La boda del heredero
Capítulo 97

Capítulo 97:

“¿Eres mía?”

“Lo soy”

“Siempre vas a ser mía”.

“Siempre…”

¿Cómo podía negarme a ello?

Emmett y yo juntos éramos un volcán en erupción…

Éramos feroces, poderosos e imparables. Quizás sintiéndose igual que yo, él consideró que ya había sido suficiente.

Empezó a desatarse el cinturón con prisa y siguió con el botón del pantalón, y en medio de aquella situación, el sonido tintineante de la hebilla del cinturón al batirse en medio de los movimientos, se me hizo en extremo excitante.

Pasó ambas manos sobre mi trasero y sujetándome con fuerza me alzó en vilo.

Envolví su cintura con mis piernas y dejé que él se acomodarse entre mis pliegues, para luego dejar que la gravedad hiciera el resto por nosotros.

Clavé mis dedos sobre la piel de su cuello al tiempo que iba invadiéndome, temblando a medida que me llenaba, y cuando lo tuve por completo dentro de mí, me sentí en la gloria…

Hasta que me instó a moverme.

Él se aferraba a mi trasero mientras yo lo hacía a su cuello, perdiéndonos en un vaivén frenético que nos nubló la cordura.

No hubo palabras ni pensamientos coherente, lo único que nos impulsaba era la necesidad de uno por el otro.

Sus besos eran demandantes, pero yo respondía con gusto, y cuando sus estocadas empezaron a hacerse más profundas, rozando lo doloroso, empecé a sentir los espasmos del orgasmo, mi cuerpo empezó a entrar en tensión hasta que llegué al punto máximo, y en un grito de placer pleno me dejé caer al abismo… en brazos de Emmectt, perdiéndome en el maravilloso olor de su cuello.

“Quiero estar contigo por el resto de mi vida, ¿Entiendes eso?”, murmuró un rato después, tomándome por sorpresa.

“Yo… Yo también quiero lo mismo”, tartamudeé en respuesta, incluso ahora, bajo esa nueva personalidad de mi esposo, aquellas palabras de amor eran poco frecuente entre nosotros.

“No podemos dejar que nada ni nadie se interponga entre nosotros… no otra vez, ¿Lo entiendes?”

Apoyó su frente contra la mía y nos quedamos así, aferrados el uno al otro un rato, rodeados de una calma que deseé que durará para siempre, pero no podía ser así, no en medio de todo lo que estábamos viviendo.

Un rato después, salíamos del elevador en el piso principal, y al instante Nicolaj se acercó a nosotros. “¿Todo en orden, señores?”, preguntó mirándole primero a él y luego a mí. Me removí inquieta, temerosa de que de alguna forma pudiera deducir lo que habíamos estado haciendo, quizás estuviese despeinada o algo…

Era un hecho que mi labial había desaparecido, pero el hombre demostró ser discreto… o no darse cuenta de nada, quizás todo era paranoia.

“Sí, Roux; todo en orden”, respondió Emmett.

“¿Alguna novedad?” Fruncí el ceño cuando Nicolaj se inclinó un poco hacia nosotros y empezó a murmurar.

“Pues la señora estuvo escribiendo en su teléfono todo el rato, y cuando su hermano regresó tuvieron una discusión, y luego ambos se marcharon. De la conversación no pude oír nada, pero sí pude leer los labios”

Emmett se incorporó y lo miró sorprendido.

“¿Sabes hacer eso?”

“Sí, señor”

“Impresionante, ¿Qué hablaron?”

“Él no sé, señor… estaba de espalda; pero ella hablaba muy rápido, estaba bastante alterada. Básicamente le estuvo diciendo que era un bueno para nada, que la situación era crítica y que esta vez no podía fallar, y antes de irse le dijo que no volvería a dejar nada en sus manos”

Nicolaj nos observó en silencio mientras Emmett y yo asimilábamos lo que nos decía.

“¿Esta vez no puede fallar?”, murmuró Emmett.

“¿Fallar en qué?”

“¡En matarte, Emmett! ¿Acaso no está claro? ¡¡Ella lo sabe!!”, Nicolaj frunció el ceño con sorpresa al oírme pero no dijo nada.

“No, pueden estarse refiriendo a lo de California, Irina… tengo el recuerdo de haber discutido con él, Damien le quería vender sus acciones a Moreau y yo no se lo permití, amenacé con quitarle todo… Es obvio que eso no les gustó, por eso ahora buscan destruir la empresa desde adentro”

“No sabía eso”, susurré, eso tenía sentido, pero no significaba que ambos hechos no estuvieran relacionados, yo seguía pensando que sí.

“Gracias, Roux; eso fue de gran ayuda”, dijo mientras le palmeaba el hombro.

“Irina y yo tenemos algunas cosas que discutir, mantente alerta”

“Seguro, señor”

Emmett me guió hasta la oficina y se quitó el saco para dejarlo sobre su asiento.

“Todo esto es un desastre”, resoplé, dejándome caer en el sofá que había hacia el fondo, pero antes de poder abrir la boca para responder, la puerta se abrió y Adrien entró.

Miró en mi dirección y luego hacia Emmett, en su rostro se veía que hubiese preferido encontrarme sola, pero no me dio oportunidad de preguntarme por qué, él aclaró mis dudas antes.

“Bueno… ya ni modo, tengo excelentes noticias”, comentó sonriente.

“¿Qué ocurre? ¿No deberías estar en París?”, preguntó Emmett.

“Surgieron cosas importantes… ¿Recuerdas el hombre en tránsito del que te hablé?” Adrien me miraba y comprendí que aquel preámbulo no era realmente necesario, lo estaba haciendo solo para dejarle claro a Emmett que sabíamos cosas y se las ocultamos.

“¿Conoces a alguien en el departamento de tránsito?” preguntó mi esposo, sorprendido por la revelación.

“Sí” respondió Adrien con firmeza.

“Ayer me dijiste que no” replicó Emmett, evidentemente confundido.

“Pues te mentí”

La altanería con la que hablaba era descaradamente intencional, tanto que Emmett no se preocupó en discutir y solo asintió, entendiendo que se lo había ganado.

“Bueno, en cualquier caso… ¿Qué pasa con eso?” preguntó, tratando de retomar el hilo de la conversación.

“Pues que finalmente descubrieron algo… lograron descifrar en la imagen de las cámaras algunos rasgos de la carrocería, y dieron con ella… está a nombre de Edward Williams, es un veterano de guerra que vive su retiro acá en Francia desde hace diez años, la policía fue a interrogarlo hoy” explicó Adrien, compartiendo los nuevos hallazgos.

“¿Intentas decirme que un anciano sacó a Emmett de la carretera y un año después atropelló a la amante de Damien?” pregunté incrédula, tratando de entender la conexión.

“No, eso es descabellado, por supuesto, pero estuve revisando los papeles y…”

Adrien sacó un lote de hojas, el que tenía la lista de los nombres de la nómina fantasma y colocó su dedo sobre un nombre que ya estaba remarcado en rojo.

Emmett y yo nos inclinamos sobre las hojas y leímos el nombre:

Harold Williams.

“Apostaría a que es su nieto” comentó Adrien cruzándose de brazos, como si hubiese descubierto un gran misterio.

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