Capítulo 100:

“No lo harías…”, dijo con voz tenue, pero sabía en el fondo que su primo era capaz de eso y más.

“No sé de qué me hablas…”.

Román fingió demencia y se acercó a su viejo escritorio, viéndolo con tristeza, como si ahora estuviera manchado por la esencia de su prima.

“Buena suerte sobreviviendo”.

De inmediato los policías tomaron por los brazos a Martina, la esposaron y la sacaron entre jaloneos y gritos. Todos los que trabajaban en el edificio se acercaron a ver el espectáculo y los medios de comunicación hicieron trizas la imagen de Martina mientras relataban el suceso.

“Señor Román… ¡Qué gusto que regresó!”, exclamó Margaret asomándose a la oficina.

“Se siente bien estar de vuelta”, respondió Román con media sonrisa y suspiró.

“Necesito un resumen de las idioteces que hizo mi prima, hay mucho que arreglar”.

“¡Sí, Señor!”, exclamó Margaret ansiosa por volver a trabajar con él.

“No puedo creer todo lo que ha pasado desde que nos conocimos en ese restaurante…”, dijo Frida hincada frente a la tumba de Jake.

“Si algo debo de agradecerte, fue que por ti tuve la fuerza para tener a mi hermosa Carina, tú me apoyaste. ¿En qué momento todo se fue a la m!erda, Jake? Eras mi amigo… y tú… incluso muerto seguiste atormentándome…”

“No es bueno hablar con muertos…”

La voz de Román acabó con la charla que tenía con Jake. Se levantó para encarar a su esposo. De nuevo lo veía de traje y corbata, con ese aire imponente y atractivo con el que lo conoció. Aún hacía vibrar su corazón y su mirada tan profunda y oscura la sonrojaba.

“Sentí que… tenía que verlo una última vez”, dijo Frida con una sonrisa torcida.

“¿Qué hay de Martina?”

“Fue detenida… hubieras visto su cara, te hubiera encantado”, respondió Román y se acercó con paso cauteloso hasta que rodeó la cintura de su mujer”

Harper me ofreció representarme en el juicio.

“No me agrada ese hombre…”

“Pero no puedes negar que es un gran abogado”.

“¿Qué hay de Álvaro y Jimena?”

“Álvaro quedó traumado y me pidió unas vacaciones. En cuanto a Jimena, bueno… me odia. Creo que no soy su tipo de cliente”.

“Entonces consigue a otro abogado, no quiero volver a ver a Edward Harper.”

Frida escondió su rostro contra el pecho de su esposo.

“Bien, será como tú me digas. Por ahora… lo mejor es regresar a casa”.

“¿Estás cansado? ¿Te sientes bien?”, preguntó angustiada y acarició el rostro de Román, haciéndolo sonreír.

“Más bien tengo ganas de hacer algo en específico contigo. Quiero que permanezcamos todo un día encerrados en la habitación. No voy a dejar que salgas de la cama.”

Román escondió su rostro en el cuello de Frida, inhalando su aroma y deseándola con fervor.

“¡Lorena!”. La pobre criada pegó un brinco y lanzó el control de la pantalla al aire.

“¡Señor!”, exclamó poniéndose de pie, encontrándose con la mirada divertida de Hugo quien le había gastado la broma

”Solo eres tú”.

Lo vio con recelo y se dejó caer de nuevo en el sillón.

“Lo siento, tenía que intentarlo”, agregó Hugo saltando por encima del respaldo y sentándose al lado.

“Todo está listo, te estamos esperando“.

Estaba atenta a las noticias. Al parecer Martina Gibrand sufrió agresiones por parte de su compañera de celda y está hospitalizada, tiene mal pronóstico.

Hugo clavó la mirada en las imágenes y pensó en su querido cuñado. Frida le había dicho que Román se había comprometido a no volver a hacer nada ilegal, pero ese hombre solo tenía palabra cuando le convenía.

“Qué triste, así es la vida dentro de prisión…”, respondió Hugo con el ceño fruncido.

De pronto las noticias cambiaron de sentido, el rostro de la presentadora se volvió alegre y las fotos que mostraron crearon estragos en Lorena.

