Capítulo 27:

Los delgados dedos de Frida liberaron su mano y quiso enderezarse en la cama para no sentirse tan vulnerable.

“¿Cuánto alcohol ingeriste anoche?”, preguntó Román molesto.

“No recuerdo muy bien…”.

Frida se sentó en el borde de la cama con intenciones de levantarse e ir por su hija.

“¿No recuerdas absolutamente nada?”, preguntó entrecerrando los ojos con desconfianza.

“No”.

“¿Ni siquiera cuándo te me montaste en el auto?”.

Román sonrió con picardía y una idea lujuriosa atravesó su cabeza.

“¿Perdón?”, preguntó Frida tragando saliva y retrocediendo encima de la cama.

“Sí, estabas ansiosa porque te follara”, dijo Román con esa mirada lasciva llena de lujuria. Posó sus manos en las rodillas desnudas de Frida y comenzó a recorrer sus muslos, escurriéndose por debajo de la bata que la cubría.

“¡Espera! ¡¿Qué haces?!”, exclamó Frida en cuanto las manos frías de Román tocaron sus caderas por debajo de la ropa.

“Estabas muy interesada en desabrochar mis pantalones…”.

Se acercó más, recostando a Frida mientras esta quería revolverse en la cama y escapar.

“Algo quedó pendiente anoche”.

“Te juro que no tomé más que un cóctel. No recuerdo absolutamente nada y no te da derecho a hacer esto”, dijo Frida tomando las manos de Román por las muñecas en un pobre intento de detener sus caricias.

“Ayer comenzaste algo y tienes que terminarlo”, dijo Román recostándose sobre ella, aprisionándola con su cuerpo mientras su aliento chocaba con el oído de Frida.

“Yo no empecé nada… suéltame…”.

El corazón de Frida estaba desbocado y su respiración era agitada. Quería resistirse, pero su cuerpo pensaba lo contrario.

“Detente, Román”.

“Así como sé detectar cuando una mujer está enamorada de mí, también sé detectar a la perfección cuando una mujer desea que continúe”, dijo satisfecho por ver el rostro sonrojado de Frida y su piel erizada.

“¡Eres un desgraciado!”, exclamó y sus palabras fueron silenciadas por la mano de Román sobre su boca mientras la otra se escurría entre sus muslos, torturándola y provocando que el calor de su cuerpo se elevara y sus caderas la traicionaran, moviéndose de forma cadenciosa, invitando a Román a seguir.

“Se una buena niña y no hagas ruido. Asustarás a todos”, dijo Román y tomó a Frida de la nuca mientras ella echaba la cabeza hacia atrás y cerraba sus ojos. Su cuerpo temblaba y estaba condenada, no había forma de resistirse al tacto de Román.

La jaló de los muslos acercándola al borde de la cama y se colocó entre sus piernas. Sin dejar de presionar su cuerpo contra el suyo, la besó con desesperación. Frida se abrazó al cuello de Román y dejó que él llegara tan lejos como quisiera mientras su corazón estaba explotándole en el pecho.

La atracción que sentía por él rebasaba por mucho al orgullo y al rechazo.

Román la tomó en esa cama, dando rienda suelta a la lujuria contenida.

Desde que Frida había regresado a su vida, había soñado con ese momento y cubriendo sus suaves labios con su mano, comenzó esa danza cadenciosa que obligó a Frida a enredar sus piernas alrededor de sus caderas.

En el momento que Román no podía aguantar más, Frida metió sus manos debajo de su playera, sus uñas se encajaron con saña y víctima del placer, rasguñó su espalda con fuerza, provocando un torbellino de placer y dolor en él.

La puerta se abrió lentamente después de tres golpes acompasados. Cuando la doctora entró a la habitación notó que Román estaba viendo a través de la ventana, mientras Frida seguía en la cama, aferrada a las sábanas y con la respiración entrecortada.

“¿Estás bien?”, preguntó doctora acercándose a Frida y acariciando su frente, sorprendida de las gotas de sudor que la adornaban.

“¿Tienes fiebre?”.

Cuando Román pudo controlar su respiración, volteó con una amplia sonrisa, viendo a esa delicada mujer aún víctima del éxtasis al que la llevó, luchando porque la doctora no se diera cuenta.

“¡Tu frecuencia cardíaca está por los cielos! Esto es más complicado de lo que creí…”, dijo la doctora alertada y corriendo hacia la puerta en busca de una enfermera que la auxiliara.

“Estoy bien… en serio…”, dijo Frida acomodándose en la cama, aún con las piernas temblando y viendo con odio a Román, pero su boca quería convertirse en una sonrisa.

“La droga que te administraron es más fuerte de lo que creí”, dijo la doctora preocupada y revisó sus estudios en mano.

“¿Qué droga?”.

Román frunció el ceño y la sensación de victoria se esfumó siendo sustituida por odio.

“Alguien colocó en la copa de la Señora Gibrand un medicamento llamado Rohypnol. Se ha relacionado con casos de mujeres y adolescentes violadas. La droga causa amnesia anterógrada, lo que significa que a la víctima le cuesta recordar lo ocurrido mientras estaba bajo los efectos de la droga”, dijo la doctora con tristeza.

“¿La quisieron…?”.

Román no pudo completar la pregunta, ardía en odio y quería venganza.

“¿Está segura?”.

“Los síntomas que tuvo la Señora Gibrand así como los estudios, lo confirman”.

“Decía la verdad. No recordaba nada de lo ocurrido ayer”, dijo Frida viendo con reproche a Román.

“Ese hijo de p%ta…”.

Sin dar más explicaciones, Román salió de la habitación y llamó a su abogado.

“¿Álvaro? Quiero que me digas quien fue el maldito que molestó ayer a Frida, dame un nombre y manda a los chicos por él”.

“Sí, Señor… ¿A la bodega de siempre?”.

“A la bodega de siempre”, respondió Román entre dientes.

Frida permanecía frente al enorme espejo, el vestido blanco para la boda estaba siendo ajustado por un par de Señoras que parecían saber bien su labor. De pronto July entró con paso seguro.

Había llegado tarde y quería ofrecerle disculpas a Román, pero al buscarlo no se esperó ver a Frida con ese vestido blanco que debería de portar ella.

“¡Qué hermosa novia!”, dijo July con veneno en la voz.

“¿Nos pueden dejar a solas?”.

No quería que nadie más escuchara la conversación.

“¿Qué necesitas, July?”, preguntó Frida alisando el vestido con indiferencia.

“Oh… nada… fue una coincidencia terminar aquí, pero aprovechando que te encuentro… tengo una duda. ¿Qué se siente casarte con un hombre por interés? Saber que no te ama y solo te está usando debe de ser muy doloroso”.

“Sería doloroso si estuviera enamorada de él y esperara algo más”, respondió Frida y agachó la mirada. ¿En verdad lo despreciaba tanto como ella hacía ver?

“Que bueno que no estás enamorada. Así el desenlace será menos doloroso”.

Se acercó y acarició el brazo desnudo de Frida, pero esta se retiró como si las manos de July quemaran.

“Román es un hombre de negocios y es bueno que tú estés consciente de que solo eres eso, un negocio. Sin ti, su abuelo dejaría todo a la beneficencia”.

Comenzó a reír a carcajadas.

“¡Pobre Benjamín! ¡Tanto que se quejó de la tonta Casidy y pedía a gritos que fueras tú la mujer de Román! Si se enterara que solo estás burlándote de él y esperando impaciente su muerte, se moriría más rápido”.

Frida no podía comprender cómo podía ser July tan fría y cruel. Sin pensarlo levantó su mano y la abofeteó.

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