La divina obsesión del CEO -
Capítulo 101 (FIN)
Capítulo 101: (FIN)
‘Te quiero y te extraño, Emma. Espero que pases un feliz cumpleaños y que no me hayas olvidado, porque yo jamás lo hice. Solo eras tú en mi mente, mi motivo para ser mejor. Tengo fe en que pronto podré verte otra vez. Cuento los días para que ese momento llegue. Con inmenso cariño, Bastian’.
Emma limpió sus lágrimas mientras su corazón sangraba. Guardó la carta en su bolsillo después de besarla con ternura y abrió la caja.
Era un delicado collar de oro blanco con un corazón de zafiro y una pequeña nota escondida en la tapa.
«Es tan hermoso como verte a los ojos». Esa frase la había desarmado.
Era tan parecida a la que Román le había dicho a Frida, que algo hizo clic en el corazón de Emma, creyendo que tal vez Bastian sería el hombre que le daría un amor tan maravilloso como el que sus padres vivían.
“¿Emma? ¿Estás bien?”, preguntó Frida al verla empequeñecida y triste.
“¿Qué ocurre?”
“Nada, mamá… es solo que me dio mucho sentimiento este regalo…”
Le mostró el hermoso collar.
“¡Emma! ¡Qué bonito!”, exclamó Frida y lo tomó con admiración.
“En verdad es precioso”.
Como madre sospechaba que era el presente de algún jovencito interesado en su hija y no pudo evitar emocionarse. Durante su adolescencia, Emma no había tenido interés por ningún chico. Siempre los rechazaba y decía que prefería estar sola. Solo era la angustia de enamorarse de alguien cuando sabía que su destino ya estaba atado a un hombre que no conocía.
“Todos te esperan allá afuera, mi amor… Es hora de festejar.”
Frida hizo el cabello de Emma a un lado y colocó el hermoso collar alrededor del cuello.
“Sí, mamá…”, respondió Emma con los ojos llorosos.
La ternura que había experimentado fue reemplazada por temor y Frida lo notó, pero no sabía cómo interpretarlo. Juntas salieron de la casa, Emma limpió sus ojos y de inmediato se lanzó a los brazos de su abuelo, buscando consuelo y un poco de calidez.
“Creo que Emma tiene un pretendiente”, dijo Frida con media sonrisa a Román.
“Esa niña tiene muchos”, respondió tranquilo mientras le hacía caras al bebé para hacerlo reír.
“Pero… creo que esta vez, sí tocaron su corazón…”.
Román endureció su gesto y volteó hacia Frida lentamente, sus ojos negros brillaban con fuego infernal y buscó a Emma entre los presentes. Por primera vez sintió esa aguda punzada de celos paternales. ¿Había alguien tan valiente como para pretender a la hija de Román Gibrand?
“Román, creo que es momento de que hablemos…”, dijo Frida leyéndole el pensamiento.
“Ella tiene que encontrar el amor… así como algún día lo hará Cari, Mateo y hasta el pequeño Benjamín… Es el ciclo de la vida.
“El ciclo de la vida se puede ir a la m!erda… son mis niñas, mis princesas… nadie las toca, nadie las ve… nadie me las va a quitar”, respondió apretando los dientes.
Cuando vio la mirada burlona de Frida entrecerró los ojos juzgándola, creyéndola una enemiga al parecer tan permisiva
“Son mis bebés”.
“Y siempre serán tus bebés… pero también tienen que volar del nido“, le explicó con ternura y tomó al pequeño Benjamín de sus manos.
“No estoy listo para esto…”, resopló sobándose las sienes.
“Ni yo…”, admitió Frida con una punzada de tristeza en el corazón al ver a Emma como toda una Señorita
“Hemos pasado por cosas peores, lo superaremos juntos”.
Tomó la mano de su esposo y le ofreció una dulce sonrisa que lo tranquilizó.
“Con que no me hagas perseguirte por el mundo una vez más, estoy conforme…”
Besó la mano de Frida y le dedicó una mirada tierna
“Y aunque lo intentaras… nunca dejaré de buscarte, ni en esta ni en las siguientes vidas. Eres mía, Frida, mi más bello y maravilloso tesoro, mi más grande riqueza… mi hermosa obsesión… que me falte todo, menos tú”.
“Que me falte todo, menos tú…“, dijo Frida coincidiendo con él.
Lo único que necesitaba para ser feliz se escondía detrás de esos hermosos ojos negros y en la sonrisa de sus hijos
“Te amo, Román Gibrand”.
Y después de una mirada cálida y sentir como el corazón se les llenaba de anhelo, se fundieron en un beso que sabía tan dulce como la miel.
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(FIN)
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