La boda del heredero -
Capítulo 96
Capítulo 96:
“¿Dices que Irina y tú son amantes?”
Repetí con cierta burla.
“Así es, pero ya estoy cansado que quiera hacerme pasar por el malo… o el único, al menos. Te casaste con una interesada, Emmett. Irina solo busca una buena porción de dinero, cuando la perdió conmigo la buscó en ti, pero no ha cambiado sus modos… Hacerle la inocente, la dolida cuando le confrontan, y ¡claro!… últimamente es muy fácil culparme de todo, es perfecto para librarse de las cargas que caen sobre ella, ¿No crees?”
“Maldito hijo de…”
“¡Sabes que es cierto!”
“¿A qué cargas te refieres?” pregunté alzando ambas manos, deteniendo sus arranques.
“¿No ves nada sospechoso que Hugo Varane lo asignaran de capataz justo cuando tú caes en coma? ¿O que convenientemente le abrieran un lugar en la junta, obvio sin tu aprobación… imagina nada más qué actividades habrá llevado a cabo para convencernos a todos… sin duda sabe sacarle provecho a su cuerpo, ¿No crees?”
Los nudillos se me pusieron blancos y la fuerza de voluntad me tembló; quería destrozarlo en ese instante.
“Y lo peor de todo… ¿Has notado el parecido que tiene Elliott conmigo?”
Sonrió con malicia, y aquella fue la gota que rebasó el vaso.
Yo podía permitirle hablar de mí, pero difamar a Irina de ese modo era inaceptable, y jamás se lo permitiría…
Había tocado un tema demasiado delicado.
Lo tomé por el cuello y con violencia lo estampé contra la pared.
“Escúchame, jodido imbécil… si vuelves a tocarla… te juro que te mato, ¿Entiendes?”
“¡Emmett, no vale la pena! ¡Déjalo!” gritó Irina tratando de alejarnos.
“Elliot es mi hijo y primero pasas sobre mi cadáver antes que reclamar nada sobre él”, amenacé estrujando aún más su camisa.
“Sé perfectamente que es mío, y las condiciones sobre las que se pusieron el ascenso de Hugo las conocemos ambos muy bien, ¿No crees?”
“Emmett, por favor, ya basta”, siguió Irina, pero la ignoré, solo tenía energía para tratar con uno a la vez.
“Recuerdo nuestra conversación sobre las acciones, esas que querías vender a Moreau, ¿Recuerdas?”.
Su rostro se tensó de inmediato.
“Pero también recuerdo las amenazas que lanzaste sobre mí, ¿Sabes? Y sé que la policía lo tomará como un móvil por mi accidente, pero si indagamos un poco más… apostaría que también tiene que ver con lo sucedido en París, ¿Me equivoco?”
Esta vez ligeras gotas de sudor corrieron por su frente.
“Estás loco”, murmuró, apartando mis manos de un manotazo.
“Jamás iría en contra de ella, ¿Qué ganaría con eso?”
“Oh, Damien, a veces tus motivaciones son tan burdas que a cualquier mente avanzada le costaría adivinarlo… hoy no será ese día, pero te juro que lo que intentaste hacer hoy tendrá sus consecuencias… Te tendré vigilado, Damien… no podrás moverte sin tener mis ojos sobre ti, y te juro que si tienes algo que ver con la Bronco roja… te buscaré hasta debajo de las piedras y te haré pagar”
Damien me empujó nuevamente y dio un par de pasos al costado.
“Algún día te arrepentirás de todo, Damien”, murmuró entre dientes antes de salir de la oficina y solo cuando lo vi tomar el elevador fue que pude relajarme, el corazón me latía a mil por hora.
“No sé qué diablos intentaba, Emmett; pero te juro que no…”, las palabras de Irina murieron al instante que mis labios chocaron con los suyos, si al salir de casa mi necesidad por ella quemaba… justo en ese instante me estaban consumiendo vivo.
Recibí los labios de Emmett llena de gozo, había tenido unos minutos terribles mientras escuchaba a Damien decir su avalancha de mentiras.
