Capítulo 26:

Contagiado por la fiebre de Frida, la tomó de la mano y la sacó del club con la plena intención de terminar en un hotel cercano para dar rienda suelta a sus pasiones, no podía desaprovechar su docilidad y lujuria.

La insistencia de Frida era tal que, una vez dentro del auto, no pudo mantenerse en su asiento y se montó en las piernas de Román mientras los besos y las caricias se volvían incluso dolorosas.

Su cuerpo se contorsionaba de deseo sin importar lo incómodo del lugar.

Román recorrió el vestido de Frida, acariciando sus deliciosos muslos hasta llegar a sus caderas, mientras las manos ansiosas de Frida buscaban desabrochar los pantalones de él.

Los besos eran sofocantes y sus bocas ardían, las caderas de Frida se movían con ritmo, ansiosas por comenzar ese pasional vaivén. Cuando más consumidos por el ardor estaban, el teléfono de Román comenzó a sonar con insistencia.

Lo revisó mientras Frida devoraba su cuello y contestó.

Escuchó atento y la pasión comenzó a desaparecer de su cuerpo hasta que la insistencia de Frida se volvió molesta. La empujó hacia su asiento y encendió el auto.

“¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?”, preguntó Frida aun ardiendo en deseo, con el vestido hasta la cintura y la respiración agitada.

“Carina está en el hospital”, dijo Román de nuevo con esa actitud fría.

Al entrar al hospital nadie se interpuso en el camino del desalmado CEO. Ante la puerta de la habitación de Carina, se encontraron con July que parecía apenada, pero gustosa de haber interrumpido su noche.

“Lo siento tanto, pero es una emergencia, tenía que llamar”, se dirigió a Román, ignorando por completo a Frida.

“¡¿Qué ocurrió?!”, exclamó Frida con el rostro caliente.

“Me distraje por un segundo y la niña casi cae por las escaleras. Al tomarla del brazo le disloqué el codo”.

De nuevo July seguía actuando como si Frida no existiera.

“¡¿Cómo que te distrajiste?! ¡Con un niño no te puedes distraer! ¡¿Qué hubiera pasado si mi bebé hubiera caído por las escaleras?!”.

Frida estaba furiosa, su rostro tenía gotas de sudor y las piernas se le querían doblar.

“Pero no pasó… Carina está bien…”, dijo July con los ojos brillosos por las ganas de llorar.

“Yo… lo siento en verdad…”.

Cubrió su rostro con ambas manos y buscó refugio entre los brazos de Román.

“¡Lloras como si tú fueras la que se dislocó el codo!”.

Explotó de odio y dándoles la espalda se dispuso a entrar a la habitación. Escuchó a Román llamarla, pero no volteó, estaba absorta viendo la perilla, borrosa y multiplicándose delante de su mano. Sacudió la cabeza queriendo aclarar su vista, pero solo logró marearse más.

La adrenalina había bajado en su sangre y la droga terminaba su trabajo.

“Creo que me siento mal”.

Arrastró la voz y giró a tiempo para desvanecerse en los brazos de Román que ya estaba detrás de ella.

“Qué exagerada es, lo que hace solo para hacer más grande el problema”, dijo July secándose las lágrimas, furiosa por el rechazo de Román.

Cuando este puso la mano en la frente de Frida se dio cuenta de que estaba ardiendo en fiebre, de inmediato médicos y enfermeras llegaron para auxiliarla.

“Lamento lo ocurrido, me quedaré toda la noche contigo para cuidarlas”, dijo July queriendo tomar la mano de Román, pero este se alejó, viéndola con repulsión.

“Regresarás a casa a cuidar de Emma. Yo puedo hacerme cargo de mi esposa y mi hija, ya hiciste suficiente”.

“Román, Bastian ya está cuidando de Emma…”.

“¿No me escuchaste? ¡Fuera de mi vista!”.

