La divina obsesión del CEO -
Capítulo 13
Capítulo 13:
“Cuando quieras les cocino a Emma y a ti”, agregó guiñando un ojo. Los sentimientos de Jake eran cada vez más fuertes, pero lamentaba que no fueran tan claros para Frida.
De pronto uno de los cocineros destapó la enorme olla donde hervía el pescado y el olor tan dulce y salado le causó náuseas incontrolables a Frida, que terminó huyendo al baño y vomitando todo lo que había comido. Detrás de ella, Jake sostenía su cabello y la veía con curiosidad y desconfianza.
“¿Estás bien?”.
“¡Qué horrible olor!”, respondió Frida en cuanto pudo sacar la cabeza del retrete.
“Ojalá y no estés embarazada…”.
“Eso es imposible…”
Con tristeza, Frida evocó ese momento en el hospital.
“Soy estéril”.
…
La búsqueda iba de mal en peor, los hombres de Román eran unos ineptos ante sus ojos.
Estaba cada día más malhumorado y cada mujer que resultaba ser una buena opción terminaba siendo rechazada, pero ya había escogido a su siguiente víctima y estaba revisando el contrato. Esa noche la conocería.
“¿Señor, Gibrand?”, preguntó Lorena, la criada, con el teléfono en las manos y temblando de miedo.
“¿Qué quieres?”.
“Le llaman del hospital”, dijo tragando saliva.
“¿Del hospital?”.
Con el ceño fruncido y lleno de incertidumbre, extendió su mano esperando el teléfono.
“¿Sí?”.
“¿Señor Gibrand? Habla el director del hospital, Thomas Bennet”.
“¿Qué necesita?”.
“Tuvimos un problema con una de las doctoras que trabaja aquí, me parece que la Señora Frida tuvo una consulta con ella y quería aclarar sus estudios”.
“¿De qué habla?”.
“La doctora se equivocó. La Señora Frida fue diagnosticada como estéril, pero al revisar con minuciosidad el ultrasonido noté una pequeña masa en su útero, lo más seguro es que se trate del producto implantado, es obvio que está gestante”, agregó Bennet risueño, queriendo romper el hielo y ganarse la benevolencia de Román.
“¡¿Qué dijo?!”.
“Que la Señora Frida está embarazada de cuatro semanas… ¡Felicidades!”.
“¡¿Felicidades?! ¡Es un incompetente!”, exclamó furioso Román, pensando en todo lo que había ocurrido por la negligencia de esa doctora.
“Lo siento mucho, Señor, pero la doctora ya fue despedida y en verdad estoy muy apenado por lo ocurrido”, agregó el doctor con tristeza fingida y temor a una demanda.
Román, sin aclarar nada más, colgó el teléfono y lo arrojó al piso con fuerza. Frida estaba embarazada y prófuga, su hijo iba en su v!entre.
“¡Lorena!”
“¡Sí, Señor!”, contestó aterrada y un escalofrío la
recorrió.
“Quiero hablar con mi abogado de inmediato”, exigió entre dientes y la criada salió despavorida del despacho.
Los planes habían cambiado, necesitaba a Frida frente a sus ojos, pero no podía permitir que la lastimaran. ¿En verdad merecía su furia? Ahora que el tiempo había pasado, no estaba muy seguro de seguir odiándola como el día que lo abandonó, pero aún estaba herido.
…
Encerrada en el baño mientras Emma se angustiaba por su silencio, Frida sostenía la prueba de embarazo que marcaba dos líneas bien definidas y de un color rosa fuerte.
Estaba embarazada o tal vez la prueba mentía.
Fue a un laboratorio donde se hizo una prueba de sangre, tenía que confirmarlo y así lo hizo.
La hoja de resultados decía ‘positivo’. Estaba cargando al hijo de Román en su v!entre, pues no había estado con otro hombre que no fuera él.
¿Podría regresar y decirle que estaba embarazada? ¿Podría hacer cumplir el contrato que tenían?, pero ¿Eso significaría entregar a su hijo? ¿Román la querría a su lado pese a lo ocurrido?
Todas esas preguntas se disiparon cuando pasó frente a la vitrina que mostraba una enorme pantalla, las noticias hablaban del varonil y elegante CEO, Román Gibrand, que posaba con una mujer hermosa de cabellos rojizos y mirada castaña.
La reportera hablaba de la nueva relación del CEO con esa joven mujer y sospechaba de una futura boda. Frida tenía la exclusiva, pues sabía que Román definitivamente se casaría con ella y tendrían un hijo.
“Velos bien, Frida. No son como nosotros, son gente que nacieron en cuna de oro y sus hijos nacerán en cuna de oro también. Mientras nosotros nos partimos el lomo para alimentarlos”, dijo Jake divertido, pero no le hizo gracia a Frida.
“Conocen el oro, pero no el amor”, dijo con el corazón roto. Sabía que, para Román, ella solo había sido un negocio fallido, una pérdida de tiempo.
“¿Qué llevas ahí?”, preguntó Jake viendo la hoja arrugada en la mano de Frida.
“Algo que no quiero en mi v!entre”, dijo entre lágrimas.
Jake tomó la hoja y leyó los resultados con sorpresa, al ver a Frida tan rota, no podía juzgarla, solo quería consolarla. La abrazó con ternura entre sus enormes brazos y besó su frente con cariño.
“Estoy embarazada de un hombre que no me quiere”, dijo entre sollozos mientras se abrazaba a Jake con fuerza.
“Apenas puedo mantenernos a Emma y a mí. ¿Cómo haré con otro niño? No puedo tenerlo”.
“¿Qué quieres hacer?”, preguntó Jake limpiando las lágrimas de Frida.
“No lo sé”.
“No deberías de tomar una decisión abrupta. Piénsalo. Aún tienes tiempo”.
“No tengo mucho que pensar. Es obvio”.
Con dolor en el corazón, retomó su camino hacia casa.
“No puedo tenerlo, no podré mantenerlo. Además, perderé el trabajo, no querrán verme con tremenda panza atendiendo a los clientes”.
“Frida. Sabes que no estás sola”, dijo Jake tomándola de la mano y deteniendo su andar.
“Yo te ayudaré en lo que necesites”.
Le dedicó una mirada suplicante y en su desesperación la besó tiernamente en los labios, buscando algo de su amor.
“Jake, no puedo hacerte esto…”.
Frida puso distancia entre los dos. Era un gran amigo, pero no le interesaba aceptarlo como pareja.
“Frida, déjame ayudarte. No decidas pensando en lo que perderás, porque no será así. Y si tienes miedo de que te pida algo a cambio, ten por seguro que no lo haré”.
…
Frida se convenció de que se lo tomaría con calma y mientras su v!entre no era notorio, trabajaba con la misma alegría de siempre. Jake se encargaba de prepararle sus antojos y al salir del trabajo la acompañaba a su departamento.
El tiempo pasó y mientras veía en las noticias como Román celebraba su compromiso con esa pelirroja, Frida acariciaba su v!entre con ternura.
No iba a renunciar a su bebé.
El dinero que había ahorrado para pagarle a Román lo usó para el parto cuando este se presentó. Jake la acompañó en todo momento y aunque lo apreciaba, le dolía que no fuera Román quien sostuviera su mano.
Los llantos inundaron la sala y una hermosa niña fue envuelta en una cobija rosa y entregada en los brazos de su madre quien la recibió con alegría y arrepentida de haber pensado en algún momento renunciar a ella.
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