La boda del heredero -
Capítulo 99
Capítulo 99:
“Tú, ¿No recuerdas la pelea de hace unos años en la que derramaron un par de cestas de uvas, las pisotearon todas, no fue mucho lo que se pudo recuperar?”, dijo Caspian.
Emmett se pasó una mano por la frente mientras asentía.
“Lo recuerdo… vagamente, pero lo recuerdo, ¿Cuál de los tres era Williams?”
“El rubio de cabello largo, el peor de todos. Dijo un par de maldiciones antes de irse, y quizás alguna amenaza, pero lo ví muy poco por acá luego de eso”, respondió Caspian.
“¿Llegó a pisar los viñedos otra vez?”, preguntó Emmett.
“No, pero sí lo ví en el pueblo un par de veces… Buscando problemas, cómo siempre, pero juro que jamás lo ví en una Bronco, de hecho juraría que nunca le ví en auto propio”, dijo Caspian.
“Es que no es suyo, es de su abuelo”, agregó Adrien.
“Quizás justo por eso fue que la usó, ¿No creen? ¿Quién iba a conectarlo con esos sucesos si él no tiene ninguna camioneta? Además… Dices que en las grabaciones de seguridad parece que la camioneta no tiene matrícula… Así evita que lleguen a su abuelo”, siguió Emmett, ladeando la cabeza de un lado a otro.
“No le funcionó al final… pero era su plan”.
“Aguarda, aguarda… pero… Hay que pensarlo, Emmett, la gente no comete asesinatos solo porque los despidieron de un trabajo, es algo de enfermos”, comenté, sintiendo que el corazón se me aceleraba, podía ver en el rostro de mi esposo cómo crecía la furia.
“¿Asesinato? ¿Dices entonces que Harold es el de la Bronco?”, preguntó Caspian preocupado. Emmett asintió y entonces le oímos resoplar.
“Madre de Dios, sabía que ese hijo de p%ta estaba desquiciado, pero no sabía que podía llegar a eso, aunque…”
“¿Aunque qué?”
Le apremió Emmett.
“¿Si lo crees capaz?”
Agregó Adrien.
“No lo sé, es un tipo bastante desagradable, y sé que haría cualquier cosa por dinero; lo que no sé es si…” dijo Caspian, dejando la frase inconclusa.
El corazón me latía con violencia ante aquella insinuación que quedaba suspendida en el aire, compartida por los cuatro presentes.
Caspian miraba a Emmett con recelo, mientras este cerraba los ojos por un instante, como si quisiera bloquear el mundo exterior.
Nadie parecía querer romper el silencio, pero era necesario… ya no se podía seguir ignorando la realidad, tapando el sol con un dedo.
“Ese día discutiste con Damien, ¿No? Él te amenazó con hacerte pagar lo de las acciones; y no vamos a seguir negando que el robo en la empresa tiene su nombre escrito en todas partes… Incluso sabemos que la empresa en California utiliza al primo de Nadine como tapadera… ¡Emmett, por Dios!” exclamé, incapaz de contener mi frustración.
“Arina…”
Adrien intervino con un tono de advertencia, intentando imponer algo de calma en la situación.
“No, Adrien… Hay que decirlo, ¡fue Damian y lo sabes, Emmett!” repliqué, desafiante y decidida a enfrentar la verdad.
“Dios” murmuró Caspian, pasándose una mano por el rostro en un gesto de desesperación.
Adrien miró hacia un lado y otro, claramente incómodo, antes de acercarse a mí y susurrar enfadado:
“Arina, ya basta, baja la voz… esto se hablará en privado”
La tensión era palpable, y entonces Emmett, con una voz que no admitía réplica, preguntó:
“¿Por qué mataría a su amante? ¿Por qué mataría a su propio hijo no nacido?”
Nos dejó a los tres sorprendidos, sin palabras.
“Para que su reputación no se viera manchada” respondí, como si fuera la conclusión más obvia del mundo.
“No… Damien es un tipo prepotente que cree que tiene el mundo a sus pies por tener un buen apellido… una amante no dañaría su reputación, esas cosas no importan… Al menos no para él” dijo Emmett, desmontando mi teoría con una lógica fría y calculadora.
“¿Qué quieres decir?” pregunté, confundida y buscando entender las implicaciones de sus palabras.
“Que si hay alguien que quiere que el nombre de Damien no se manche, y verlo al mando de todo… esa es mi madre”
Reveló Emmett, y el peso de esa declaración nos golpeó con la fuerza de un huracán.
“¿Dices que tu madre contrató a Harold Williams para deshacerse de la amante de Damien?” Inquirió Adrien, intentando asimilar la magnitud de la acusación.
“Eso es terrible, porque entonces ella también estaría involucrada en… tu accidente” murmuré, sintiendo cómo el aire se escapaba de mis pulmones.
“Jesucristo” resopló Caspian, con los ojos abiertos de par en par, incapaz de ocultar su shock. “¿Qué diablos está pasando?”
“Lo que está pasando… es que ha llegado la hora de hablar con mi madre” dijo Emmett con un tono siniestro que no presagiaba nada bueno. Y supe, con solo mirarlo, que no habría compasión para Gioconda si lo que sospechábamos resultaba ser cierto.
Adrien aparcó el auto frente a las escaleras de la mansión Lefebvre, y Emmett tardó apenas tres segundos en bajar y acercarse a la puerta.
Alarmada, corrí detrás de él.
“Emmett… ¡Emmett!”
Le llamé, tomándolo del brazo para hacerlo voltear hacia mí.
“Tienes que calmarte”
“Estoy calmado” respondió él, pero su tono lúgubre y las sombras en su mirada decían lo contrario, especialmente desde que Caspian había mencionado a Harold.
Era evidente que la tormenta estaba a punto de estallar.
“¡No, no lo estás! Estás a punto de entrar a decirle a tu madre que crees que ella te mandó a matar” exclamé, ocultando mi rostro entre las manos.
Aquello era una pesadilla incluso para mí.
“En serio me preocupaba que algo pudiera pasarte, tú… No sé si estas emociones tan fuertes puedan…”
No pude terminar la frase.
La voz se me quebró y una lágrima corrió por mi mejilla.
Emmett me tomó por ambos lados del rostro y me miró fijamente.
“Nada me pasará, los dolores de cabeza han disminuido desde que recuperé la memoria, pero necesito hacer esto, ¿Entiendes? Ya es hora de acabar con esta falsa normalidad que todos queremos mantener”
Lo miré, incapaz de contener las lágrimas.
Aunque él intentara ocultarlo, podía ver su dolor, y me frustraba no poder hacer nada para minimizar ese sentimiento.
No me quedaba más que asentir y aceptar el modo en el que él quería manejar el asunto.
“De acuerdo, Emmett”
Di dos pasos atrás y me giré para ver a Adrien, de pie detrás de nosotros, contemplando la escena con pena también reflejada en su rostro.
En cierto modo, él también formaba parte de esa familia que se caía a pedazos.
El sonido lejano del timbre rompió el momento y, en menos de un minuto, Juliet abrió la puerta.
“Señor Emmett, ¿Otra vez de paseo por los viñedos sin visitar la casa primero?” preguntó la entrometida mujer en tono de reproche. “En lugar de educar a su mujer, ha dejado que esta le pegue sus malas costumbres”
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