“En otras noticias, la sobreviviente del legado Raig, Marianne Raig ha presentado oficialmente a su primer hijo ante los medios. Es una criatura encantadora. Hace poco hubo rumores de que se había casado, pero con esto lo confirmamos”, dijo el noticiero.

Las fotografías eran claras. Marianne veía con ternura a Johan, quien cargaba al recién nacido y lo veía con adoración. Se veía como un hombre nuevo, diferente, ajeno a quien había conocido. Su sonrisa radiante y sus ojos llenos de amor por la criatura que cargaba entre sus brazos rompieron el corazón de Lorena.

“Mi abuela siempre decía que solo hacía falta la mujer correcta en la vida de un hombre para que este cambiara…”, dijo Lorena antes de apagar la televisión.

“Creo que Román y Frida son el claro ejemplo”, respondió Hugo notando la tristeza en el rostro de la criada

“¿Todo bien?”. Lorena quería desahogarse y llorar amargamente, pero… ¿por qué? ¿No era sido lo mejor? Johan y ella nunca caminarían en el mismo sentido.

“¿Lorena?”, preguntó Álvaro detrás de ella. Había visto todo y comprendía lo que pasaba por su cabeza

“Vamos… la comida se enfría”.

“Sí, vamos…”, contestó aún cabizbaja.

En el jardín de la casa de campo del Señor Benjamín, estaban festejando el cumpleaños número veinte de Emma. Frida corría de un lado para otro organizando cada detalle mientras Román acunaba al reciente integrante de la familia, el pequeño Benjamín, y el último hijo que Frida estaba dispuesta a darle, pese a su insistencia de traer al mundo otros dieciséis más.

Román había pasado de ser un hombre renuente a formar una familia, a desear una muy grande. De pronto quería llenarse de niños, pero Frida no estaba dispuesta a cumplirle el capricho del todo, para ella cuatro ya eran muchos y más que suficiente.

Carina ya era una jovencita de trece años y cada vez se parecía más a Román en carácter: protectora, demandante y muy aguda para crear negocios. En ese momento acompañaba al pequeño Mateo que estaba fascinado al ver a los hermosos caballos y daba brincos entusiastas mientras se aferraba a la cerca del corral.

“Amor, ¿dónde está Emma?”, preguntó Frida una vez que vio el pastel listo en la mesa.

“No ha salido de la casa…”, respondió Román viéndose la corbata completamente babeada

“¿En qué momento pasó esto?”

El pequeño Benjamín rio a carcajadas mientras agitaba sus manitas, orgulloso de su hazaña.

“No sé quién de los dos me da más ternura”, dijo Frida antes de tomar el rostro de Román y besarlo con infinito cariño.

“Te amo tanto…”

Román tomó la mano de Frida para besar su dorso mientras la veía lleno de ilusión y ternura.

“Iré a buscar a Emma, no tardo”, agregó Frida guiñándole un ojo antes de dar media vuelta y entrar a la casa.

Emma estaba en la biblioteca, con una pequeña caja de terciopelo en la mano y una carta en la otra. Sus lágrimas habían mojado el papel y no tenía fuerzas para ver lo que había dentro.

‘Querida Emma’

‘Llámame anticuado, pero creí que esta sería la mejor forma de ponerme en contacto contigo. Solo quería desearte un feliz cumpleaños. No sabes cuánto tiempo esperé para poder comunicarme, pero no quería hacerlo hasta que tuviera algo propio. No quería que acercarme a ti significara que tenía interés en la fortuna de Román o que buscaba un favor especial’.

‘Mi cariño hacia ti siempre fue sincero. ¿Recuerdas cuando nos quedábamos dormidos viendo películas o aquella vez que sujetaste mi mano con fuerza creyendo que sería yo quien se asustaría? Extraño esos tiempos. Si alguna vez consideré tener una amiga, fuiste tú y no sabes cuánto te he extrañado’.

‘Ya no soy ese joven sin futuro que solo representaba rebeldía y una carga para la familia Gibrand. Ahora soy un hombre con un propósito y que ha cosechado logros suficientes para ofrecerte algo más que vergüenza’.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar