré lo necesario para que su hija se quede a mi lado y no solo eso, creo que sería un lindo regalo para ella que le entregara la empresa de su familia en charola de plata, pero no puedo ser tan cruel con mi suegro, así que… mientras estoy en mi luna de miel, piense bien mi oferta de una fusión”.

“Es un hombre poderoso, más de lo que fue su abuelo en su momento, pero si no se maneja con prudencia, lo perderá todo”.

“¿Me amenaza?”.

“¿No se trata de eso está reunión? ¿Lanzamos amenazas cordiales mientras nos sonreímos con incomodidad?”, Tiziano no retrocedería.

“Si ya no tiene nada más que decir, procedo a retirarme”.

“¿No piensa quedarse en la fiesta? Se veía emocionado al conocer a mis hijas”.

Tiziano le dedicó una mirada llena de ira antes de salir del despacho, con paso veloz y lleno de rabia.

“¿Cómo es que se enteraron?”, preguntó Frida paseando la mirada por los invitados.

“Una chica nos informó y nos dio la invitación…”, dijo Hugo haciendo memoria.

“¿Qué chica?”.

“Mmm… dijo su nombre, pero no lo recuerdo…”.

Buscó entre los invitados hasta que encontró a July, malhumorada y sentada en la misma mesa que Martina.

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