El idiota me había seguido hasta la sala supuestamente para disculparse conmigo por acusarme de matar a su amante…
Cómo si con un ‘lo siento’ se arreglara eso, pero más importante aún: Cómo si yo realmente fuese a creerle aquella actuación de quinta.
Me había puesto muy nerviosa al principio, pero traté de creer que no sería tan tonto para agredirme ahí, donde cualquiera podía verlo.
Era domingo, estábamos ahí para una jornada especial, no había más de diez personas en el edificio, prácticamente éramos solo los administrativos y directores… sería estúpido de su parte hacer algo ahí, pero sin embargo su insistencia era evidente y preocupante.
No había logrado entender qué tramaba, pero lo supe cuando apareció Emmett y casi me infarto por su desfachatez.
Pero ver que Emmett parecía estar por encima de eso me llenaba de satisfacción. Y justo en ese momento, mi cuerpo estaba abrumado de emociones por ver la confianza que ya me tenía…
Tomé su rostro entre mis manos e intensifiqué nuestro beso para demostrarle lo feliz que estaba por eso.
Le oí gruñir y sentí sus dedos aferrarse más a mi cintura y mi espalda.
Los movimientos de su lengua eran implacables y empezaron a ser demasiado, aquel beso se estaba saliendo de control…
Podía sentir mis pechos hincharse y las contracciones de mi v!entre, mi cuerpo estaba sacudiéndose de anticipación y apenas si me estaba tocando.
El embriagador sabor de su boca era un afrodisiaco, y como si él de algún modo pudiese ver mis pensamientos…
Puso ambas manos sobre mis pechos y presionó con ansias, arrancándome un profundo g$mido y humedeciendo mi ser.
Sintiendo que ya no había vuelta atrás, decidí darle un poco del mismo veneno, y con descaro pasé mi lengua sobre su boca, un gesto lascivo y poco decoroso que pareció catapultar su excitación.
Sus dedos empezaron a deslizarse con pericia sobre los botones de mi blusa y la abrieron al instante sin llegar a sacarla de la pletina de la falda y tan pronto se libró de eso…
Apartó también el encaje del brasier y se dedicó a torturarme con su boca sobre mi piel sensible y erecta.
“Emmett… Emmett… Alguien puede subir y vernos”, logré decir entre jadeos, mirando hacia la entrada de la pequeña oficina, que había quedado abierta y daba directamente hacia el elevador.
“Pues entonces tendremos que acabar con esto rápido… Ya seguiremos más tarde, pero ni el mismo Lucifer puede detenerme justo ahora”, respondió con voz ronca antes de lamer una vez más mi seno, esta vez con deliberada lentitud.
Volví a gemir y me abandoné a las sensaciones, para mí siempre era demasiado avasallante esa actitud de Emmett.
Él, que siempre era un hombre pensante, racional y de buenos modales… cuando tomaba aquella actitud fiera y pasional… podía obtener lo que quisiera de mí, como dejarle subir mi falda hasta la cintura, exponerme de aquel modo y arriesgarme a qué nos vieran, pero sabía que la recompensa valdría la pena, mil veces.
Dejé que me ayudara a deshacerme de mis bragas y gemí cuando, en el camino de ascenso, sus dedos rozaron el centro de mi deseo, deteniéndose al notar la humedad que brotaba de él.
Emmett ahogó una respiración mientras ahondaba la caricia y dejaba que sus dedos me exploraran sin pudor.
Apoyó su cabeza en la mía y nuestros suspiros y g$midos se mezclaron unos con otros mientras yo temblaba de placer, pero unos minutos después, me obligó a mirarlo y se mantuvo en silencio un rato.
“¿Te gustan mis caricias?”, preguntó en un susurro ronco muy alucinante.
“Las amo, amo todo lo que me haces”, respondí justo cuando él empezó a hundir sus dedos en mi interior…
Haciéndome arquear la espalda y dejarme caer sobre sus brazos.
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