La divina obsesión del CEO -
Capítulo 31
Capítulo 31:
“Tengo algo muy importante que decirle sobre su hija”.
La mirada cruel de Tiziano se posó en ella y como un toro embravecido se acercó, intimidándola.
“Yo no tengo hijas”, respondió entre dientes. El odio que tenía hacia Frida aún estaba fresco pese al paso de los años.
“Pues… Frida Sorrentino se va a casar en unos días con Román Gibrand. Pensé que estaría interesado en acudir a la ceremonia”, extendió la invitación hacia Sorrentino con mano temblorosa.
Tiziano se quedó pasmado, el aire le quemaba los pulmones. Rechinó los dientes y volvió a dejar a July con la mano extendida, estaba furioso. En cambio, el joven que lo acompañaba tomó la invitación y la analizó con interés.
“Gracias por la información, Señorita Bafel”, dijo Hugo, el hijo menor de la familia Sorrentino, y entró al enorme edificio.
July ahora tenía que decidir si decirle a Benjamín o esperar a que la familia Sorrentino se presentara en la boda y la arruinara.
“Descuida, Frida, los asientos destinados a tu familia si estarán ocupados. Después me agradeces”, dijo en voz baja y sonrió sin poder contener su emoción.
“¡Papá! ¡Espera!”, exclamó Hugo queriendo alcanzarlo.
“¿Qué haremos con esto?”.
Tiziano tomó la invitación y la arrojó a la papelera una vez que entraron a la oficina.
“Eres hijo único, ¿se te olvida?”.
“Papá… esto es demasiado. Si Frida está por casarse…”.
“Por casarse una segunda vez. Ya llevó a la quiebra a Gonzalo y si ahora quiere exprimir a Román, que lo haga”.
“Tú no sabes si Frida fue la culpable de que Gonzalo perdiera su firma de abogados”.
“Tú tampoco estás seguro de que la ‘Frida’ de la que habló esa chica sea la misma que conocemos”, dijo molesto y prendió la televisión.
En ese momento las imágenes de Frida golpeando al camarógrafo y siendo rescatada por Román eran claras. Estaban frente a una tienda de vestidos de novia. Todo señalaba que era verdad.
“Debe de ser una mala broma…”, dijo Tiziano viendo la pantalla con odio.
“No te atrevas a decirle nada a tu madre”.
Hugo sacó la invitación del cesto mientras su corazón le latía en la garganta.
…
Frida vio el vestido que usaría para el ensayo de la boda y se sintió incómoda, no quería convivir otra vez con la familia de Román. Había sobrevivido de suerte la última vez.
Salió de la habitación queriendo encontrar un mejor escondite para su desesperación y se encontró con el joven hijo de July, Bastian.
Estaba sentado en los escalones, viendo su celular con apatía y ese ceño fruncido. Era idéntico a Román, tanto que Frida sentía que su corazón se ahogaba cada vez que lo veía.
“¿Esperando a tu mami?”, preguntó recargada sobre el barandal queriendo romper el hielo.
Bastian levantó la mirada hacia ella con reproche y guardó silencio, regresando su atención hacia su celular.
“¿Bastian, cierto? ¿Así te llamas?”
“¿Qué quieres?”.
Su respuesta fue tan hostil que cortó el aire.
“Mmm… yo… solo quería…”.
“No pienso ser condescendiente con la mujer que va a alejar a Román de mi”, dijo Bastian poniéndose de pie.
“¿Perdón? ¿Alejarlo?”.
“Sí, por tu culpa se ha olvidado de mí. Es lo único que tengo. Mi mejor amigo y gracias a ti ya ni siquiera se me acerca. July tiene razón, eres lo peor que pudo llegar a la familia”.
‘Claro, ¿qué esperaba del hijo de esa perra?’, pensó Frida con una sonrisa cáustica.
“Yo no estoy aquí para alejar a Román de ti. No sabía que su relación se había quebrado un poco”.
“Mientes… De seguro quieres su dinero como todas las z%rras que se le acercan”.
“Déjame adivinar, ¿también te lo dijo tu mamá?”.
Torció los ojos y resopló con molestia.
“¡Vete al infierno y no me vuelvas a hablar!”, exclamó el jovencito dedicándole la mirada más agresiva de su repertorio.
“¡Deja a mi mamá!”, exclamó Emma furiosa, quien subió los escalones con velocidad para empujarlo.
“¡No le grites!”.
“¡Emma! ¡Cálmate!”, dijo Bastian tomando a la niña por las muñecas.
“¡No tienes derecho a gritarle así!”.
Emma tenía la ferocidad de Frida corriendo por sus venas.
“Emma… Bastian no quiso ser grosero. Solo habla un poco golpeado”, intervino Frida.
Abrazó a Emma con cariño mientras Bastian desviaba su mirada.
“Hablaré con Román, no puede hacer a un lado la relación que tiene contigo. Me apena que te sientas así”.
“Mientes…”, dijo Bastian con molestia.
“No te importa nada de eso”.
“No todos los adultos mentimos, Bastian… algunos aún comprendemos a los más pequeños”, dijo Frida queriendo acariciar la melena negra del joven, pero este retrocedió con desconfianza y bajó las escaleras.
“Emma… aún no terminas tus deberes”, dijo July acercándose mientras veía como Bastian salía lleno de furia hacia el jardín.
“Anda, ve…”, la alentó Frida y la niña con una sonrisa orgullosa por su hazaña regresó a la habitación que usaban como salón.
Frida, queriendo evitar hablar con July comenzó a subir las escaleras, pero la chirriante voz la hizo detenerse.
“Es muy parecido a Román, ¿no crees?”, dijo July con media sonrisa.
“Y lo quiere como a un hijo, tiene sentido, pues lleva su misma sangre”, agregó con lascivia antes de darle la espalda y volver con las niñas.
El corazón de Frida se congeló y no solo eso, dolía con cada latido, mientras su cabeza se torturaba con una sola idea; ¿Bastian era el hijo de Román?
¿Por qué no se lo había dicho? ¿Por eso era tan considerado con la estúpida de July? La cabeza le comenzó a doler.
“Mañana iré a la oficina, tengo pendientes que necesitan mi atención”, dijo Román al salir del baño, cubierto solo con una toalla de la cintura para abajo mientras Frida veía por la ventana.
“Llegaré por ti para la cena de ensayo…”.
Al sentirse ignorado, se acercó molesto y tomó a Frida por la cintura, haciéndola pegar un brinco antes de voltear hacia él. Frida veía el parecido con Bastian y de nuevo se le rompió el corazón.
“Está bien”, dijo Frida alejándose, dispuesta a entrar a la cama.
“¿Qué ocurre?”.
“Hablé con Bastian por la tarde. Me dijo que él y tú eran muy unidos”.
“Lo vi nacer. Es como un hijo para mí”, respondió Román y las vísceras de Frida se retorcieron.
“Creo que, si lo quieres de esa forma, no deberías alejarte tanto de él. Te extraña…”.
“¿Eso te dijo? Él no suele ser sentimental”.
“Sí, supongo que eso lo heredó de ti”.
De inmediato Frida cubrió su boca con ambas manos y se arrepintió de sus palabras.
“Un momento…”. Se acercó divertido y se sentó al lado de Frida.
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