“Yo no debería de ser la víctima de tu furia. Frida se alcoholiza hasta perder la razón y ¿yo soy la mala? Lo de Carina fue un descuido, pero no me hagas responsable de los errores de Frida”, dijo July con los ojos llenos de lágrimas.

“Solo vete, July”.

“Esa mujer está acabando contigo, Román. No pertenece a nuestro mundo, te dejará en vergüenza frente a todos. ¿Vale la pena por ese maldito contrato?”.

Román le dio la espalda, esperando que, al ignorarla, pudiera dejar de escucharla. ¿Tenía razón? ¿Se estaba aferrando a Frida sin tener buenos motivos?

Llegó a la habitación donde esperaba verla con suero y aún débil, pero la cama estaba vacía y la enfermera en turno paseaba la mirada, buscando a Frida en las esquinas.

“No está, tengo que hablar a los guardias…”, dijo temerosa de las represalias.

“Es una gran escapista”, agregó Román con el ceño fruncido.

“Pero creo saber dónde está”.

En el cuarto de la pequeña Carina, Frida permanecía recostada al lado de su hija. Su corazón palpitaba en su cabeza y el malestar la consumía, pero consolar a su pequeña y limpiar sus lágrimas era más importante.

Román abrió la puerta y vio la enternecedora escena. Frida se abrazó a Carina, temerosa de que la separara de su hija.

“¡Papi!”, exclamó la niña emocionada y extendió su mano hacia él.

“¡Mami está conmigo! ¡Ahora están los dos!”.

“Así parece…”, dijo Román resoplando mientras la mirada consumida y agónica de Frida lo veía con recelo.

Se sentó en el pequeño sofá, dándole tregua a Frida y dejándola al lado de Carina hasta que esta cayó dormida. Con gentileza, tomó a Frida entre sus brazos, dispuesto a llevarla de regreso a su habitación.

“Siempre he admirado tu instinto maternal, incluso intoxicada sigues viendo por ellas”.

“Ellas no nacieron de mi v!entre, sino de mi corazón”, dijo Frida antes de caer dormida en los brazos de Román.

July llegó a la casa, estaba molesta, frustrada por no poder alejar a Román de Frida. Subió en busca de Emma, le había encargado a Bastian, su hijo, que cuidara de ella.

Los encontró dormidos, sentados en el piso, recargados el uno en el otro. No era ciega y había visto como Emma comenzaba a sentir empatía y cariño por su hijo, pese a esa frialdad y hostilidad que lo caracterizaba, tan parecido a Román.

Si no podía quitar a Frida de su camino, entonces la haría arrepentirse de haber firmado ese trato y meterse en la vida de Román. No le molestaría usar a Bastian a su favor.

Emma despertó temprano y no encontró a Bastian, bajó las escaleras en su búsqueda y llegó al comedor donde se encontraba junto con July.

“¡Mi niña! ¡Buenos días!”, saludó July con ternura y la invitó a sentarse a su lado.

“Buenos días”.

Bastian se rehusó a contestar. En presencia de su madre se volvía hostil.

“¿Aún no llegan mis papás?”, preguntó Emma.

“No, lo siento, cariño. Prefirieron quedarse con Carina. Yo insistí en ser quien se quedara a cuidarla, pero ya sabes, al ser la pequeñita le dan prioridad. Además… es la hija que comparte su sangre, es la que los une”.

July quería que la pequeña Emma se intoxicara con su odio.

“Por cierto, ¿quién es tu verdadero padre, cariño?”.

Emma levantó la mirada hacia July y aunque abrió los labios, no se sentía capaz de hablar. Román le había recalcado que ahora él era su padre, pero no se sentía tan segura.

De pronto Bastian se levantó de su asiento, molesto por los intentos de su madre por envenenar el corazón de Emma.

Frida despertó con la cabeza dándole vueltas y apretó más su mano en torno a la de Román.

Durante la noche la había estrechado buscando inconscientemente algo de paz. Román se encontraba sentado al lado de la cama, parecía una escultura de mármol, atractivo y frío.

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